Ser adolescente es una de las etapas más complejas por las cuales los seres humanos pasan. Es esa etapa donde dejas de ser niño y comienzas a ver el mundo desde otro color.

Llevo años trabajando con adolescentes, por lo que no me es difícil distanciarme de ellos. Comprendo desde la empatía las etapas por las que estos pasan. Les veo en sus ojos sus dudas, cuestionamientos, inseguridades, deseos e ilusiones. No les niego que, como a todo, a veces me desesperan, pero es parte del proceso de trabajar con ellos.

La Organización Mundial de la Salud define la adolescencia como el periodo de crecimiento que se produce después de la niñez y antes de la edad adulta, entre los 10 y 19 años. En esta etapa los adolescentes pasan por cambios físicos, psicológicos y sociales que dan inicio con la pubertad.

Como es propio de las etapas, hay una edad en la que los jóvenes se tornan un poco más complejos y es alrededor de los 14 años cuando sus intereses y gustos van cambiando. A esa edad piensan que sus amigos tienen la razón y todo lo que mami y papi digan les parece “charro”.

Que no cunda el pánico si eres papá o mamá de un joven de 14 años y estás en esta etapa; todo va a estar bien, la cosa cambia.

¿Cómo lidiamos con esta etapa tan compleja? Fácil, primero reconociendo que una vez fuimos adolescentes, tengamos la capacidad de regresar a ese momento de nuestras vidas y pensemos cómo éramos, cómo nos trataron y cómo nos hubiese gustado que nos trataran. Así podríamos comenzar a empatizar con nuestros hijos.

Durante este periodo es importante que las familias conversen con sus hijos sobre temas como drogas, alcohol, sexualidad y respeto a la diversidad.

Estos temas deben ser abordados con seriedad, respeto y, sobre todo, con información para que se trate de manera responsable. De igual manera, hay que invitarlos a que tomen sus propias decisiones. Habrá muchas veces que se equivoquen, pero es parte del proceso, para que de este modo comprendan que la vida se trata de decidir sabiamente.

No se desesperen, aun siendo adultos nos equivocamos con las decisiones que tomamos.

Invítalos a que descubran sus gustos y los potencien, ya sean los deportes, las bellas artes, algo que los motive y les invite a coincidir con jóvenes de su edad y con sus mismos gustos. Y lo más importante: escúchalos, que ellos sepan que su familia está ahí siempre.

Es de popular conocimiento que llevo meses trabajando con los adolescentes favoritos de Puerto Rico, Ocean y Paula. Ellos, nuevamente, me han llevado a acercarme a la adolescencia y reconectar con la misma. Es palpable la diferencia entre uno y el otro, pero los puntos de coincidencia que tienen son demasiados. Esto se hace evidente en la obra de teatro que subió a escena este pasado fin de semana.

Fui testigo de cómo muchas familias se dieron cita en el Centro de Bellas Artes de Caguas, para la ver la pieza “Adolescente la obra”, escrita y dirigida por Carlos Vega. Una obra de teatro que trata la historia de este padre divorciado con sus dos hijos y que, constantemente, es interrumpido por sus vecinos.

Ver cómo el público reaccionaba a cada uno de los momentos de la historia evidenciaba que las situaciones que se presentan son las mismas en muchas familias. Y para eso sirve el teatro, para que este sea un reflejo de la realidad. Me parece que tanto los padres como los hijos se ven retratados en los personajes de la trama.

Lo que empezó como un proyecto de familia, entiéndase de Molusco, Ocean y Paula, mediante el “podcast”, se ha convertido en esa provocación que invita a las familias a sentarse juntos, verse retratados en las conversaciones y luego conversar.

¡Qué gran trabajo están haciendo! Si estás criando a un adolescente, te invito a que vayas al teatro y verás que no estás solo en este proceso.