“Ella está viva, gracias a Dios y eso es un milagro”.

Nadja Panzardi Santiago, de 45 años, es paciente de esclerosis múltiple y está en silla de ruedas desde los 18.

La vecina de Corozal fue diagnosticada con la condición a los 14 años, ya no camina y por eso usa una silla de ruedas.

Primera Hora entrevistó por teléfono a Nadja, que también tiene dificultad para hablar, y a su madre, Ana Hilda Santiago, de 72 años, que se dedica en cuerpo y alma a cuidarla.

“Caí en silla de ruedas a los 18 años. Yo caminé hasta los 18, pero antes, cuando lo hacía, me tambaleaba”, dice Nadja sobre el comienzo de la enfermedad.

“Tampoco podía escribir”, sostuvo.

Su madre interviene y explica que “cuando le diagnostican la condición estuvo seis meses sin poder escribir, pero recuperó. Le han dado como 15 parálisis facial, afectándole la vista y el habla. Eso ha sido paulatinamente porque a pesar de tener esclerosis fue a la universidad y estudio un bachillerato en gerencia de materiales, porque aunque estaba en silla de ruedas tenía bastante fuerza y movimiento”.

Luego, varios años después decidió estudiar leyes, pasando la reválida notarial.

Fue precisamente un día -mientras estudiaba sentada en posición de loto- que se quedó dormida “y se fue para el frente y estuvo así cuatro horas. Eso le causó una rabdomiólisis (descomposición del tejido muscular que ocasiona la liberación de los contenidos de las fibras musculares en la sangre”, indicó Ana Hilda.

Producto de esto tuvo un paro renal y respiratorio, los riñones se afectaron y fue dializada.

Al día de hoy -ya van 25 años- tiene que ser cateterizada porque no puede orinar por ella misma.

“Los brazos los mueve un poquito pero no tiene fuerzas suficiente. A veces la ayudo a comer”, sostiene la progenitora al aceptar que “las cosas que uno tiene no se notan, porque los dolores no se ven. Ella no duerme por los dolores”.

Sin embargo, lo que le da “movilidad” es la silla de ruedas que usa desde los 18 años.

“Yo la bajo a su silla y está prácticamente ahí hasta las 9:00 de la noche. De cada cuatro horas la cateterizo”, sostiene Ana Hilda que aprovecha para pedir ayuda para conseguir otra.

“El llamado de ayuda a la ciudadanía es porque ya esta silla está viejita. El papá la ha arreglado en muchas ocasiones y le ha puesto piezas de todas las sillas que encuentra. Esa tiene un brazo más arriba que el otro porque se va para el lado. Tengo que amarrarla (a su hija) por la cintura para que no se vaya a caer y también por encima de los senos y las piernas con unas tiras que le hice, porque también soy inventora”, dice riendo.

Con ese mismo humor que heredó su hija, Ana Hilda dice que “estudié en la escuela de la vida y soy ingeniera del hogar, porque para ser ama de casa hay que saber de todo”.

Ella se dedicó a criar a sus tres hijas.

Pero además del humor, ambas son dignas de ejemplo de una vida de fe.

“Estoy bien porque Dios me da fuerza todos lo días para poder levantarme y ayudarla a ella. Ella es un milagro de Dios. La fe de nosotros es grande y las oraciones poderosas”, sostiene.

Ahora Ana Hilda le paga a una muchacha, $20 por una hora diaria, para que bañe a su hija ya que ella tiene también problemas de espalda por la mucha fuerza que tiene que hacer.

“Es bien fuerte la carga económica, porque ella también usa pampers cuando tenemos que salir”, sostiene la progenitora al insistir que “hay gente más malita y uno tiene que ser agradecido. Mi hiia puede hablar, sentarte y hacer muchos cosas a pesar de sus condiciones”.

Desde ya agradeció cualquier ayuda que le puedan dar para conseguir una silla de ruedas y también a todos los que “oran por ella”.

Puede enviar su ayuda por ATH Móvil al 787-702-2517.