Morovis. “Ya no duermo de noche. Esto es como una pesadilla”.

Nelly Rivera, de 40 años, dijo no haber asimilado aún que perdió la vivienda que, con mucho esfuerzo y tiempo, logró levantar en el sector El Cerro de Morovis.

La casa de madera, cemento y zinc no resistió el embate de los vientos del huracán María que azotaron esta comunidad de la montaña el pasado miércoles.

Rivera, su esposo, Ángel Santiago, e hija, Angelys, buscaron refugio en la residencia de sus vecinos. Desde la ventana, la familia vio cómo -poco a poco- las pequeñas casas salían volando o colapsaban ante la inclemente ventolera.

“Veía que todas las casitas se iban y la de nosotros se quedaba. (La nuestra) fue la última”, dijo Santiago.

La familia intentaba rescatar, ayer, entre los escombros algunas piezas de ropa, alimentos enlatados y los artículos escolares de Angelys.

“Después de llorar mucho, vamos a ver qué hacemos”, dijo Santiago, antes de ser interrumpida por su hija.

“Tenemos que levantar a Puerto Rico para las futuras generaciones que estamos empezando. Tenemos que unirnos como pueblo”, manifestó la adolescente.

La familia regresó, en diciembre pasado, a Puerto Rico desde Pensilvania, a donde habían llegado en busca de empleo.

“Regresamos para esto”, lamentó Rivera.

Mientras, en el barrio Río Grande de Morovis, María del Carmen Figueroa, de 59 años, se lamentaba la destrucción total de la vivienda de su hijo, aledaña a la suya. La pequeña estructura de madera perdió el techo y aún permanece inundada.

Uno de los huecos de la pared frontal dejaba al descubierto las paredes rosadas y la mesita de juegos del cuarto de la pequeña de la familia, de 5 años.

“Es horrible. Ella (mi nieta) le dice al papá que la traigan a ver la casita”, señaló Figueroa sin poder aguantar las lágrimas.

El temor de la comunidad moroveña de Río Grande se agudizó con la aparición de una grieta a orillas de la estrecha carretera.

“Esto está cediendo. Se está socavando el terreno”, indicó un vecino, que no quiso ser identificado.

“Lo que pasó por aquí fue el abuelo del diablo”, abundó.

La esposa del hombre aseguró que el barrio Río Grande es una comunidad olvidada en Morovis. Mencionó, como ejemplo, que -tras el paso de Irma- el servicio eléctrico fue reestablecido en otros sectores de Morovis excepto allí.

Transcurridas más de 72 horas del paso de María, las carreteras de Morovis se encontraban obstaculizadas por árboles, tendido eléctrico o deslizamientos de terreno.

El río Grande se salió de su cauce durante la emergencia y llegó hasta el primer nivel de la propiedad de Ángel Manuel Otero y María Rodríguez. En los bajos de la estructura ubica el negocio La Playita, donde el agua subió hasta dos pies.

“Cuando vimos ese río brincando le dije a mi familia ‘nos vamos porque ese río se va a meter’”, recordó Otero.

Siete miembros de la familia, incluyendo niños, tuvieron que abandonar el segundo piso de la estructura en medio de las fuertes lluvias y vientos de María.

“La casa de mi hija se la llevó el viento. Se lo llevó todo. Ayer, ella caminó cinco horas hasta Orocovis para verla”, relató Rodríguez mientras lloraba.