Dayanara Perea Quijano, de 30 años, añora el día en que vuelva a tener a sus dos hijos en su hogar, para verlos crecer rodeados de amor, abrazarlos, besarlos y dormir junto a ellos en un intento por sanar el dolor de una separación de nueve meses, por una sospecha de maltrato. La madre está convencida de que el más pequeño de sus vástagos lo que enfrenta son problemas de salud que requirieron que fuera transportado varias veces al hospital.

Por tal razón, la mujer -con el corazón en la mano- le imploró al Departamento de la Familia (DF) que investigue a fondo su caso para terminar con el calvario que vive porque el daño mayor lo reciben sus hijos, ya que considera que no ha recibido un trato justo y humano.

“A mí me han dañado completamente” al ser estigmatizada como una “abusadora”.

El 2 de noviembre de 2022, el juez Wilfredo Viera, del Tribunal de Carolina, le concedió la custodia de emergencia de sus dos niños al DF mientras la División de Delitos Sexuales y Maltrato de Menores investigaba una querella por “maltrato simple o negligente”, que no le fue notificada a la madre hasta dos días después.

Afligida, Dayanara contó que se enteró por un reportaje televisivo sobre la movilización de agentes a su hogar en el residencial Los Mirtos, en Carolina.

En ese momento, las autoridades hablaban de que había un bebé hospitalizado con complicaciones relacionadas al síndrome del bebé sacudido, ya que presentaba sangrado interno en la cabeza y retina bilateral.

“Todavía es la hora que no hay certificación de un perito o de un médico que diga que yo lo maltraté, porque yo me dediqué a buscar todos sus expedientes (médicos) y no hay fracturas, no hay fractura cubeta, que es cuando un bebé es jamaqueado; el nene no tenía golpes. Todos los expedientes dicen lo contrario”. Asimismo, reafirmó en que su niño nació con numerosas condiciones de salud que no le notificaron para recibir el tratamiento adecuado.

La mujer dejó de ver a su hijo a los tres meses de nacido y no fue hasta que cumplió los 11 meses que volvió a tenerlo entre sus brazos, perdiéndose varias etapas de su crecimiento.

Al rememorar el encuentro en entrevista con Primera Hora, Dayanara comenzó a llorar porque su bebé ya gatea, se para y tiene dos dientes, momentos que atesoraba vivirlos. Ahora, solo cuenta con visitas supervisadas de media hora cada dos semanas y pocas esperanzas de que pueda despertar de su pesadilla.

“En el momento en que yo lo cogí en mis brazos, él no quiso que yo lo soltara, él rápido sabe dónde yo lo dormía”, acotó con un nudo en la garganta. Lamentó que le cancelaran la cita que tenía para el día en que celebraría su primer año de vida.

El 20 de julio de 2022, el pequeño llegó al mundo en un parto conocido como placenta previa, que es cuando el bebé se posiciona cubriendo parcial o completamente el orificio cervical interno o cuello del útero, lo que impide un parto normal, por lo que se le practicó una cesárea.

“Lo que me dijeron los doctores es que el nene había nacido dormido, pero el nene nació muerto, eso está en los expedientes. Tuvieron que darle oxígeno, nació con el intestino inflamado. Me habían dicho también que tenía unos movimientos involuntarios que no sabían que de dónde venían. Nunca me dijeron que tenía algún problema de salud, ni nada por el estilo”.

Además, tenía una bacteria o sepsis (la septicemia es una afección médica grave, causada por una respuesta inmunitaria fulminante a una infección) y lo dieron de alta el 9 de agosto, recomendándole que buscara a un pediatra y que le suministrara vitamina C, sin decirle si había que darle seguimiento a alguna complicación de salud. Así lo hizo y lo llevó al mismo médico que veía a su hijo mayor, que para esa fecha tenía poco más de un año.

A la semana de ser dado de alta, Perea Quijano, lo dejó acostado en el moisés de su cochecito y se fue a bañar, cuando percibió un silencio poco usual, ya que el niño lloraba mucho. Esto la alertó de que algo malo le había pasado. De inmediato fue a buscarlo y lo encontró sin movimiento e intentó reanimarlo y llamó al papá de menor que estaba con su otro niño comprando leche.

“De momento hubo un silencio y yo, obviamente, salí ‘esmandá’ (a toda prisa) de la bañera y voy donde el nene y está tieso, sin movimiento, no hacía nada. Ahí llamo al papá de mis nenes... él llegó rápido porque el puesto queda a dos minutos de mi casa y me dice: ‘llama a tu mamá’ y me dijo ‘llama a la ambulancia’”, continuó narrando al joven madre.

Los paramédicos llegaron en menos de 10 minutos y lo transportaron a un hospital. En el camino, le revisaron el pulso y le advierten que tenía dificultad para respirar.

En el hospital lo dejaron bajo observación, ya que reaccionó rápido. “Literalmente, no me le hicieron nada; simplemente, lo estaban velando si volvía a pasarle lo mismo”, indicó Dayanara.

Al final, sostiene le madre, le diagnosticaron cólicos y comentaron que tenía sueño.

Días después, tuvo un segundo episodio. Al pensar de que se trataba de gases, la madre se lo colocó en el pecho y comenzó a pasarle la mano, pero no funcionó se “fue en un trance de nuevo”. Transcurridos cinco a diez minutos volvió a reanimarse. Para ese momento tampoco contaba con un diagnóstico médico.

Para el 28 de octubre del año pasado, mientras bañaba al infante, el menor perdió el conocimiento e inclinó su cabecita hacia atrás. “El nene se me murió en los brazos”, recordó.

Como estaba sola, salió corriendo por el edificio pidiendo ayuda, ya que no tenía vehículo porque lo estaba usando el papá del niño. Nadie los socorrió al momento.

Afortunadamente, llegó una vecina y los transportó al hospital, mientras el bebé convulsaba. A su vez, le aplicó las técnicas que había aprendido de reanimación cardiopulmonar y respiración asistida, para las cuales se había certificado por recomendación del hospital.

“Si no hubiera sido por esas compresiones que yo le apliqué a mi hijo, mi hijo no estaría vivo”, manifestó entre lágrimas, mientras recordaba que en el hospital le advirtieron que el pequeño no había respondido al tratamiento por lo que lo intubaron y, posteriormente, se transportó al Hospital Pediátrico Universitario Dr. Antonio Ortiz, en Centro Médico, donde lo recluyeron en la unidad de intensivo.

A la mañana siguiente, un doctor de apellido Iglesias le dijo que al nene no le estaban haciendo efecto los medicamentos o sufrió un trauma.

“Yo me quedé pensando, porque yo nunca le he dado medicamentos (recetados) para nada. Me dijo ‘puede ser un trauma’, que recibió un golpe bastante fuerte”. El médico le dijo que se le notificó del caso al Departamento de la Familia, pues no se sabía si el niño había sido maltratado.

Una trabajadora social le preguntó a Dayanara si ella había radicado una querella por violencia de género contra su pareja y le explicó que mientras estaba embarazada hubo una discusión. Ella solicitó una orden de protección. El hombre estuvo encarcelado y ella optó por retirarla, pues “es un excelente padre y necesitaba ayuda con el nuevo bebé”.

Ambos fueron interrogados por separado sobre lo que le ocurrió al niño y desde ese día no volvieron a ver a sus hijos.

Una semana después, un contingente de agentes llegó a su residencia para iniciar la investigación.

“Me trataron como una delincuente”, dice al describir que frente a su casa había policías con armas largas. “Fue un fiscal a verificar mi hogar, a ver si vivían en buen estado y sí estaba todo organizado. Encontraron todo bien, la casa estaba apta para los menores, todo estaba bien, tenía comida, todo lo necesario”, aseguró.

La agente Lourdes Pagán tiene a cargo de la pesquisa.

Su entrevista se basó, según Perea Quijano, en el incidente de violencia de género, no en el menor, insinuando que ambos desquitaban su coraje con los nenes, lo cual Dayanara negó reiteradamente.

Después su viacrucis, se trasladó al Tribunal de Carolina donde se ventiló la vista de custodia provisional de los menores y se los removieron, porque según su versión le indicaron al juez que el menor tenía hematomas en los ojos. Sin embargo, eran internos por el sangrado que experimentó (tromboembolismo), no por golpes. El caso para la reubicación de los menores con un recurso familiar se encuentra en etapa de apelación.

Mientras que, en abril pasado, la madre vio a su niño mayor cuando ya había cumplido los dos años y le entregaron la custodia al abuelo paterno. Dayanara contó que lo encontró delgado porque, supuestamente, solo le alimentaban con leche, estaba desaliñado y con sus dientes manchados, a pesar de que ella le había enseñado a cepillarse. Sus visitas también son supervisadas por la agencia.

Al presente, el DF no le ha ofrecido un plan de servicio el cual -mediante una resolución del tribunal- debe recibirlo, porque alegó que la trabajadora social se negó bajo el argumento que el mismo se concede solo cuando se va a devolver la custodia de los menores a su madre, y en su caso los menores serán puestos en adopción familiar.

Por tratarse de un caso activo en el tribunal, las leyes de confidencialidad le impiden compartir datos específicos al DF, respondió la oficina de prensa de la agencia.

Mientras que la inspectora Mabel Oliveras, directora del Cuerpo de Investigaciones Criminales (CIC) de Carolina, respondió a preguntas de Primera Hora que la pesquisa está en curso y que esperan porque les entreguen documentos, tales como los expedientes médicos del infante, entre otros, requeridos mediante órdenes del tribunal.