Con angustia y cansancio decenas llegan a refugio de Guánica
Una persona mayor rompió a llorar de manera desconsolada mientras repetía una pregunta, “¿hasta cuándo va a seguir esto?”.

Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 5 años.
PUBLICIDAD
GUÁNICA - Con el rostro marcado por la angustia y el cansancio, decenas de personas aguardaban en las afueras del coliseo Mariano “Tito” Rodríguez de Guánica luego que en la madrugada se registrara un terremoto de magnitud 6.4.
Ese poderoso sismo, a su vez, sucedió a cientos de temblores más que se vienen registrando en la costa suroeste de la Isla desde el pasado 28 de diciembre.
“Esto no ha estado fácil”, afirmó una de las refugiadas, mientras recolocaba su asiento para esquivar el sol que avanzaba sobre el cielo a medida que pasaban las interminables horas. “Aquí no hemos podido dormir. Llevamos ya tantos días en esto que es algo insoportable”.
La mujer era parte de un grupo de 179 personas que se había acomodado como mejor podía en los jardines alrededor del coliseo, pues prefieren aguardar afuera de la estructura por la amenaza de más temblores. El grupo, en el que predominaban personas de edad avanzada, incluía a 14 menores y cuatro personas encamadas, además de decenas de personas en sillas de rueda y con diversas discapacidades físicas y mentales.
“Aquí yo estoy desde las 3:00 a.m. Vine para acá porque mi casa está ‘crackeada’ y no es segura. Cogimos el temblor fuerte aquí y tuvimos que salir corriendo. Aquello se quería caer. Por eso no sacaron aquí afuera”, afirmó otro refugiado.
La conversación fue interrumpida por otra de las frecuentes sacudidas, desatando nuevamente los temores y la ansiedad entre los refugiados.
Varios niños estallaron en gritos y llanto.
Una persona mayor rompió a llorar de manera desconsolada mientras repetía una pregunta, “¿hasta cuándo va a seguir esto?”. De inmediato otras personas trataron de consolarla.
“Mi casa también está esbaratá”, dijo otra persona en el grupo de refugiados que se unió a la conversación. “Así hay varias casas allí, somos todos vecinos de la barriada Esperanza. En la cuadra se cayeron casas completas. Allí no se puede volver”.
Los refugiados, muchos todavía con sus prendas de dormir o andar en la casa, describieron el temblor más fuerte como algo “terrible”.
“Uno se caía. No podías moverte”, comentó una mujer mayor.
“Yo estaba en el carro, tratando de descansar. Y lo que me parecía es como si estuvieran levantando el carro y removiéndolo. Aquello fue terrible”, comento otra.
El grupo estaba preocupado además porque no habían recibido alimentos en toda la mañana.
Un portavoz del Departamento de Educación, agencia que se ocupa de proveer alimentos a los refugiados en casos de desastres a través de los comedores escolares, explicó que la comida se había retrasado porque tuvieron que confeccionarla en San Germán. Aclaró, no obstante, que para miércoles esperaban poder confeccionarla en el mismo municipio de Guánica.
En medio de toda la angustia, sin embargo, todos coincidían en un punto de alivio inmenso: nadie murió ni resultó con heridas de gravedad.
“Por lo menos estamos vivos. Y eso es lo principal”, aseguró con una agotada sonrisa otra de las refugiadas de la barriada Esperanza.