Nació niña. Pero siempre fue, es y será Christopher. Un nombre que desde hace dos semanas fue corregido en su certificado de nacimiento, cuando también se modificó en el documento de identidad su género de femenino a masculino.

Chris, como prefieren que lo llamen, tiene 18 años y es el único menor de edad transgénero en Puerto Rico que ha recurrido a la Oficina de Registro Demográfico  a hacer el cambio en el documento de identidad. Hasta el pasado lunes, otros 27 adultos han completado el proceso, según datos provistos a Primera Hora por la agencia.

Este proceso administrativo -que fortalece a quienes por años han sido trastocados por la discriminación e injusticia- se hizo en cumplimiento a una contundente sentencia federal que hizo hincapié en que prohibir a las personas transgénero modificar sus certificados de nacimientos, según su identidad de género, atenta contra la décimo cuarta enmienda de la Constitución de los Estados Unidos, que consagra la protección igualitaria ante la ley.

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Puede decirse que, desde ese pasado 17 de julio, Chris se siente encaminado hacia una vida auténtica y plena desde que comenzó hace tres años -con 15 años de edad-un complejo proceso de transición como persona transgénero.

Transgénero, es el término que se utiliza para las personas cuya identidad de género, expresión o comportamiento es diferente de aquellos típicamente asociados con su sexo asignado al nacer.

Y es que el cambio en el documento le abre camino a Chris hacia otras gestiones oficiales que van de acuerdo a su identidad de género, como lo son la licencia de conducir, los registros académicos, los expedientes médicos y su resumé.

Pero los capítulos que antecedieron a este gran triunfo, fueron crueles…demasiado crueles.

Muchos le han preguntado al joven cómo supo que es transgénero. Nunca ha surgido una respuesta definitiva. Rastreando en su conciencia Chris podría llegar a la conclusión de que siempre lo supo.

Al principio, siendo un chiquillo, lo que sentía era que algo no “encajaba”, pero no podía determinar qué. Suena clichoso, pero no hay otra forma de explicarlo: siempre se sintió viviendo en el cuerpo equivocado.



Recuerda que cuando tenía 4 a 6 años quería vestir como niño y jugar donde estaban los varones. “De chiquito siempre quería estar con los nenes. Quería los carritos, jugar canicas y me sentía como ellos... Me acuerdo que odiaba la ropa de nena”, narra en entrevista con Primera Hora.

En ese mismo trance retrospectivo, rememora que en esa tierna etapa, siendo una criatura de apenas nueve o 10 años, enfrentó por primera vez múltiples escenas de rechazo, burla y agresión física por parte de compañeros de clase que lo molestaban por ser una persona “rara”.

Un día el acoso llegó a niveles severos cuando un grupo de entre seis a ocho niños le cayeron encima a golpes. Los niños le dieron patadas y puños sin piedad, mientras lo ofendían con frases que aludían a su identidad sexual.

Chris -en aquel momento identificado por todos con su nombre femenino- fue agredido a tal extremo que su mamá tuvo que llevarlo al hospital.

“Tenía hematomas por todo el cuerpo…”, dice María aún consternada y agobiada por aquella tragedia, la primera de muchas que prosiguieron en su desarrollo estudiantil en diversas escuelas públicas de un pueblo de la región sur del país. Entonces, como sucedió posteriormente, la facultad y dirección escolar no asumió con responsabilidad institucional lo que acontecía y despacharon el asunto como “cosas de niños”, asevera la progenitora quien optó por cambiarlo de plantel para evitar más abusos.

Según la Encuesta Estadounidense Trans 2015 (U.S. Transgender Survey o USTS) -el estudio de este tipo más grande que investigó las experiencias de más de 27,700 personas trans en los Estados Unidos (incluyendo a Puerto Rico)- la mayoría de los participantes que ya se conocían como trans o que eran percibidos como trans en la escuela (K-12) sufrieron alguna forma de maltrato. El 54% dijo haber sido víctima de acoso verbal (54%), el 24% sufrió agresión física, mientras el 13% alegó haber sido agredido sexualmente. Además, el 17% reveló haber sufrido un maltrato tan severo que abandonado la escuela.

Y en estas estadísticas está reflejada la historia de Chris, quien poco tiempo después de aquel traumático evento escolar, en plena pubertad y cuando se iniciaba como alumno de escuela intermedia, los problemas se agravaron.

La incomprensión sobre lo que ocurría y sentía, llevaron al adolescente a “salir del clóset”. Pero lo hizo como lesbiana. “Por miedo a la sociedad salí como gay en lugar de decir soy trans. Decidí salir como lesbiana, entre comillas, porque entendía que en la sociedad eso era más fácil… no es lo mismo decir a mis amigos y familia ‘me gustan las nenas’ que decir: ‘mami, me siento hombre, quiero ser hombre’. No es lo mismo. Es complicado. Y lo que conlleva enfrentar algo así es bien difícil”, explica quien recibió el apoyo de su mamá y de la pareja de ésta Michelle, quienes para ese entonces desconocían que Chris realmente era transgénero.

Pero, en lugar de crear apertura y aceptación entre sus pares, la decisión del joven tuvo consecuencias adversas en un grupo de estudiantes. Particularmente, cuando dos alumnas de su salón lo acusaron a nivel criminal de haber cometido actos lascivos y agresión en su contra.

El caso se ventiló en el tribunal de menores durante seis meses. “Fue una época bien difícil para nosotros. Chris siempre lo negó, me decía: ‘mami, están mintiendo… no sé por qué, pero están mintiendo”, manifiesta María, quien ya había sido alertada por la Procuradora de Menores sobre la posibilidad de que Chris fuera juzgada como adulta y enfrentara el duro proceso de un arresto domiciliario con grillete.

Pero, finalizando el juicio ocurrió lo inesperado. “Una de las nenas (supuesta víctima) se enredó con su declaración y llorando confesó que habían inventado todo porque tenían asco de tener una compañera de salón lesbiana… que eso no les gustaba”, reveló María.

Nuevamente, aún con el giro trascendental del caso, en la escuela se hicieron de oídos sordos  y se invisibilizó lo que abiertamente era un caso de bullying.

Dos años después, a los 15 años, Chris decidió “salir nuevamente del clóset, pero como trans”.  Fue entonces que comenzó su transición para vivir como el género con el que se identifica en lugar del que se le asigno al nacer.

Estaba en escuela superior y su primer paso fue rechazar ser lesbiana con sus amigos y familia. No lo era, y punto. Entonces, le contó a su mamá lo que desde hace mucho sentía. Simultáneamente adoptó el nombre de Christopher y empezó a vestir como varón. Físicamente, también asumió unos cambios, por ejemplo, con su estilo de cabello.

“Entiendo que ahí fue que el discrimen aumentó… de ahí en adelante todo fue cuesta abajo en cuestión de amistades. Y la pareja que tenía en ese momento me discriminó mucho, no me trataba con los pronombres correctos y alusivos a mi identidad masculina. Casi todos querían seguir tratándome como el género femenino y eso me hacía sentir incómodo, no me gustaba”, relata.

María, aunque lo apoyaba, tampoco comprendía lo que ocurría -algo que hasta entonces le era totalmente desconocido.

“Te diría que desde los cinco años él se sentía diferente, pero yo no entendía bien eso del término trans hasta que él me dice que se siente en el cuerpo equivocado… fue un gran reto porque no entendía lo que estaba hablando y yo decía: ‘será que es gay, de las lesbianas que llaman bucha’. Pero luego él me dice: ‘mami, no me siento nena, no me siento cómodo con mi cuerpo…”, manifiesta la progenitora.

Agrega que a causa de la frustración, Chris comenzó a deprimirse. Pedía a gritos y lágrimas que lo ayudaran. Hablaba constantemente de un tratamiento de hormonas, pero María desconocía sobre el tema.

Fue entonces que recurrió a buscar ayuda con su ginecóloga, quien desde el primer instante mostró solidaridad, apoyo y asesoría.

Casualmente, ese mismo día también conoció al activista Pedro Julio Serrano. “Me acuerdo que estábamos en Plaza comiendo cuando lo vi… agarré a mi muchachito por el brazo y llegué hasta dónde él y le conté lo que nos sucedía. Desde entonces, Pedro Julio nos ha ayudado mucho y nos puso en contacto con la Clínica Trans (Salud) en San Juan”, expresa la madre. Inicialmente, el papá de Chris no se vinculó en el proceso pero, eventualmente, se involucró y ha sido de gran apoyo.

La visita a la clínica fue clave en el proceso de transición física de Chris, quien entró en un tratamiento multidisciplinario. Una batería de especialistas (sicólogos, ginecólogos, endocrinólogos y cirujanos) lo han evaluado durante los último tres años y medio para confirmar que tiene una orientación transexual estable. Los profesionales lo justifican para efectos clínicos y de cubierta de seguro médico con un diagnóstico: disforia de género.

La primera fase de su transición consistió en un tratamiento hormonal a base de testosterona, lo que ha provocado que Chris tenga una voz mucho más aguda y que le nazcan abundantes vellos en su cuerpo.

Todo esto ocurrió mientras el joven cursaba su escuela superior en un plantel donde maestros, trabajadores sociales, orientadores y compañeros de clases no asimilaban el proceso e insistían en seguir tratándolo de “ella”.

“Los maestros, de maldad, me llamaban por mi nombre cuando yo les suplicaba que lo hicieran por mis apellidos… los compañeros se burlaban al pasarme por el lado, buscaban la forma de agredirme, de verdad fue bien difícil porque lo veían como un capricho mío”, lamenta Chris al añadir que sentía que se le revolcaba el estómago cada vez que le incitaban a actuar como mujer.

Pero, la gota que colmó la copa fue cuando una trabajadora social citó a María para hablarle sobre la posibilidad de hospitalizar a Chris en una clínica psiquiátrica pues estaba convencida de que todo se trataba de un desorden mental.

“Ella lo llamó changuería, capricho, déficit de atención, depresión, falta de madurez. Le pusieron 80 mil nombres y muchísimos diagnósticos… al extremo de querer ingresarlo a un hospital y decirle al nene que por su culpa yo estaba en depresión”, manifestó María quien, de inmediato, buscó refugio en la Clínica Trans Salud donde se confirmó que Chris no tenía ninguna condición mental como se sugería en el plantel.

Aunque, Chris trató de ser fuerte, finalmente el abuso al que era sometido en el ambiente escolar lo llevó a desertar un año.

De hecho, entre los hallazgos más severos del estudio de USTS, se destaca que el 40% de todos los participantes de la encuesta intentaron suicidarse en algún momento; esta cifra es casi nueve veces más que el índice de intento de suicidio de la población general en Estados Unidos. Y el 17% de los participantes de la  encuesta confesaron que sufrieron maltratos tan severos como personas trans que abandonaron la escuela.

Fue recientemente que Chris pudo culminar su cuarto año en una escuela alternativa donde todos asimilaron con respeto y dignidad su identidad sexual. Ahora está en planes de conseguir un empleo e ingresar a la universidad a estudiar biología o diseño gráfico.

“Por 15 años tuve la hija más maravillosa del mundo, pero hoy en día tengo el varón más maravilloso del mundo también”, dice nostálgica la madre.

Luego, recorre en su mente todo lo acontecido y reconoce los tropiezos en el camino.

“Pero, no fue fácil… mi hijo fue humillado muchas veces. Y yo como madre siempre lo he querido ayudar. Mi gran miedo es que me le hagan algo. Que me lo agredan… porque en esta sociedad la gente que no está de acuerdo con algo, hace suyo el problema y que lo hieran a él me duele a mi como madre”, expresa María al destacar como ejemplo que hace poco un hombre hostigó a Chris en un baño diciéndole que enseñara lo que tenía entre las piernas porque quería saber “lo que realmente era”.

La progenitora está convencida de que toda la transición que ha tenido el muchacho -no sólo de terapias, sino en los aspectos legales-, serán un tipo de salvavidas para seguir dando la lucha en la batalla por exigir un trato digno en la sociedad.

Ahora vienen nuevas transformaciones. La cirugía de reasignación de sexo es el proceso quirúrgico al que recurren algunos transexuales para armonizar su sexo anatómico con su identidad sexual. No todos los trans lo hacen, pero Chris está encaminado a cumplir algunos aspectos de esta etapa. En unos días, por ejemplo, entrará al quirófano para una intervención de mastectomía.

“Antes me miraba en el espejo y no me gustaba lo que veía, me daba asco. No porque fuera feo, sino porque sentía que no era mi cuerpo, no me pertenecía…. Ahora me voy a sentir más cómodo porque me voy a operar de arriba y no voy a tener que estar usando binder (bandas) y preocupándome que se me nota o no (el busto)”, cuenta entusiasmado quien cuenta con cubierta de un plan médico privado para todo el proceso de tratamiento.

Y es que para Chris -quien tiene novia y vive orgulloso de hablar de su relación estable- lograr mejorar su imagen masculina es trascendental. Sobre todo, por seguridad y para evitar las agresiones del pasado.

“No tengo miedo a ser quien soy, lo que me asusta es la reacción de las demás personas. Creo que lo más difícil es superar ese terror de pensar que la gente sabe o no sabe, de pensar que se dieron cuenta… por eso es que no quiero revelar quién soy. Tengo miedo de que me discriminen”, dice con honestidad.

María coincide que, aunque la diversidad sexual siempre ha existido todavía el tema es un tabú y falta mucho por madurar socialmente.

“Por ejemplo, en mi trabajo tengo gente que me dice que lo que estoy permitiéndole a Chris va contra las leyes de Dios y que no lo debo permitir… yo los ignoro, pero molesta y duele”, relata la madre.