A sus 93 años, doña Angelina Caballero está feliz con su casita remozada en concreto y techo de zinc en el barrio Los Filtros en Guaynabo. Hace unas semanas el programa ReHace, brazo social de la Iglesia Metodista, le quitó el toldo azul a la humilde estructura y la viejita disfruta de volver a oír el sonido de la lluvia cuando choca en las planchas de metal.

“La casa quedó destruida y, gracias al Señor, mire cómo la tengo. Anduve los pasos y enseguida me la arreglaron. Me siento feliz, enseguida me metí en ella porque si no, hubiera estado deambulando por ahí”, expresó.

“Gracias al Señor todo me lo han regalado porque esto yo no lo tenía”, dijo doña Angelina señalando la nevera, los muebles y un sillón reclinable desde el cual conversó con Primera Hora. La acompañaba personal del programa ReHace, que cuenta con donativos de la Iglesia Metodista Unida y con una asignación de la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (FEMA, en inglés) para ayudar en la rehabilitación de hogares afectados por el huracán María.

“Esto (el sillón reclinable) me lo regalaron también y es para la vaguería mía… Cuando me da la gana me siento y así estamos viviendo, pero gracias a Dios no me quejo, porque me han dado la mano”, dijo entre risas la humilde y jovial guaynabeña, quien repetía que estaba feliz con su casita.  “Cuántos no tendrán un ranchito y al menos, uno lo tiene”, dijo.

¿Ya tiene todo en la casita?, le preguntó Primera Hora.

“Algunas cositas hacen falta, pero hay que ir poquito a poco… Ropa de cama es lo más que uno necesita, pero me conformo con lo que hay en lo que se consigue”, expresó.

Nacida y criada en el sector Los Filtros, doña Angelina contó que los terrenos donde se estableció con su esposo “eran libres y aquí cada cual hacía su casita” como podía. “Yo fui poquito a poco haciendo casitas aquí y allá hasta que caí en esta esquina, que de aquí no hay quien me saque… Yo creo que de aquí me sacan pa’ allá, pa’ donde uno no vuelve más”, sostuvo la mujer que enviudó hace 12 años. Tiene siete hijos, nietos, biznietos y tataranietos y contó que lavaba y planchaba para ayudar al sustento del hogar.

“Todos estos montes los recorrí buscando leña. En tercer grado, por el tiempo malo que había, me sacaron de la escuela para que me las buscara para mí misma, para mi ropita y pa’ las cositas... Así era la vida de antes, pero estoy viva, gracias al Señor”, narró doña Angelina, quien reside cerca de sus hijas, María y Lilliam, a quienes el programa ReHace también les reconstruyó sus viviendas.

“Yo también perdí gran parte de mi casa por el temporal. El techo de zinc se me fue por el mismo medio, se me mojó todo y lo perdí”, relató María, la cuarta hija de doña Angelina.

“Me le pusieron plafón, me la pintaron, me dieron mis muebles y hasta compra me han traído. Estoy muy agradecida de este grupo”, dijo con voz quebrada y palabras de elogio para Angélica Cabán Sánchez, quien atendió los tres casos de la familia.

“Todos los días le echo bendiciones a Angélica, porque ella ha sido como un ángel para nosotros. Siempre nos comunicamos con ella”, expresó María.

Su hermana Lilliam, quien vive en otra residencia cercana, también tuvo pérdidas en su casa de madera y zinc. “Las ventanas de los cuartos se me fueron y cayeron en una hoya. Perdí muchas cosas, pero estoy bien agradecida de ReHace. Mi esposo fue el que se movió y gestionó todo esto”, narró la mujer.

Cabán Sánchez, la manejadora de los casos, dijo que atendió primero a José González, esposo de Lilliam, quien les fue referido por FEMA. “Una vez llegamos a su residencia, ellos mismos nos refieren las otras dos casas entre enero y febrero de este año. Las casas estaban parcialmente destruidas, a algunas les habían puesto planchas de zinc, de las que quedaron tiradas en la calle y tenían toldos azules”, detalló.

La directora ejecutiva de ReHace, Glorimar Rivera, dijo por su parte, que recibieron una subvención de casi $22 millones para ayudar a comunidades y reparar templos del United Methodist Comission Relieve, organización sin fines de lucro para el manejo de desastres de la Iglesia Metodista Unida, con sede en Estados Unidos. Precisó que la organización ha aportado unos $22 millones y en 2018, recibieron $8.8 millones de FEMA para el pago de manejadores de casos.  El programa, indicó, tiene una plantilla de 180 empleados.

Explicó que las reparaciones promedian entre $5 mil a $6 mil en materiales y sostuvo que la mayor parte del trabajo se hace con voluntarios. “Hasta el presente, hemos recibido 2,200 voluntarios que han venido de Estados Unidos, trabajan por espacio de una semana y eso nos ha permitido acortar el costo asociado a la labor”, dijo para agregar que además de las reparaciones de las viviendas, el programa incluye la entrega de muebles y electrodomésticos.

Indicó Rivera que desde 2018 hasta el presente han reparado 446 casas y en lo que resta de 2019 esperan completar los trabajos en 150 casas adicionales. “En 2020 la meta es reparar 650, para un total de 1,200 casas”, sostuvo. Añadió que las casas que rehabilitan son en promedio de 900 pies cuadrados, en concreto con techo en galvalum o zinc.

“Hemos impactado -entre los casos activos y los que hemos cerrado- a unas 2,578 familias en 25 municipios”, sostuvo Rivera.