Fue inevitable para muchas de las personas presentes en la sala, incluyendo varios miembros del jurado, el controlar las lágrimas al escuchar el relato de la joven Michelle Cáceres Ramírez sobre la relación tan especial que mantenía con su padre, Miguel Cáceres, y cómo la muerte se lo arrebató, provocándole un gran dolor y muchas angustias hasta en sus sueños.

“Papi, no me dejes”, dijo afligida, en sollozos, la joven de 24 años en sala al describir la pesadilla que le sobreviene.

Ayer inició el juicio civil contra los ex policías de Humacao Javier Pagán, Carlos Sustache y Zulma Díaz por violarle derechos civiles a Miguel Cáceres, a quien se le privó de su vida en un incidente ocurrido en Punta Santiago, en Humacao, el 11 de agosto de 2007.

Evelyn Ramírez Lluveras, viuda de Cáceres, y sus tres hijos, Michelle, Anthony y Jennisa, representados por las abogadas Judith Berkan y Mary Jo Méndez, reclaman una compensación de $15 millones por daños, perjuicios y angustias mentales.

Michelle, quien tenía 19 años cuando aconteció el traumático suceso, fue la primera testigo.

“Escuché un tiro. No se sabe de dónde venía. Yo estaba ajorando a mami porque estaba hablando con una prima. Cuando llegamos a la carretera principal, vemos un policía (una patrulla) que cogía a la derecha y había mucho tráfico. Yo le decía a mami: “Vamos a ver lo que pasó”. Mami dijo que no porque había un revolú y si papi se enteraba, nos iba a escocotar. En vez, cogimos a la izquierda y le digo a mami que bajara el cristal para preguntarle a una señora qué pasó. La señora abrió los ojos bien grandes y dijo: ‘Creo que fue tu esposo’”.

Cuando se bajaron, agregó, ya se lo habían llevado al hospital, Michelle fue a la casa a hablar con su hermano Anthony y, cuando le dijo lo que le había pasado a su papá, “se volvió como loco y se tiró al piso”.

“Cuando llegué al hospital, estaban las enfermeras, hasta que llegó el doctor y dijo que estaba muerto”, relató llevándose las manos a los ojos y bajando la cabeza.

“¿Qué hiciste?”, preguntó en un susurro Berkan, rompiendo el intenso silencio.

“Me volví loca gritando”, musitó.

“¿Y luego?”, continuó Berkan.

“Sentí un vacío muy grande, muy grande”, respondió Michelle.

Durante el velatorio se mantuvo “tranquilita”, dijo, “porque todavía tenía a su papá ahí”.

“El peor momento fue el entierro porque era la última vez que lo iba a poder ver”, expresó sin poder controlar su llanto.

Al preguntársele si se siente agradecida de su papá, contestó: “Agradecida no. Siento culpa, porque si yo hubiese ido con él, a lo mejor no pasaba, porque él me dijo que lo acompañara”.