El pasado 12 de septiembre, visité el área de La Placita Roosevelt en Hato Rey y viví momentos llenos de contradicciones. 

Fui invitado por el cronista deportivo Rodrigo Otero Goyco al programa La Milla Extra, en Bonita Radio, a dialogar sobre nuestra trayectoria, el deporte y cómo podemos ayudar a las personas a enfrentar los retos de la vida. 

Bonita Radio es un esfuerzo de mi buena amiga y excelente periodista Carmen Enid Acevedo, donde a través de las redes sociales informa, analiza, orienta y desmenuza los temas principales de todos los aspectos en nuestro país. A ustedes, Rodrigo y Carmen, gracias. La pasamos espectacular.

Y aquí es que vamos. Culminada la entrevista casi tropiezo con dos postes. Sí, dos postes enguareta’os. Uno de ellos nuevo y bien colocado y el otro sobre la acera amarrado por un espagueti de cables que milagrosamente lo sostenían. 

Una vecina del lugar me vio teléfono en mano y le solicité permiso para retratar la maravillosa obra de balance y creatividad. Su respuesta entre suspiros fue más que elocuente: “Sí por favor... está así desde María”. Y aquí surge el contraste.

Ver el área de La Placita Roosevelt bien cuidada, limpias sus aceras y con un entorno amigable era una demostración de cómo una comunidad se empodera y se siente orgullosa del lugar donde reside. La gente es amable, el comercio luce activo y la zona deja ver tranquilidad.

Aunque algunos rótulos y áreas muestran aún las cicatrices del huracán María, la comunidad no se ha cruzado de brazos y le devolvió la vida a la antigua urbanización. 

Y mientras observaba un grupo de personas de todas las edades bailando y ejercitándose en La Placita, miré al otro lado donde está el poste amarra’o que milagrosamente se sostiene, aunque de forma amenazante para todo aquel que camine o conduzca por la zona.

Entonces recordé otros dos postes sostenidos por sogas al final de la calle Romerrillo en Guaynabo, que aún esperan por reparación, los edificios y comercios en abandono en Río Piedras, las cerca de 30,000 casas que aún permanecen con toldos azules, los múltiples postes a orillas de diferentes carreteras alrededor de la Isla, las vías de rodajes y áreas carentes de iluminación y los apagones “selectivos” que vivimos día a día aun cuando la administración de la Autoridad de Energía Eléctrica asegura que el sistema está mejor y más fuerte. 

En fin, ese poste amarra’o es clara evidencia de nuestra incapacidad de administrar, de la ausencia de un plan verdadero de reconstrucción y revitalización de nuestras estructuras físicas, mejoras en los servicios esenciales y del tribalismo que nos mata.

Antes de partir, miré por última vez el espagueti de cables que sostiene el poste y me pregunté si el foco funcionaba. No pude esperar la llegada de la noche para saberlo.

Sin embargo, imaginé que si prendía alguien diría “por lo menos funciona”. Lo importante es que el poste no se caiga. 

¡El que venga que arree!