AÑASCO. “This it is Pedro, were free… después de diez días”.

Eran las 12:36 del sábado. Caterina Rachele colocó la mano derecha sobre el hombro de su esposo, inclinó su rostro, se emocionó. 

Los vecinos de La Zumbadora, un alejado sector en el barrio Río Arriba de Añasco, estaban incomunicados desde el pasado 20 de septiembre cuando el huracán María atravesó Puerto Rico.

Durante ese período, solo los más jóvenes -entre ellos Caterina y su esposo, Luis A. Rodríguez- lograron salir en busca de ayuda y alertar a las autoridades que estaban atrapados. 

La lejanía del lugar en combinación con las pésimas condiciones en que quedó el camino complicaba todo. 

Caterina y Luis lograron salir a pie de la comunidad a 48 horas del huracán y estuvieron caminando unas seis horas entre el barro y toda la devastación que quedó en la zona. 

“Hallamos a unos trabajadores y les dijimos que aquí había familias que necesitan ayuda y que nadie sabía de nosotros… regamos la voz”, narró Rodríguez.

Fue el sábado en la tarde cuando máquinas del gobierno municipal abrieron acceso al sector que se llega a través de la PR-109, una de las vías más dañadas por los deslizamientos.

Fueron días difíciles porque la comida y el agua empezaba a escasear, pero el agua de los cocos que cayeron al suelo por el fuerte viento les mantuvo hidratados. 

“El coco aquí ha sido una bendición; hemos tomado mucha agua de coco. Nosotros lo primero que hicimos (tras el huracán) fue salir y llenar una guagua de cocos, de todo lo que había caído”, compartió Pedro Martínez Cifre, cuya casa perdió parte del techo. 

Otros lograron salvar algunas chinas y racimos de guineo que también sirvieron de sustento durante los pasados días, evitando que pasaran hambre y que cayeran en un estado de desesperación, aunque el sábado estaban a punto de rendirse ante la impaciencia. 

Uno de los vecinos a quien se le acababan los alimentos era Wilson Arce, de 76 años, nombrado “El patriarca”. 

La comunidad siempre estuvo pendiente de proveerle comida y curarle unas úlceras que tiene en su pierna izquierda y pie derecho; Arce es diabético y operado del corazón. 

Por los pasados días, los vecinos -entre los que hay dos médicos naturistas- le estuvieron curando las heridas a don Wilson. Ya no tenían gasas, así que cubrían las úlceras con trozos de tela y cinta adhesiva. 

Poder destructor

Elba Iris Rosa y Jimmy González se mudaron desde Toa Baja a La Zumbadora hace 20 años.

Allí les cautivó la tranquilidad que se respira en el sector y la naturaleza que les rodea.

Su casa queda justo frente al río Grande, cuya belleza puede ser tan inmensa como el poder destructor de su caudal. 

“Un poco apagada”, fueron las primeras expresiones de Rosa al visitar su hogar y preguntar cómo estaba. 

Los vientos de María arrasaron con el taller de screens de su esposo, la única fuente de ingreso de la pareja. 

“Todo se ha ido a juste… todo lo tiró al piso, dan ganas de llorar”, agregó González mientras caminaba al taller en la parte posterior de su residencia. 

A casi dos semanas del paso del huracán María, unas 26 familias de las comunidades Miraflores y Piñales de Añasco permanecen incomunicadas luego que las carreteras que dan acceso a sus viviendas quedaran intransitables, confirmó a este diario el director de Manejo de Emergencias Municipal, David Rivera.

En el caso de los residentes en Miraflores en la PR-108, familiares de las personas atrapadas logran acceso peatonal a través del cual les llevan comida y agua.

Obras Públicas estatal trabaja en el área perjudicada la que esperan normalizar pronto.