Mire, no se rompa más la cabeza. El dichoso avión del secretario de Estado, Luis Gerardo Rivera Marín, se perdió en el triángulo de las Bermudas con su cargamento humanitario. Sepa que este triángulo es un área geográfica situada entre las islas Bermudas y Puerto Rico, y Miami en Florida. Al unir esos tres puntos en una línea imaginaria se forma un triángulo lleno de fenómenos inexplicables. 

Por lo que pude averiguar, el término nació en la década de 1950, cuando aparecieron extrañas reseñas que aseveraban relatos de barcos perdidos, así como aviones. Calculan que unas 50 naves y unos 20 aviones se han perdido en esa jurisdicción, por lo que no es de extrañar que el avión de Rivera Marín haya corrido la misma suerte.

Como saben, el secretario se llevó los galones de la gloria a través de CNN anunciando que Puerto Rico había logrado aterrizar un avión con ayuda humanitaria en Venezuela, los primeros en hacerlo, respondiendo así al llamado de ayuda humanitaria que se lanzó desde el país sudamericano.

Sin embargo, pocas horas después se desmentía todo. Incluso, el oficialismo venezolano se burlaba usando la expresión de que era “pura paja” o el equivalente boricua de un “pajeo mental” el decir que un avión grande, de carga, había penetrado el espacio aéreo de esa nación. 

La comedia de errores que vino después solo se puede describir como un acto cantinflesco. Lo peor es que Rivera Marín indujo a error al Gobernador y a la Comisionada Residente, quienes también resbalaron en entrevistas internacionales.

Luego se dieron versiones contradictorias, el avión estuvo en Santo Domingo, Curacao y sabe Dios en cuantos lugares más; ese es hasta ahora el gran misterio. 

Parece ser que le ocurrió lo mismo que a los cinco aviones TBM Avenger de la marina estadunidense, el famoso vuelo 19 que se llevó al cine, y cual se perdió en el triángulo de las Bermudas en 1945. O como el avión de transporte British York, que se perdió en el 1952 con 33 personas a bordo. 

Claro, estoy siendo irónico, pero lo cierto es que nadie da explicaciones de cuál fue el destino final de la carga y del avión. Es importante que se hable claro, pues muchas identidades apostaron de buena fe a esta misión y dieron de su tiempo, así como su dinero, para materializar los abastos que se llevarían a nuestro país hermano. 

Tan fácil que hubiese sido llevar el avión a Colombia, como lo hicieron otras naciones. Allí Puerto Rico tiene una oficina comercial, donde se pudo haber gestionado algún acto de entrega con representantes venezolanos y boricuas. Asimismo, informar que el cargamento estaría en trámite junto a otros, provenientes del esfuerzo internacional y que en su momento serían llevados a Venezuela. 

Pero no. En su lugar jugaron a James Bond, hablaron de clandestinaje y de operativos secretos. Rivera Marín hilvanó unas historias que él sólo se las creía. Finalmente reinó el silencio.

Ante esto, ¿por qué no revivir los cuentos del triángulo? Allí las brújulas se alteran, los radios se apagan y los radares se funden. A lo mejor entraron en una dimensión desconocida, donde en lugar de haberse metido el avión, debió haberse metido el secretario de Estado tras este papelón.

También se manejan otras teorías. El avión viajó sin rumbo hasta llegar a la Isla de la Fantasía, donde Tattoo anunció con beneplácito la llegada de Rivera Marín, quien al contoneo de las chicas bailando de lado a lado, se tomó su piñita colada, en lo que inventaba una buena explicación para tanta novela. 

Ya lo dijo Rivera Schatz. No hable de lo que no sabe.