En helicóptero o ambulancia, la misión de este paramédico piloto es ayudar al prójimo
Charlie J. Soto Echevarría comparte cómo, desde niño, se preocupa por “todo ser viviente que respire y tenga pulso”.
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Su vocación de salvar vidas le vino de nacimiento.
Esta es la historia de Charlie J. Soto Echevarría, natural de Aguada, quien durante 17 años laboró destacadamente como paramédico en el Negociado del Cuerpo de Emergencias Médicas. Allí, sus ansias de obtener más conocimiento para ayudar al prójimo, lo llevaron a graduarse posteriormente como enfermero.
Con la humildad que lo caracteriza a flor de piel, Soto Echevarría, de 43 años, narró en entrevista con Primera Hora que, desde temprana edad, recibió el llamado en su corazón para servir, nunca le temió a la sangre y si veía a alguna persona en necesidad, por una caída o en un accidente, en vez de correr hacia su casa para refugiarse, se acercaba a la escena para ver de qué manera podía ayudar o para observar las técnicas de los primeros respondedores.
“Desde los ocho o nueve años yo veía una situación, veía algo que pasaba y quería ser parte de esas personas que estaban ahí. Veía a los policías, a los paramédicos, como trabajaban y yo quería ayudarlos, pero obviamente no tenía la preparación. Lo decidí: ‘voy a prepararme, voy a ser paramédico para ayudar’”, rememoró Soto Echevarría.
Parte de la motivación para ser paramédico la obtuvo de un tío al que de niño admiraba y a quien hoy día llama su guía.
De pequeño, como su abuelo le inculcó el amor hacia los animales, sobre todo a los perros, estos se convirtieron en sus “primeros pacientes”, ya que al ver alguno herido, le colocaba gasas y buscaba información de cómo atenderlos.
“Todo ser viviente que respire y tenga pulso, yo lo quiero ayudar”, exclamó, sobre su deseo de socorrer a cualquiera que esté en peligro.
Su primer caso fue el de un camionero herido en un accidente de tránsito y, bajo un aguacero increíble, se le mojó la licencia de transporte de emergencias médicas que era de cartón, el permiso que estaba estrenando le duró solo cuatro horas.
Sus pilares: vocación, educación y disciplina
Durante su carrera como paramédico vivió momentos de alegría cuando los seres queridos del paciente le agradecían por socorrerlos.
“Cuando te dicen: ‘tú salvaste a mi papá, tú salvaste a un familiar mío, que fuiste esa herramienta que Dios envió para ayudarlo’, es lo más gratificante; no hay dinero que pague ese sentimiento... es muy difícil conseguir otro trabajo que dé ese sentimiento”.
También atravesó por escenas de profunda tristeza, en especial cuando se trataba de niños, ya que aún tiene fresca en su la memoria el doloroso caso de una menor ahogada en una piscina y de sucesos en los que corría peligro su vida al acudir a incidentes violentos.
“Es muy difícil, el que es padre y le toca atender un niño, se identifica mucho luego de la situación cuando escucha la totalidad de las circunstancias de cómo fueron los eventos. Uno dice: yo quiero que esto no me pase a mí, se lleva estas cargas al hogar, se pone sobreprotector y no quiere que a su hijo le pase, porque uno ve el sufrimiento de los familiares por el desenlace de la víctima”, comentó, al reconocer que hay que prepararse emocionalmente para enfrentar estos golpes emocionales.
Soto Echevarría, ante el deceso de una persona, se prepara haciendo una retrospección de todo lo que hizo, repasando el protocolo hasta su desenlace, para hablarle a los familiares, así como para convencerse de que cumplió a cabalidad con su trabajo, porque su vida ya no estaba en sus manos.
Cambia la forma de ayudar
Al preguntarle si los sacrificios que requiere esa profesión -que impone extensos horarios, dejar a su familia durante eventos atmosféricos y catastróficos y la remuneración económica insuficiente-, fueron factores predominantes para convertirse en enfermero, sostuvo que no.
Respondió que cambió de posición porque tenía nuevas ambiciones. Al estudiar como enfermero y graduarse en el año 2010, le surgió la oportunidad de trabajar en una ambulancia aérea privada. Al conocer a los pilotos, revivió el deseo que tenía de toda la vida de ser como ellos. Describió la experiencia como una de crecimiento profesional especializado.
“El trabajo de la ambulancia aérea es extremadamente retante, porque los manejos que se hacen en ambulancias regulares, en tierra, en adición de los cambios que hay en el aire, el ruido, el estrés del espacio -que es mucho más limitado para tratar un paciente- y los medicamentos (que se administran) son más fuertes, más avanzados y requiere un poquito más de concentración”, describió.
En ese momento, no se quedó ejerciendo las funciones, porque la compañía privada dejó de operar. Dentro de esa encrucijada se propuso volar el helicóptero “sí o sí”, aunque reconoció que es un sacrificio grande económicamente y familiar para poder costear las clases de vuelo.
El cambio entre negociados dentro del Departamento de Seguridad Pública (DSP) no era oneroso para él y entonces se graduó de la Academia de la Policía, el 13 de octubre de 2021, pasando al Negociado de la Policía de Puerto Rico (NPPR).
Ya para el 2023, completó su preparación como piloto privado de helicópteros y el 3 de julio de ese año comenzó a ser parte del Negociado de Fuerzas Unidas de Rápida Acción, como copiloto.
“Asumí una responsabilidad mucho más grande, porque de estar trabajando en mi pueblo natal Aguada y en el área oeste, decidí trabajar en el área totalmente distinta de entorno y de distancia de mi familia. Asumí más responsabilidad al cambiar de agencia”, explicó.
Nunca dejó de ser paramédico
Soto Echevarría aclaró que dejó de trabajar para el Negociado de Emergencias Médicas, pero ser paramédico le corre por la sangre y por tal razón tiene todas sus certificaciones al día, lleva en su equipo diario una mochila con artículos de primeros auxilios y en su vehículo personal tiene todo lo necesario para atender una emergencia.
“Paramédico uno no lo deja de ser nunca. De hecho, lo llevo en la sangre, tengo mi licencia al día, la tengo renovada con los cursos y adiestramientos para estar lo más al día de lo que es la medicina intrahospitalaria”.
Su consejo a la juventud que tiene el deseo de abrazar esa profesión es que no se limiten y advirtió que es una carrera que requiere de mucha disciplina y sacrificio, pero es sumamente gratificante.
Soto Echevarría ve en su hijo de seis años su pasión por la aviación, al preguntarle si seguirá sus pasos, respondió: “Él quiere ser piloto de avión y no tengo nada que ver con la decisión; desde niño él tiene una fijación por los aviones y se sabe modelo y de todo”.
El paramédico, que dejó huellas a su paso, será homenajeado en una de las actividades con motivo de la Semana de Emergencias Médicas y envió un mensaje a sus antiguos colegas.
“Les deseo lo mejor, yo no estoy en la agencia, pero sí soy paramédico y de verdad les deseo muchas felicidades. Continúen haciendo lo que están haciendo, porque nosotros somos sumamente importantes. Digo nosotros, porque me considero paramédico. Sigan adelante, sigan adelante y sigan siendo los profesionales que son”.
A su vez, reconoció a las personas que durante su trayectoria le brindaron apoyo y fueron un ejemplo a seguir.
“Hay muchas personas detrás de mí para yo estar aquí ahora mismo. Gracias a Dios estuve rodeado de las personas correctas que me ayudaron a estar donde estoy y lo que falta”, subrayó.
Su meta es estar en el NPPR hasta que se retire.