Con el puño cerrado.

La persona que le cortó el cuello a Georgina Ortiz Oritz, esposa del ex juez del Tribunal Supremo Carlos Irizarry Yunqué, tuvo que haberlo hecho empuñando un cuchillo filoso con su mano cerrada para poder hacer la salvaje herida mortal, dijo ayer el patólogo forense Carlos Chávez.

El experto, quien trabaja en el Instituto de Ciencias Forenses (ICF), hizo una demostración de pie, utilizando a la fiscal Elba Acevedo como ejemplo y causó un revuelo en la sala cuando usó sus espejuelos como si fuera el cuchillo y cerró su puño alrededor de ellos. Al mismo tiempo hizo un movimiento rápido de derecha a izquierda.

Por si fuera poco, no sólo lo demostró, sino que también lo declaró con la voz al describir su teoría de cómo fue el ataque por delante de la víctima, asegurando que el puño tuvo que estar cerrado.

“Fue con el puño cerrado con la parte cortante hacia la derecha”, expresó.

La fiscal trató de restarle importancia al asunto diciendo que el perito estaba utilizando los espejuelos y no era lo mismo.

De inmediato, el público comenzó a murmurar y los abogados de la acusada, Aida de los Santos Pineda, casi saltaron de sus asientos para pedir que se dejara consignado en el récord que Chávez uso su mano cerrada.

Esa demostración prácticamente destruye lo que hasta ahora ha sido la teoría del Ministerio Público y del experto en huellas Rubén Díaz de León, de que la empleada doméstica de Georgina y del ex juez dejó solamente una huella identificable en la hoja del cuchillo “al momento de que se consumó el crimen o después”, tocando el arma únicamente con el dedo medio y el pulgar de la mano derecha.

La recreación que hiciera Chávez a pedido de la fiscal Acevedo, fue completamente distinta a esa teoría. También contradice al experto en huellas, quien horas antes explicó que la huella en el cuchillo identificada como de Aida muestra “un poco de presión” en una parte, y no en toda.

Chávez dijo que además otra persona estuvo detrás de la víctima y fue quien le apretó la base del cuello con ambas manos, dejándole marcas de sus dedos, hasta “reducirla o someterla” y por eso tenía abrasiones en ambas rodillas.

Georgina presentaba otros moretones de golpes contundentes en la barbilla.

Con detalles y fotos que le causaron evidente incomodidad al jurado y al público, Chávez describió que la herida cortante del cuello fue de unas cinco pulgadas de largo, y en su punto más profundo, llegó a unas dos pulgadas y media, cortándole la laringe, las cuerdas vocales, así como la yugular izquierda.

El patólogo dijo que desde que comenzó el ataque, en que Georgina se trató de defender y por eso tenía heridas cortantes de defensa en su mano derecha, hasta que murió por una mezcla de asfixia con sangre que le llegó a los pulmones, pasaron unos 15 minutos, o como máximo 20.

A preguntas de la fiscal, el experto -que ha realizado más de 2,000 autopsias en el ICF- indicó que era imposible que con una herida de ese tipo en el cuello Georgina pudiera caminar, hablar o “ir por ahí haciendo cosas, porque fue una herida letal”.

“Tuvo que ser una fuerza suficiente para hacer ese daño. Se necesita fuerza para reducir y someter y evitar que la persona luche por su vida... la persona lucha bastante y se necesita una fuerza más grande para eso”, detalló al hablar sobre el atacante que se presume estaba por detrás de la víctima asfixiándola.

En este caso, la acusación contra la empleada doméstica indica que cometió los hechos en concierto y común acuerdo con otra persona que, sin embargo, nunca ha sido identificada por las autoridades.

Las prueba genéticas apuntan a que Georgina tenía bajo sus uñas material genético de más de un hombre y, según el registro al desnudo que se le hizo a Aida, esta no tenía heridas o rasguños horas después del crimen.

No concuerda la hora

Por otra parte, Chávez teorizó que la hora de muerte de Georgina tuvo que ser entre las 11:30 de la mañana y la 2:00 de la tarde.

De ser cierto ese rango, el ex juez pudo haber estado en la residencia al momento de los hechos, porque según han dicho varios testigos él salió poco antes de la 1:00 de la tarde.

El patólogo forense se basó en que a eso de la 1:20 de la madrugada del 18 de agosto de 2010, cuando pudo tocar el cuerpo de Georgina, ya presentaba su punto máximo de rigidez, y eso ocurre entre 12 y 14 horas después de la muerte.

El experto indicó, por otro lado, que el asesinato tuvo que ocurrir unas dos horas después de que Georgina comiera, porque aún tenía rastros de alimentos sin digerir en el estómago y ese es el promedio cuando se trata de una comida “estándar”.

No obstante, hizo la salvedad de que cuando las personas comen carne, o comen en exceso, ese proceso puede tardar unas seis horas.

Nunca se ha dicho si el sancocho que preparó la mucama ese día tenía carne o no.

Ahora bien, ese estimado ofrecido ayer por el patólogo forense no concuerda con lo que él mismo dijo en la vista preliminar, cuando apuntó que la hora de la muerte pudo estar más cerca de la 1:00 de la tarde.

Chávez manifestó, por otro lado, que al llegar a la escena del crimen se dio cuenta de inmediato de que no podía tratarse de un suicidio por los patrones de salpicadura de sangre aleatorios en la pared y el techo, por la posición del cuchillo y las sandalias de la víctima puestas a su lado.

Antes de Chávez, el experto en huellas Díaz de León estuvo en horas de la mañana explicando cómo llegó a la conclusión de que la marca en el cuchillo la dejó Aida con su dedo medio de la mano derecha.

A pesar de los múltiples esfuerzos del abogado Aarón Fernández, Díaz insistió en que Aida debía tener sustancia roja, que la fiscalía presume es sangre, en sus manos y por eso dejó su huella visible en el cuchillo.

Dijo que una huella en grasa previa a la que le cae otra sustancia, como sangre, quedaría con los surcos (líneas) pintados, contrario a lo que se encontró.

Pero, confrontado con varias publicaciones tanto del FBI como de una asociación de expertos, el perito reconoció que nunca había leído artículos en los que se establece que es muy difícil probar si una huella donde hay sangre se marcó antes o después de que esa sustancia llegara allí.

También reconoció, al realizar pruebas control a modo de experimento, que no tomó en cuenta circunstancias parecidas a las que había en la escena del crimen, “porque no era necesario”. Después se contradijo sobre si había realizado esas pruebas para demostrar aspectos específicos de este caso.

¿Y la huella?

El experto criticó la forma en que el investigador forense José Figueroa tomó las fotografías de la huella en el cuchillo. “No se hicieron de forma correcta”, afirmó.

Más adelante, sacó de su bulto una lupa para analizar el cuchillo que se presume fue el arma homicida.

Uno a uno, los cuatro abogados de defensa, las fiscales, la jueza Eloína Torres Cancel -que fue una de las que más dificultad tuvo para distinguir la marca- y los miembros del jurado evaluaron la pieza con esa misma lupa.

No quedó del todo claro si la huella que se ve al día de hoy tiene rastros claros, justo encima de ella, del químico amidoblack, que reacciona cuando hay sangre y que expertos del FBI le pusieron en su evaluación.

El juicio continúa el viernes con el contrainterrogatorio a Chávez, el último testigo de la fiscalía.