Son todas madres, que vieron sus vidas familiares y profesionales interrumpidas tras ser convictas por graves crímenes. Confinadas en el Complejo de Rehabilitación Para Mujeres en Bayamón, y con la perspectiva de permanecer tras las rejas en el futuro previsible, hacen lo posible por demostrarle al país, y a sí mismas, que merecen una segunda oportunidad en la libre comunidad. Participantes del programa que organizan en alianza la Universidad Puerto Rico (UPR) y el Departamento de Corrección y Rehabilitación (DCR), así como de otras iniciativas dentro de la prisión, se levantan día tras día con la esperanza de que, más pronto que tarde, pondrán sus destrezas a disposición de una sociedad puertorriqueña que, cada día más, requiere de cada onza de talento ofrecida por aquellos que la integran.

A continuación, parte de sus historias:

Sharelys López Pérez

Para la enfermera de 32 años, el sueño de convertirse en patóloga o antropóloga forense sigue más vivo que nunca, exacerbado por las noticias que ha leído sobre el desbarajuste en que se ha convertido el Negociado de Ciencias Forenses.

“Lo que pienso es que quiero ayudar, me gusta ayudar, por algo soy enfermera. En el tiempo que trabajé en el asilo de ancianos me di cuenta que me gusta ayudar a los demás”, relata la mujer, encarcelada desde mayo de 2013 tras ser encontrada culpable por un cargo de agresión sexual y dos adicionales de actos lascivos contra un menor.

Tras comenzar a tomar en 2015 los cursos que ofrece la UPR a las confinadas, se encamina a completar su bachillerato en estudios generales, que se uniría al bachillerato en enfermería y el grado en cosmetología que ya posee. De esa manera aspira a convertirse en ejemplo para su hija de ocho años, con quien no puede compartir en libertad desde que la pequeña apenas tenía dos.

“Nunca le he mentido, no le he dicho ‘mamá está en una escuelita’ porque a la larga eso le haría daño. Ella sabe que mamá cometió un error en un momento dado de su vida y tiene que permanecer aquí. Viene a visitarme y entiende el proceso”, asegura Sharelys, quien será elegible para solicitar la libertad bajo palabra en mayo de 2021.

Yosmar Maldonado Morales

Apasionada de la lectura desde niña, está convencida de que las palabras son sinónimo de libertad. 

“Mi padre me fomentó desde pequeña la importancia de leer y adquirir conocimiento. (Quizás) no puedes viajar, pero a través de un libro podemos viajar a otro continente, a otro país”, dice la mujer de 38 años, los últimos 16 de ellos tras las rejas, luego de ser convicta por asesinato en primer grado y violación a la ley de armas.

En prisión ha tomado clases con la poeta Elsa Tió, de quien dijo la ha inspirado a explorar diversos géneros literarios, así como a escribir cartas, “las más hermosas de mi vida”, a sus seres queridos desde la institución correccional.

Aunque no ha determinado en qué campo le gustaría especializarse en caso de regresar a la libre comunidad, la madre de un joven de 22 años, sentenciada a 109 años de cárcel pero que podría solicitar su libertad en agosto de 2031, reconoce que la posibilidad de continuar escribiendo, la “cautiva”.

“El futuro es cada segundo nuevo que Dios me permite vivir”.

Melania de Jesús Serrano

Al ser ingresada a la cárcel hace una década por asesinato en segundo grado, la enfermera con más de 20 años de experiencia en distintos hospitales del área sur, atravesó una profunda depresión. Fueron las distintas actividades promovidas por el DCR las que la ayudaron a escapar de un marasmo que, aseguró, le impedía levantarse hasta para bañarse o comer.

Primero fue el trabajo en una panadería en Vega Alta, donde laboró por cuatro años. Luego llegó la oportunidad de tomar los cursos ofrecidos por la UPR, por lo que espera completar un segundo bachillerato que se una a su grado en enfermería. Más recientemente, se convirtió en presidenta de la Cooperativa Las Taínas, una iniciativa concretada en 2016 gracias al esfuerzo de varios años realizado por un grupo de confinadas junto al apoyo del DCR.

Aunque la mujer de 57 años dice que es un reto mayúsculo, porque en la prisión “todos los procesos son fuertes”, presidir la cooperativa “ha sido una experiencia maravillosa”.

“Por más difícil que sea, sé que cuando me toque salir de la presidencia voy a dejar todo organizado”, sostiene Melania, quien al momento dirige un proyecto de cultivo de girasoles para la venta que debe estar listos para mayo.

El proceso de siembra de girasoles le recuerda a su infancia en la finca de San Pedro de Macorís, República Dominicana, de donde es oriunda, dice la mujer, quien de momento no contempla solicitar libertad bajo palabra pues actualmente no cuenta con familiares cercanos en Puerto Rico.