A flote por obra y gracia del agua

Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 17 años.
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Añasco.- La historia del barrio Corcovada está tejida alrededor del agua.
En 1968, 35 familias construyeron el acueducto comunitario que les suplió el agua potable que necesitaban para vivir. Pero hoy, 40 años después, el tiempo ha probado que ese acueducto les ha dado mucho más que agua. A las 145 familias que hoy habitan las cuatro millas cuadradas de ese barrio anclado entre montañas, el acueducto les ha dado fuerza, orgullo, pasión y solidaridad.
“El acueducto ha sido una bendición porque eso fue lo que unió a la comunidad”, dice César Irizarry, ex presidente del comité comunal de Corcovada, designado comunidad especial en el 2001. Nació en el barrio hace 48 años y su madre fue una de las que trabajó en la construcción del acueducto original.
Tan agradecidos están de esa “bendición”, que pusieron una pluma en las afueras del barrio para que gente de otras comunidades puedan tomarla gratuitamente en momentos de escasez.
Hace varios años los corcovadeños construyeron un segundo pozo -que recoge agua a 200 pies de profundidad-, en un área más retirada de la comunidad para asegurar que no se contamine con los pozos sépticos de las casas. Lo construyeron carpinteros, electricistas y policías. Ahora están negociando para convertir esa zona en un bosque auxiliar. El comité usa el dinero del depósito del agua y de la factura mensual para el mantenimiento del acueducto y otras obras de infraestructura y recreativas.
El segundo sábado de cada mes, el tesorero del comité abre el edificio que una vez fue una escuela entre 3:00 y 5:00 de la tarde para que los residentes paguen su factura de agua. Irizarry dice que en 40 años sólo se les ha cortado el servicio a dos familias por falta de pago y ocasionalmente hay cuentas morosas.
“Ya ves que a las 3:00 la gente empieza a llegar”, dice.
Esa misma escuela estuvo cubierta de bejucos. La escuela elemental del barrio estuvo cerrada 18 años. Los corcovadeños lucharon por obtenerla en usufructo y la rescataron del olvido hace dos años. Hoy alberga la oficina del comité, un gimnasio comunitario y un centro de computadoras que deben estar disponibles pronto.
Las curvas serpentinas de Corcovada están teñidas de verde a todo su alrededor. Las casas están apartadas y algunas tienen varias cuerdas de terreno. Pero más que el paisaje del barrio, ubicado en el epicentro de la colindancia entre Añasco, Las Marías, San Sebastián y Moca, lo que estremece es su gente. Su sentido de unión, trabajo y solidaridad.
El comité comunal tiene una organización envidiable. Los miembros se reúnen una vez al mes y celebran asambleas cada seis meses. Está dividido en subcomités que se encargan de distintas actividades, como el mantenimiento del acueducto o la organización de su famoso Festival de Reyes. Los corcovadeños no esperan por nadie ni por nada.
“Le caemos encima al político que sea”, dice Irizarry entre carcajadas.
Han logrado recibir fondos del Municipio, de sus legisladores y de la Oficina de Comunidades Especiales (OCE). Evaristo Ujaque -un hombre nacido y criado en Corcovada que cuida las carreteras y montes del barrio como el jardín de su casa-, dice que con fondos de esta oficina han hecho un parque de pelota, comprado computadoras, construido casas de interés social y techado la cancha de baloncesto.
Pero el acueducto puede desaparecer. Las nuevas reglamentaciones ambientales exigen que se reemplacen los acueductos comunitarios por los de la Autoridad de Acueductos y Alcantarillados para asegurar la calidad del agua. Corcovada se niega. Las familias dijeron que no en la última asamblea. Si les quitan su agua, les quitan su orgullo.