Río Grande. En un espacio del barrio Morovis en Río Grande, el que le ceden a cambio de su mantenimiento, Francisco Rodríguez, de 72 años, cultiva anualmente cientos de azucenas reconocidas por su aroma intenso.

Día tras día, entre 6:00 y 7:00 de la mañana, el agricultor se activa para, celosamente, preparar el terreno y que la planta de tallo alto germine sin problemas. No requiere mucha agua, dijo, pero sí un mantenimiento constante para que el crecimiento de la especie, de donde nace la conocida flor, no se vea interrumpido por plantas invasoras.

“Uno la siembra y a los tres meses ya está alta. Es complica’o, la limpieza. No es fácil. Hay que limpiarla a menudo, ya al mes hay que estar limpiando. Hay que estar desyerbando para que el pasto no se acumule porque, si se acumula, hay veces que se le pierde a uno. Solo le echo abono, aquí no se echa agua”, dijo Rodríguez, conocido por su gente como “Cucho” o “Paíto”.

El costo de cada vara o espiga fluctúa entre $1 y $2.
El costo de cada vara o espiga fluctúa entre $1 y $2. (Isabel Ferré Sadurní)

De cada tala, semanalmente Rodríguez obtiene centenares de azucenas que vende a quienes pasan por el lugar en busca de esta distintiva flor de pétalos blancos.

“Yo las vendo al por mayor a un muchacho de allá de Guzmán (barrio en Río Grande) que me compra, pero a cualquiera que venga yo le vendo. Se suelen vender de 100, 200 a 500 mensuales, si es que las cosas están bien, porque a veces no se vende mucho”, dijo.

Y, ¿cuál es el costo?, preguntó este diario. “Depende, hay días que están baratas, hay días que suben, como el plátano. Eso depende, por ejemplo, si hay tormenta y se pierde la cosecha, entonces la próxima que se dé es más cara. Pero, normalmente, la vara está a $1 o $2″, comentó el hombre, que también siembra ajíes en el terreno.

“Pero los ajíes los siembro y el mismo sol los fastidia. Estaban lindos hace dos meses atrás, pero la sequía los afecta. A la azucena le hace falta agua, pero no mucho. La azucena es más fuerte que el ají; al ají sí le hace falta más agua”, destacó Rodríguez.

Vive de los frutos de la tierra

En otros terrenos, y con la ayuda de amigos, el agricultor también cultiva plátanos y jengibre.

“Fui a estudiar a los campos allá afuera (en Estados Unidos), pero después vine y me quedé trabajando con el pai mío. Desde pequeño yo sembraba arando con bueyes... Tengo bueyes…”, compartió.

Y así pasó a presentar a dos de sus cómplices en sus faenas diarias: Pitirre y Brillante, dos bueyes machos imponentes que se mostraban atentos a las instrucciones de su dueño.

También cultiva ajíes dulces.
También cultiva ajíes dulces. (Isabel Ferré Sadurní)

“Es más complica’o arar con bueyes, pero si le coges el golpe, no es complica’o. No se ve mucho, pero aquí hay gente que tiene (arado). Hay dos o tres que somos amigos y vamos a las fincas y llevamos las yuntas de bueyes y lo que nos tomaría una semana, nos toma dos días. Para preparar el terreno, muchos trabajan con máquina, yo no. Yo prefiero trabajar con bueyes”, afirmó el septuagenario, quien realiza labor colaborativa con otros agricultores de la zona.

Mientras, una fiel admiradora del agricultor, su hija Michelle Rodríguez, mostró el orgullo de sus raíces.

“Nos levantaban a las 6:00 de la mañana desde chiquitos y el que no se levantara… Teníamos que ir a recoger ajíes, porque había muchos. Lo que pasa es que la (la actividad en la) agricultura ha bajado, pero nosotros recogíamos sacos de ajíes desde pequeños e íbamos a llevarle desayuno a los trabajadores. (Mi papá) siempre nos hizo conscientes de lo que es la labor de la tierra y lo que había que sacrificarse”, dijo.

Para más información y para obtener los productos de don Francisco Rodríguez, puede llamar al (939) 655-7385.

La finca está localizada en el barrio Morovis, en Río Grande.
La finca está localizada en el barrio Morovis, en Río Grande. (Isabel Ferré Sadurní)