Después de más de una década, Áurea Vázquez Rijos rompió hoy su silencio público para defenderse de las acusaciones por el asesinato de su esposo, Adam Anhang.

Vázquez Rijos sorprendió esta tarde al renunciar a su derecho constitucional a guardar silencio y tomó el banquillo de los testigos, después de varias advertencias del juez de lo que podía pasar si se sometía a un contrainterrogatorio de la fiscalía.

La viuda de Anhang dijo que estaba al tanto y decidió declarar a su favor, en el tercer día de presentación de testigos de la defensa.

A preguntas de su abogada, Lydia Lizarríbar, fue confrontada con todas las versiones que expresaron los testigos de la fiscalía federal.

En particular, Lizarríbar le enfatizó de los testimonios del abogado Edwin Prado, quien declaró durante el juicio que Vázquez Rijos le había solicitado recomendaciones para conseguir un gatillero.

“No, absolutamente no”, expresó Vázquez Rijos.

Más adelante, la abogada le preguntó por lo manifestado por el exdueño de un negocio en Ocean Park, Alexis García, quien declaró que Vázquez Rijo le preguntó en dos ocasiones si conocía algún sicario.

“No, absolutamente no”, afirmó.

Más tarde, su abogada la confrontó con el testimonio de Alex Pabón Colón, quien confesó al FBI haber asesinado a Anhang y alegó que fue contratado por Vázquez Rijos, junto con la hermana de ella, Marcia, y su excuñado José Ferrer Sosa.

Marcia y Ferrer Sosa también están acusados en la conspiración.

“No, absolutamente no, si no lo conozco”, declaró Áurea.

En varias ocasiones dijo que no conocía personalmente a Pabón Colón, pero no negó que en algún momento lo tuviera cerca como “cualquier otro cliente” del negocio Pink Skirt que tenía en el Viejo San Juan, que solía “estar lleno”.

Después, Lizarríbar le preguntó si le había solicitado a Pabón Colón que también matara a otras cinco personas, como el asesino confeso dijo durante su testimonio en la corte.

“¡Noooo! Si yo no le pedí nada. Yo no conocía a ese hombre”, afirmó Áurea.

La viuda de Anhang también atribuyó al exsocio de negocios del canadiense, Roberto Cacho, a las dificultades matrimoniales que tuvieron poco después de la boda el 19 de marzo de 2005.

El juez recesó a eso de las 5:00 de la tarde, pues todavía Lizarríbar no había terminado su interrogatorio directo y uno de los jurados avisó que no podía guiar de noche.