Por sus venas corre la misma sangre impregnada con la vocación de salvar vidas, y es que Carlos Javier Romero Báez, de 54 años y su hijo, Shamir N. Romero Gómez, de 33 años, laboran juntos en el “task force” de Voluntarios de la zona de Mayagüez del Negociado de Manejo de Emergencias y Administración de Desastres (NMEAD), compartiendo sus destrezas, logros y decepciones como rescatistas.

Su vínculo es innegable; con solo una mirada parece que se leen las mentes. Por eso, Carlos Javier llama al hijo como su mano derecha mientras que el joven lo ve como un espejo.

“Trabajar con él es más que ser padre e hijo; nosotros somos amigos”.

El padre labora como empleado de campo del Departamento de Recursos Naturales y Ambientales (DRNA) y el hijo es paramédico de profesión. Cada día siguen puliendo sus conocimientos tomando cada adiestramiento disponible, tanto en la isla a través de las agencias que componen el Departamento de Seguridad Pública (DSP), como en Estados Unidos.

Un ejemplo a seguir

Para Romero Báez, un padre es una figura que todo el tiempo “está con nosotros, nos conduce por el camino del bien, que permite que nosotros tengamos nuestros tropiezos para que aprendamos de esos errores, pero nunca nos abandona”.

Este rememoró un episodio que vivió con su hijo, cuando le manifestó que quería ser como él y le respondió que no, que debía ser mejor.

El joven, por su parte, define a su progenitor como un ejemplo a seguir, ya que la vida a su lado ha sido de mucho aprendizaje como rescatista, paramédico y como padre, pues tiene una niña de un año y medio y un niño de nueve años.

Shamir, irónicamente, compartió que no observa en su hijo la misma inclinación hacia el trabajo voluntario, pero sí lo ve en su sobrino de la misma edad, que los ha acompañado a hacer “rappeling”.

“Para mí, tener a mi padre a mi lado ha sido un privilegio, he aprendido muchas cosas de él, muchas anécdotas que hemos vivido tanto como rescatistas como en la vida personal y me llena de mucho orgullo poder seguir sus pasos en todo”, acotó el joven que hace 16 años hace labor voluntaria.

El joven define a su progenitor como un ejemplo a seguir, ya que la vida a su lado ha sido de mucho aprendizaje en todas las facetas.
El joven define a su progenitor como un ejemplo a seguir, ya que la vida a su lado ha sido de mucho aprendizaje en todas las facetas. (Ramon "Tonito" Zayas)

El patriarca de la familia contó que fue a los 14 años cuando sintió la atracción por participar en labores de rescate y sus mentores lo redirigieron para que siguiera su vocación, convenciéndolo de que terminara la escuela superior, ya que en ese momento había abandonado sus estudios.

“Yo era desertor escolar a esa edad y el que era director de Manejo de Emergencias, para ese entonces la Defensa Civil de Sabana Grande, el señor Modesto Pagán, junto con el señor Luis Jusino, que en paz descansen, los dos notaron en mí la inquietud que sentía al verlos y me ofrecieron estar con ellos para sacarme de la calle. Uno de los tratos que hicieron conmigo fue que para estar en la Defensa Civil como voluntario tenía que regresar a la escuela”, contó conmovido.

Romero Báez aceptó el reto y para el 22 de junio de 1984 comenzó su carrera como voluntario de rescate.

A los 15 años vivió su prueba de fuego durante la tragedia del sector Mameyes en Ponce, donde la madrugada del lunes, 7 de octubre de 1985, intensos aguaceros provocados por una onda tropical intensa ocasionaron un derrumbe de terreno que cobró la vida de alrededor de 130 personas.

Un deslizamiento de tierra provocado por fuertes lluvias y otros factores dejó sepultada a la urbanización ponceña en 1985.

Estuve como tres semanas y pico en Mameyes sacando cadáveres y rescatando personas. Ahí me entrené en lo que fue rescate, hasta el sol de hoy”, compartió.

No obstante, su experiencia no fue tan simple como lo cuenta, porque admitió que por un tiempo quedó marcado por el desastre, afectándose su sueño con pesadillas aterradoras.

Con la ayuda de sus compañeros mayores logró asimilar lo ocurrido, que hoy en día, todavía le corta la voz, y reflexionó: “esto es lo que me gusta, esto es lo que yo quiero y eso es lo que soy”.

“Vístete, que nos vamos”

A la misma edad, su hijo, decidió pedirle que le permitiera acompañarlo, ya que un vehículo había caído por un risco de 120 pies de profundidad en el barrio Santana en Sabana Grande (casi llegando a Maricao) y sus ocupantes quedaron pillados, por lo que se utilizó equipo de extricación, camillas canasta y sogas. Afortunadamente, esta historia tuvo un final feliz, ya que se lograron salvar vidas.

Shamir recuerda que “estaba sentado en la sala de mi casa, lo llamaron a él; él se preparó. Yo tendría algunos 14 años y lo veo con su equipo… le digo: ‘¿a dónde vas?’. Me responde: ‘para un rescate’ y me acuerdo como ahora que le dije: ‘yo quiero ir contigo’. Él me miró, miró a mi mamá y me dice: ‘¿te quieres ir conmigo?, vístete, que nos vamos’”.

El joven describió la experiencia que compartieron como única que marcó la ruta de su futuro.

Aunque la cercanía emocional tan estrecha que ambos comparten no significa que tengan sus diferencias generacionales al igual que afinidades cuando se trata de su misión de vida, el padre señala que es analítico y hogareño, mientras que su hijo es más impulsivo al momento de resolver las cosas y es más de “calle”.

También rememoró que su hijo se negó a seguir su carrera militar que lo llevó a los conflictos de Irán y Afganistán. ¿La razón? Que sufrió mucho la ausencia de su papá, la angustia de no saber de él y el temor de no verlo regresar al hogar.

“Es que al verlo a él estar tanto tiempo fuera de mi casa, nosotros (su madre y hermana) solamente recibíamos una llamada cuando él podía. Nosotros veíamos las noticias, pasaban muchas cosas y a veces pasaban muchas semanas que no llamaba y por ese lado no lo quise seguir los pasos de él”, contó su hijo.

Para esa época falleció un soldado de Sabana Grande y al no tener noticias se angustiaron tanto que decidió no ser militar.

Escucha a papá

Sobre los consejos que más atesora de su papá en el trabajo es que en las labores de búsqueda hay que hacerlas con calma y precisión, porque si falla el panorama, puede cambiar para todos en un abrir y cerrar de ojos.

“De esto de trata, poder hacer nuestro trabajo juntos y siempre es mi ‘pai’, lo voy a seguir, lo que él me diga es lo que se va a hacer, pero siempre estar pendiente uno del otro”, manifestó Shamir.

De su lado, su padre intervino para indicar que le ha enseñado a superar los obstáculos sin importar lo grandes que son, por lo que siente plenamente orgulloso.

Ambos recordaron uno de varios sucesos en los que creyeron estar al filo de la muerte. Recuerdan que fue durante un rescate de emergencia en el río Guanajibo, en Sabana Grande, donde un vehículo fue arrastrado por un golpe de agua.

“La única persona (del grupo de voluntarios) que me respondió ese día fue él (su hijo), que estaba llegando de un juego de pelota. Tuvimos que lanzarnos a un río mientras otros compañeros nos aguantaban, pero el río nos arrastró y nos llevó a bastante distancia. Gracias a Dios que estábamos amarrados y pudimos llevar a esas personas y sacarlos. Si no llega a ser por nuestros compañeros hubiéramos muerto”, aseguraron.

Esa era la primera vez que Shamir participaba de ese tipo de rescate y confiado siguió los pasos de su padre.

Sentir cuando el río nos arrastró… yo lo miré a él y él me miró, y me dijo: ‘tranquilo, todo va a estar bien’ y logramos sacar a las dos personas con vida y nosotros poder salir también”, contó.

El incidente le provocó un sinnúmero de pensamientos sobre posibles errores, lo que se pudo hacer y no se hizo, hasta recrear el momento en que le avisarían a su madre, Lilliam Gómez Ramírez, sobre sus decesos.

“Fue una experiencia fuerte”.

También el veterano rescatista reflexionó sobre las veces que tuvo que dejar a su familia en cualquier actividad para responder al llamado de emergencia y le vino a la mente los rescates en Isla de Mona, donde las búsquedas se hacen en las peores condiciones por lo inhóspito y peligroso del paradisiaco lugar.

“Son demasiado fuertes, cuando estás a cargo de un grupo tu responsabilidad es la vida de ellos, la seguridad de ellos y de la persona que estás buscando. Coordinar todo, mantener informado a la persona que está a cargo en la isla y cuando tú no logras dar con esa persona, créanme que se frustra uno, porque la misión de nosotros es encontrar a esa persona y entregarla viva o muerta a esa familia”, detalló Romero Báez.

Padre e hijo acostumbran a orar con su grupo antes de la búsqueda para que sean guiados para completar la misión y al terminar le agradecen a Dios sin importar el desenlace.

Cuando todos se van y el silencio les invade, se vuelven a unir para brindarse consuelo.

En el futuro vislumbran seguir su voluntariado juntos, respondieron casi al unísono.

Su mensaje conmemorativo para el próximo Día de Padres fue sencillo y profundo entre ellos. Chocaron manos, como el equipo que son, y Shamir le expresó: “Eres excelente, entregado; sabes que voy a apostar a ti siempre. Puedes contar conmigo para lo que necesites a la hora que sea, no va a haber un no”.

Mientras que su papá le aconsejó que nunca se aparte de los hijos, que “nunca se quite; tropiezos y fracasos todos tenemos, lo importante es saber sobrellevarlos”.

Su cercanía es innegable.
Su cercanía es innegable. (Ramon "Tonito" Zayas)

Sus expresiones se sellaron con un fuerte abrazo de corazón a corazón que arrancó lágrimas. El hijo dijo que sintió un profundo amor que no pudo describir.

“Abrazarlo a él me da vida, me devuelve la tranquilidad, me devuelve la paz, me da esa confianza de que sé que, aunque ya es adulto y tiene su propia vida hecha, sé que cuando yo lo necesite él va a estar”, culminó agradecido Carlos Javier.