“Mi familia está tranquila y Thalía descansa en paz”.

Así reaccionó Xiomara Torres luego que José Reillo Soto, de 35 años, fuera declarado culpable de asesinar a su hija Thalía Liz Dávila Torres, de 17 años y quien se encontraba en su segundo mes de preñez al momento de morir.

“Yo sabía que se iba a hacer justicia porque yo tengo un Dios”, dijo a este medio la mujer, quien estalló en llanto al salir de la sala 603, del Tribunal de Bayamón, donde se extendió hasta este martes el juicio contra Reillo Soto por asesinato en primer grado y violación a la Ley de Armas.

Durante el desfile de prueba, el abogado de defensa sentó a declarar al propio acusado, quien ofreció su versión de los hechos registrados el pasado 14 de marzo, en Vega Baja.

Según Reillo Soto, ese día en la tarde su amigo Jorge Vega, conocido como “Peca”, fue a su trabajo para decirle que Thalía Liz quería verlo. Inicialmente, respondió en la negativa pues no quería problemas con la madre de la adolescente, pero al final accedió.

En la noche, acudió a la playa Puerto Nuevo de Vega Baja, donde se encontró con Peca y Thalía Liz. La joven se bajó del vehículo de Vega y abordó el automóvil de Reillo Soto, donde dialogaron sobre la preñez y la supuesta confusión de Thalía Liz entorno a la paternidad del bebé. 

“Me dijo que no sabía (quién era el padre) porque ella había estado con Erick”, dijo el acusado en referencia a un supuesto novio de la adolescente.

Thalía Liz y Reillo Soto acudieron a un negocio cerca de la playa Mar Chiquita, pero regresaron a la playa Puerto Nuevo, donde –según la versión del acusado- fueron atacados por dos sujetos, a quienes describió como de tez negra y quienes vestían mahones y camisas oscuras.

“Me dijeron: ‘No me mires canto de ca… y me dieron”, dijo Reillo Soto a la vez que insistió en que fue golpeado hasta quedar inconciente.

“Cuando ella (Thalía Liz) gritó, la halaron por el pelo y la arrastraron”, agregó.

Al despertar, relató, se encontraba en la parte trasera de su guagua tipo van en el sector conocido como Las Piñas y, a su lado, pudo tocar el cuerpo de la joven, a quien creía viva.

Cuando logró bajarse de la camioneta, observó una guagua “pick up” cerca, con dos personas en su interior.

“Se bajó uno, se me acercó y me dijo que me quería ayudar para halar la guagua” que había caído en una zanja, precisó.

Según su versión, fue entonces que buscó su celular y llamó a “Peca” para pedirle ayuda.

“Le dije: ‘nos agredieron en la playa, ven para que recojas a Thalía y la lleves a la casa por que no quiero tener problemas con Mara (madre de la adolescente)’”, declaró.

Contrario a testigos anteriores que declararon durante el juicio que la primera persona en llegar a Las Piñas fue Imarilis Vega, la mejor amiga de Thalía Liz, el acusado sentado como testigo alegó que el primero en llegar al lugar fue Jorge Vega, padre de “Peca” y de Imarilis.

Señaló que se acercó a la grúa y ahí se desmayó. No recobró la conciencia hasta que llegó al hospital Wilma Vázquez de Vega Baja, dijo.

A preguntas del propio juez César Mercado Santaella, el testigo acusado aseguró que ofreció esta versión anteriormente a una agente municipal, de quien no pudo ofrecer detalles, y al agente Ismael Ferrer.

Sin embargo, la fiscal Ginny Andreu sentó como testigo de refutación al agente

Ferrer, quien precisó que habló con Reillo Soto cuando éste salió del Centro Médico de Río Piedras, donde se recuperaba de la paliza que recibió de parte de familiares de la víctima.

 No obstante, luego de leerle las advertencias de ley, el acusado no quiso ofrecer declaraciones por órdenes de su abogado, declaró el policía Ferrer.

Durante el contrainterrogatorio a cargo de la fiscal Andreu, Reillo Soto aceptó que no informó el supuesto ataque a las primeras personas que llegaron a Las Piñas. Y también admitió que no quería que el bebé de Thalía Liz naciera para no tener problemas con su esposa.

Thalía recibió 45 puñaladas (Subtítulo)

En la mañana, se sentó en la silla de los testigos la patóloga Rosa M. Rodríguez, quien testificó que –a base de la autopsia realizada – pudo concluir que la joven luchó intensamente por su vida.

La galena precisó que el cuerpo de Thalía Liz presentaba 45 heridas de arma blanca, 22 de las cuales fueron de defensa y 25 fueron heridas profundas. También tenía 16 lesiones asociadas.

“Hubo una lucha, se defendió… Luchó por su vida”, expresó la patóloga.

Según el testimonio de Rodríguez, todas las heridas contribuyeron al deceso de la joven, cuyo cadáver fue hallado la madrugada del 15 de marzo de 2012, en el interior del vehículo de Reillo Soto en el sector conocido como Las Piñas, en Vega Baja.

Las heridas propinadas provocaron daños en el hígado, corazón, ambos pulmones y las costillas.

 A preguntas del juez Mercado Santaella, la patóloga concluyó que el arma homicida fue un objeto con un solo lado filoso, como pudiera ser un cuchillo o una navaja.

La patóloga reconoció que las muestras tomadas de las uñas de la adolescente no fueron analizadas por los peritos. Explicó que la determinación de qué análisis realizar no le corresponde a ella, quien sí las refirió.

A su salida de sala, el abogado de defensa Héctor Santiago, adelantó que apelará la determinación de culpabilidad, pues la evidencia pericial y forense no vincula directamente a su cliente.

En sala estuvieron presentes familiares de Reillo Soto, quienes abandonaron sigilosamente el tribunal sin ofrecer declaraciones.