Varios integrantes de la comunidad sorda en Puerto Rico denunciaron que no lograron entender la conferencia de prensa que la gobernadora Wanda Vázquez Garced realizó ayer para ofrecer detalles vitales de la situación de emergencia que atraviesa el País con los terremotos.

Y es que las personas sordas del archipiélago borincano utilizan el Lenguaje de Señas Puertorriqueño (LSPR) que se distancia del Lenguaje de Señas Americano (ASL, por sus siglas en inglés), que comúnmente utilizan las agencias federales y el gobierno.

“La intérprete aparentaba utilizar el Lenguaje de Señas Americano, pero nosotros, los sordos de aquí, no la entendimos. No se utilizó la gramática del Lenguaje de Señas Puertorriqueño. Debieron haber contratado a alguien que conozca el lenguaje de nosotros. Nos sentimos frustrados porque no entendimos absolutamente nada”, le explico Yarett Piñeiro, una persona sorda, a Primera Hora en una videollamada.

Del mismo modo, César-Gabriel Jiménez Colón, una persona sorda de Ponce, expresó que la interpretación fue una falta de respeto porque perdían “información necesaria”.

“La intérprete no es de #PuertoRico, así pues, ella trabaja para FEMA [la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias] y es de Estados Unidos. Me preguntó: ¿Dónde están los intérpretes? Tenemos intérpretes en la región Sur, Norte (San Juan) y en el oeste que debería avisarles. Por favor, nosotros los Sordos necesitamos los intérpretes de aquí para que lleven el mensaje con el lenguaje de aquí”, escribió en su cuenta de Facebook.

Pero este problema se viene arrastrando desde el desastre ocasionado por el huracán María. Lo que sucede es que el Gobierno nunca ha realizado una investigación exhaustiva para conocer el lenguaje de los sordos en Puerto Rico y sus variaciones en las diferentes regiones.

“En Puerto Rico, aún no se ha establecido una junta que regule el lenguaje de señas. El lenguaje de señas en Puerto Rico no ha sido reconocido ni investigado. No hay investigación. Sí existe el lenguaje de Puerto Rico. Tenemos vocabulario y señas particulares”, destacó la mujer ponceña.

Esto ha creado una incomunicación tremenda con esta comunidad, ya que las agencias federales requirieron al comienzo de la recuperación del huracán María que los intérpretes fueran licenciados. Sin embargo, quien puede expedir la licencia es una junta reglamentadora, que en Puerto Rico no existe.

“FEMA para poder proveer los servicios, los intérpretes tenían que tener licencia. Entonces, van a poner a esa persona que la tiene. Aunque sí esa persona americana conoce el lenguaje, pero no la gramática de Puerto Rico”, expuso Piñeiro.

No saben cómo están los sordos del sur

Aunque el censo de 2010 aproximó que en Puerto Rico existía una población de unas 150,000 personas sordas, estimados –mencionados por Piñeiro– indican que ha aumentado a 250,000. Sin embargo, no existe un conteo detallado de dónde se encuentran.

“Como no hay un conteo, no podemos evidenciar las necesidades que hay”, dijo.

Esta carencia también ha dificultado que, durante esta emergencia con los terremotos, que vienen sintiéndose en el País desde el pasado 28 de diciembre, se sepa con certeza el estado de salud en que se encuentran.

“No sabemos cuántos sordos se han visto afectados. No hemos podido encontrar a todos los sordos. Eso me preocupa. No sabemos cuántas personas necesitan ayuda”, lamentó.

“Antes de hablar contigo, me llamó una persona sorda del sur y no saben lo que está pasando. Le dije que tenía que desalojar su casa. Me enseñó y su casa tiene grietas. Le dije que desalojara”, contó la mujer.

Es por esto que Piñeiro urgió servicios de intérprete de lenguaje de señas en las zonas afectadas por los sismos.

“Es una falta de respeto que sigamos siendo una comunidad olvidada”, sentenció.

La ponceña indicó que ha visitado Guánica y se percató que la “información no está llegando”. Además, se encuentra recogiendo suministros para llevárselos a miembros de su comunidad.

Asimismo, otras personas de la comunidad han realizado distintas iniciativas para llevarle ayuda a los sordos de la zona suroeste. Hoy, por ejemplo, repartirán suministros a la 1:00 de la tarde en el Hotel Costa Bahía en Guayanilla.

“No le dan importancia”

La también profesora en la Universidad de Puerto Rico en Ponce, bajo el Programa de Educación Continua, le exhortó al gobierno a atender la incertidumbre en la que vive la comunidad sorda: en las emergencias y en la cotidianidad.

Primero, realizar una abarcadora investigación del Lenguaje de Señas Puertorriqueño. Segundo, que sea reconocido. Y, tercero, que se cree una junta que regule y certifique a los intérpretes de lenguaje de señas.

“El Registro de Intérpretes para Sordos de Puerto Rico, que es una organización, ha tratado por años que se cree una junta y se ofrezca una licencia, pero los intentos han sido nulos. No nos ponemos de acuerdo. No se le da el espacio a la comunidad sorda. Yo estoy de acuerdo en que hay que pagarles, pero pagarles lo justo. Hay que establecer tablas para que sea equitativo y la Junta debe ser reconocida y aprobada por el gobierno”, detalló.

- ¿Por qué cree que el gobierno, por años, no ha realizado estas investigaciones?, se le cuestionó.

- “Por desconocimiento, entiendo que no le dan importancia”, contestó la también directora de We the Deaf People en Puerto Rico, una organización adscrita a la Asociación Nacional de Sordos de Estados Unidos (NAD, en inglés).

Piden enmendar ley

Piñeiro aprovechó la oportunidad para expresar su inquietud con la Ley 56 del 24 de enero de 2018, que obliga al Departamento de Educación a incluir cursos de lenguaje de señas en el currículo de las escuelas públicas.

¿La razón? La discrepancia entre el lenguaje americano y el puertorriqueño.

“Nos preocupa porque no hay una investigación. El libro de Aida Luz Matos, Aprende señas conmigo, está obsoleto. La última edición fue en los 90. Los únicos libros que tenemos son del Lenguaje de Señas Americano. Nosotros no hablamos el lenguaje americano. Es importante que se investigue el lenguaje en Puerto Rico y para eso se necesitan fondos”, apuntó.

Esta falta de conocimiento del gobierno y sus instituciones sobre las necesidades particulares de la comunidad sorda boricua les dificulta a sus miembros el diario vivir.

“Yo lo vivo todos los días. Se me hace bien difícil obtener los servicios. No hay sensibilidad, no hay un trato equitativo”, manifestó.

Sin embargo, Piñeiro se mostró esperanzada: “Yo creo que en la educación está la fuerza, el cambio”.