Guayaquil. Hasta cuatro días esperaban para enterrar un cadáver en Guayaquil donde las colas comenzaban a las 4:00 de la madrugada y los muertos se acumulaban por miles sin que nadie tuviera constancia de su número global.

Aunque el subregistro ha ocurrido en muchos países durante la actual pandemia del COVID-19, en la provincia ecuatoriana de Guayas (suroeste), la Wuhan ecuatoriana, las cifras son quizás más alarmantes porque, el desfase, es de hasta diecisiete veces la suma oficial de fallecidos.

Según las cifra oficiales, con 10,128 casos confirmados, Ecuador es el cuarto país de Latinoamérica en contagios después de Brasil, Perú y Chile, y con 507 el segundo en muertos después de Brasil. Pero la diferencia entre esos datos y los que podrían ser los reales en la provincia (unos 8,000 muertos), lo colocarían primero del ránking regional.

Porque ahora se sabe que las largas filas que se registraron durante semanas en los exteriores de los cementerios y el colapso de las funerarias en Guayaquil, no se debían al toque de queda ni al temor de operarios al contagio.

Más bien daban cuenta de una realidad muy distinta a las cifras que, durante las últimas semanas de marzo y las dos primeras de abril, el Gobierno de Lenín Moreno ha dado a conocer en sus partes.

Solo en marzo, la provincia de Guayas, de la que Guayaquil es capital, registró un desfase de 2,236 muertos, indicio de lo que estaba por llegar en la primera quincena de abril, cuando la cifra subió a 5,703, a los que se sumarían los 2,000 fallecidos que, según los registros, la zona suele tener en un mes normal.

En total, 7,939 cadáveres de más fueron enterrados en Guayas desde la llegada de la enfermedad al país el 29 de febrero.

Las cifras oficiales hablaban de unos pocos cientos de muertos, pero en esta ciudad se acumulaban los cadáveres en domicilios y calles.

Jorge Wated, jefe de la Fuerza de Tarea Conjunta (FTC), encargada de recogerlos en Guayaquil y cantones aledaños, cifró en 631 los cuerpos recogidos de hospitales, 711, de viviendas y 476 certificados de inhumación particular. En total, 1,878 fallecidos, no todos por COVID-19.

El Registro Civil, sin embargo, tenía guardadas en sus ordenadores las verdaderas matemáticas de la muerte.

"Esto pasó. En un camposanto aquí en Guayaquil antes de la pandemia tenían un promedio de 10-20 sepelios diarios. Luego vi la lista de fallecidos y tenían 140 a las 5:30 de la tarde, cuando lo normal eran 10-20", explicó a Efe Merwin Terán, presidente de la Asociación de Funerarias del Guayas, sobre las estadísticas.

Terán está convencido de que esos "120 fallecidos (extra) son por COVID", una realidad inadvertida ante la falta de capacidad para testarlos a todos.

"No me pueden decir que no son porque... ¿De dónde salió tanto muerto? Eso era COVID, no quedaba nada más", exclama.

Sus cifras coinciden con las del cementerio "Jardines de Esperanza", en el norte de Guayaquil, y que hasta la semana pasada tenía aún atenciones en espera.

"En marzo tuvimos una media de 150 fallecidos por día. A partir de esta semana, la segunda de abril, ese número disminuyó en aproximadamente un 30%", contó a Efe Manuel Carrera, gerente general del camposanto.

Del 15 de marzo al 15 de abril, cuando la ciudad llegó a su pico más alto de fallecidos, el cementerio habría enterrado entre 3,000 y 4,500 cuerpos.

La crisis obligó a la industria funeraria a incrementar el número de trabajadores para dar abasto y a realizar obras a fin de evitar emplear los nichos que otros clientes ya habían adquirido.

Pero la acuciante necesidad de tumbas no era exclusiva de un par de cementerios, pues según Terán, algo similar sucedió en varios de los nueve de Guayaquil y sus cantones más próximos -Samborondón, Daule y Durán-, en los que se concentra más del 90% de los 3,5 millones de habitantes de la provincia.

"Sí, por ahí van igual. Generalmente tardaban unos tres días en enterrar, imagínese, ¡tres días en los que se pudre el cadáver!", indicó el gerente funerario, aunque en algunos camposantos familiares hicieron filas de hasta cuatro días.

Mientras, a los cementerios municipales, llegaron 826 cuerpos entre marzo y el 11 de abril: 505 de fueron enterrados en el Ángel María Canals, en un suburbio, y otros 321 en el de Pascuales.

La alcaldesa de Guayaquil, Cynthia Viteri, que durante la crisis ha clamado por ayuda, maneja cifras similares que las del Registro Civil, aunque las suyas solo conciernen a la ciudad.

"Según el registro que tenemos de cada uno de los cementerios públicos y privados, ha habido hasta el momento más de 7.000 muertes en este período en relación al año pasado", aseguró la regidora en un conversatorio virtual la noche del domingo.

El Gobierno ecuatoriano afirma que los nuevos datos muestran un panorama "más completo" de la situación que vivió la ciudad y que puso a Ecuador bajo el foco de atención mundial, aunque no ha precisado porqué no informó en su día del masivo número de entierros o si había sospechas que apuntaran a una cantidad ostensiblemente más elevada.

Hasta este lunes, el Servicio de Gestión de Riesgos reportaba 507 fallecidos confirmados de coronavirus, y otros 826 casos probables. En Guayas, solo reconoce a 232 fallecidos.

La titular de Gobierno, María Paula Romo, presidenta del Comité nacional de Operaciones de Emergencia (COE), reconoció que "el dato es alarmante", aunque que las cifras del Registro Civil lo único que muestran es "la cantidad de defunciones que se han registrado".

“¿Qué es lo que cambia entre enero y febrero, y entre marzo y abril? Evidentemente es el tema del COVID. Por eso, muchas muertes podrían atribuirse, aunque no se puede confirmar en sentido estricto”, valoró la ministra sobre las estadísticas de la muerte en Guayas, aún sin esclarecer.