Por:  Paula Ferrer Valentín / Madre de Carlos Vargas 

Ramón Vargas y Paula Ferrer.  (Archivo)
Ramón Vargas y Paula Ferrer. (Archivo)

Como padres siempre pensamos: esto a mí no me va a pasar.

Hace tres años, 2 de noviembre de 2015, a las 9:20 a.m. Día de los difuntos, pasamos por la triste realidad de perder en un instante a nuestro Carlitos. Todo lo de él se nos fue en un instante, todo lo de él lo extrañamos: especialmente sus conversaciones en esa vorágine en la que se encontraba.

A pesar de todos sus sufrimientos, golpes, traición, ofensas, entre otras, de algunos a quién él les dio la mano y los ayudó. Qué mucho le dolía cuando esos le engavetaron sus proyectos, y lo más triste que sin explicación alguna y a sabiendas que eran en beneficio del pueblo. Él nos decía: “viejos que mucho duele cuando te sientes traicionado por gente que tanto ayudé”.

Siempre he estado convencida que todas esas actitudes de algunos de sus compañeros aceleraron la muerte de Carlos. Duele, claro que duele y más aún cuando se es un hombre bueno, excelente hijo, padre, esposo, hombre de conciencia, honesto, de visión futurista, y con una inteligencia analítica, de esos que no debemos perder de perspectiva. Qué mucho sufrió por solo amar a su gente y a su país, por querer hacer las cosas bien.

Nos decía: “tengo que continuar, tengo un pueblo que medio la confianza y no los voy a defraudar”. 

A pesar de todo lo que vivió se le veía contento, a veces con una máscara, incapaz de ofender, todo un caballero. Sufría mucho, nos consta todos los esfuerzos que hacía para sus proyectos se le aprobaran, lo que no pasaba ni en la Cámara ni en el Senado.

Siempre nos hacías reír con tus ocurrencias. Siempre fuiste un niño, en cuerpo de hombre. Nos repetía hasta el cansancio: “viejos nada ni nadie me detendrá, prefiero que me sigan criticando por ser diferente a que me comparen porque me volví igual que los demás”. Creo que cuando te toca, te toca, no hay duda, pero cuando se acelera por circunstancias de la vida es otra cosa.

Su partida fue repentina e inesperada, así como fue la noticia radial y sin corroborar, y eso duele, claro que duele. Se te parte el corazón en mil pedazos, te quedas en una sola pieza, más cuando estás en la plenitud de la vida, realizando, con hermosa familia que te ama, habiendo logrado parte de sus sueños y con grandes planes futuros. Fue duro enfrentar el golpe, solo vives y actúas, no entiendes nada, no comprendes solo procesas es golpe tan duro y difícil. Qué vacío nos dejaste, pero sabes qué, Carlos, que gran orgullo sentimos, no hay un solo día que no recibamos la solidaridad del pueblo que te ama, eso nos ayuda a minimizar ese dolor, ese vacío, es angustia y ese coraje. Siempre nos decía: “viejos para tener enemigos no hace falta declarar la guerra, solo basta decir lo que se piensa”: Martin Luther King.

Mi Iron Man, una parte de nuestras vidas se fue contigo, pero estamos preparados para demostrarle a nuestro país el Carlos, que eres, el hombre de grandes sueños e ideales, servidor de la patria, el que estamos esperanzados y seguro se multiplicará, y desde donde te encuentres verás tus sueños realizados. Sabemos y tenemos fe que muchos jóvenes con miras en la política te emulen, te damos la palabra que así será.

Hasta el encuentro, tu obra sigue.

Tus padres Paula y Ramón

“Cuando amas a una persona, ese amor no acaba con la muerte, te hace vivir más y con más intensidad”.