Un grupo de empresarios puertorriqueños brindó nueva vida a la antigua Central Eureka en Hormigueros, que cerró operaciones en 1977, a través de un impresionante proyecto que convierte el bambú en carbón vegetal, sin dejar huella en el medioambiente.

Se trata de Bio-Restorative Ideas, integrada por profesionales de la región suroeste, quienes coincidieron en su interés por esta hierba prehistórica que representa la materia prima en la elaboración de productos -a base de biocarbón- que se utilizan, mayormente en la agricultura, para mejorar las propiedades del suelo.

La operación establecida en febrero de 2023 genera cerca de 15 empleos y, ayuda a disminuir el riesgo de incendios e inundaciones en las comunidades aledañas, ocasionadas por el bambú que, también invade el terreno que necesitan los agricultores para sus siembras.

El proyecto fue inspirado por el arquitecto mayagüezano Claudio Betances Maxwell Merrill, el historiador peñolano Edwin Rodríguez García y el ingeniero químico Jonathan Irizarry, oriundo de Sabana Grande. Al equipo se unió Jacek Chmielewski, un ingeniero químico polaco con base en Wisconsin, Estados Unidos.

La empresa es un esfuerzo del cofundador Claudio Maxwell Merrill y el gerente de operaciones, Edwin Rodríguez García, entre otras personas con esta visión.
La empresa es un esfuerzo del cofundador Claudio Maxwell Merrill y el gerente de operaciones, Edwin Rodríguez García, entre otras personas con esta visión. (Jorge A Ramirez Portela)

De esa manera, fundaron la empresa en mayo de 2020 y, al buscar un lugar en dónde desarrollar la operación, descubrieron la antigua central cañera ubicada en el barrio Benavente que representó un papel fundamental en la economía de la zona entre 1907 y 1977.

Maxwell Merill explicó que “estamos cogiendo la batuta que dejaron en 1977 y reutilizando esta estructura. Aquí hay mucho bambú y entonces estamos prendiendo la Eureka en el sentido de que, ya no estamos usando caña de azúcar, pero usamos caña de bambú”.

“El bambú es un recurso renovable, es abundante, no tiene un uso en Puerto Rico y parte del proyecto fue buscarle actividad económica, tratar de desarrollar algo a través del bambú, cosecharlo y hacer algún producto. De ahí surge este proyecto”, acotó el egresado de la Universidad de Wisconsin.

La operación comienza con la cosecha de la “bambusa vulgaris” o bambú común que es la de mayor abundancia en el mundo. De hecho, en Puerto Rico existen dos especies que fueron introducidas por los españoles, incluyendo la “bambusa tulda” que se usaba en la confección de muebles.

Los empleados trabajan en el procesamiento de las bambúas que son trituradas en una máquina especial.
Los empleados trabajan en el procesamiento de las bambúas que son trituradas en una máquina especial. (Jorge A Ramirez Portela)

Asimismo, aclaró que “en la construcción, no se puede usar bambú nuevo, porque la fibra no le ha dado tiempo para que madure. Igual que para hacer un buen ‘biochar’ (carbón vegetal utilizado para el suelo) tiene que ser adulta, de cuatro a cinco años”.

“Hay tanto bambú seco que no hay una industria, no se usa y provoca tantos problemas a lo largo de las quebradas y los ríos y, en fincas agrícolas. Al final del día, nuestra labor de cosechar, sacarlo de los ríos y del camino para utilizarlo aquí, está beneficiando a la comunidad porque cuando venga una inundación grande, no están tapando el río y se desborda en las comunidades”, esbozó Rodríguez García, de 43 años.

“Estamos creando un beneficio para ellos y obteniendo la materia prima de este negocio. A su vez, estamos usando un recurso que nos está permitiendo crear una empresa pionera en Puerto Rico y genera empleos en labores de poda, operaciones de manufactura, calidad, entre otros”, agregó el también director de operaciones.

En otra fase de la operación, el material se transporta a las instalaciones de la antigua central para triturarlo y reducirlo al tamaño ideal. Luego, se introduce en una maquinaria que transforma la viruta del bambú en biocarbón.

“La máquina transforma la viruta del bambú en biocarbón. Tiene un reactor de pirólisis que tostamos la viruta del bambú en ausencia de oxígeno. No estamos quemando el bambú, no es un proceso de combustión”, detalló Maxwell Merrill, de 46 años.

“Esto lo hacemos por computadora para medir todo el proceso y garantizar que estamos siendo económicamente viables, ambientalmente sostenibles y estamos devolviendo algo a la comunidad”, confesó el cofundador.

Actualmente, el producto se utiliza en diversos proyectos agrícolas de Puerto Rico, especialmente en fincas de café y cacao, con el objetivo de mejorar la productividad de los terrenos.

Así quedan los pedazos de bambúas después de ser procesadas a carbón.
Así quedan los pedazos de bambúas después de ser procesadas a carbón. (Jorge A Ramirez Portela)

“Es un remediador de suelo que necesita carbono para que las plantas crezcan más vigorosamente y la productividad del suelo se mantengan. El ‘biochar’ ayuda a retener la humedad en el terreno y estamos en un mundo cada vez más seco. Con esto, las plantas tienen una capacidad adicional de pasar por un periodo de sequía”, añadió.

“Ahora, los nutrientes que tira el agricultor al suelo para que ayude en el crecimiento de la planta se pegan al ‘biochar’ y ayuda a que se liberen lentamente. Es una ventaja para el agricultor, porque sus costos de fertilizante eventualmente pueden reducirse”, puntualizó.

De otra parte, los empresarios coincidieron de que todavía tienen un mundo de oportunidades con este producto creado a base del bambú, el cual no descartan exportar en un futuro.

“Es una gran oportunidad y nos motiva, desde Puerto Rico, crear una serie de productos que ayuden a mitigar la contaminación ambiental en la isla y en otros lugares y, desarrollar tecnología que nos permitan desde Hormigueros, servir positivamente a Puerto Rico y otros sitios”, concluyó Rodríguez García.