Tomar la decisión de cambiar la carrera que estudió en el campo de la salud para seguir la pasión que heredó por la agricultura no fue fácil. Pero en febrero de 2017, Nitziliany Guzmán Lafuente se atrevió a arrancar con su primera siembra de plátanos en 23 cuerdas de terreno en Maunabo.

Siete meses después, Puerto Rico recibió el azote del huracán María, que entró –precisamente- por el sureste, arrasando con todo a su paso.

“Esa fue mi primera prueba…”, recuerda Nitzi, como le dicen sus allegados, quien, a pesar de la decepción, decidió continuar “porque ya tenía a cuestas un préstamo”.

Lamentablemente, no fue el único golpe que impactó negativamente su proyecto agrícola. Al huracán María le siguió la pandemia del Covid-19, haciendo más cuesta arriba echar adelante el negocio.

Irónicamente, explica Nitzi, cuando hizo un cambio de carrera, pensó que en la tierra encontraría una manera “más relajada” de ganarse la vida que como tecnóloga médica.

Al mirar al horizonte, Nitzi no solo ve un futuro prometedor para las agriculturas, sino para la industria agrícola local, en general.
Al mirar al horizonte, Nitzi no solo ve un futuro prometedor para las agriculturas, sino para la industria agrícola local, en general. (Ana Enid López)

“Sí, tengo que admitir que esperaba algo más estable, porque he tenido muchos factores en mi contra”, reconoce antes de reafirmar que no se arrepiente de su decisión.

“La agricultura es bien retante”, reflexiona. “Yo creía que sabía (por lo que vio desde chiquita trabajar a su papá), pero cuando decido entrar a la finca fue que realmente aprendí. No es lo mismo mirar, que tener la responsabilidad de algo mío que hay que echar hacia adelante. Había muchos detalles que yo desconocía sobre la siembra y la cosecha, así que tuve que aprender formalmente”, abunda la mujer de 34 años, quien trabaja desde la parte administrativa a la mano de obra. “Aquí yo hago de todo, saco semillas, cargo racimos, corto, cuento…”, reitera.

Ese convencimiento de que está cumpliendo su misión la ha motivado a continuar, a pesar de que la naturaleza no siempre ha estado de su lado. Nuevamente, en septiembre, pero del 2022, perdió la cosecha por el paso del huracán Fiona.

“Nos impactó por los vientos y porque el plátano se afecta mucho por el exceso de agua, porque estamos cerca del cauce del río, por lo que se retiene más el agua y no pudimos prepararnos a la velocidad que teníamos planificado. Así que pasó Fiona y no fue hasta diciembre que pudimos comenzar nuevamente a trabajar la finca”, detalla Nitzi, quien conoce de primera mano el significado de la palabra resiliencia.

Para contrarrestar los cantazos, ella, al igual que su familia, que cuenta con 64 cuerdas de terreno en la Finca Guzmán, han recurrido a las ayudas gubernamentales para, por ejemplo, adquirir maquinaria que les facilite el trabajo.

Además, comenzaron a experimentar con la siembra de plantas de plátano enano, que son más bajitas y por lo tanto, más resistentes a los vientos. Las especies que ocupan la mayoría de sus terrenos son hartón, “que da unos 30 plátanos por racimo”, y maricongo, que da una mayor producción, “40 plátanos o más por racimo”, por lo que resulta de mayor rendimiento y es la favorita de los agricultores locales. El sabor de ambos es similar.

“Ser agricultora en un mundo de hombres es complicado, pero el ver más mujeres frecuentemente dentro de este campo y que nos podamos apoyar, ya sea con información o con intercambio de productos, nos ayuda mucho".
“Ser agricultora en un mundo de hombres es complicado, pero el ver más mujeres frecuentemente dentro de este campo y que nos podamos apoyar, ya sea con información o con intercambio de productos, nos ayuda mucho". (Ana Enid López)

En aras de mantener la producción activa todo el año, la Finca Guzmán también diversificó su siembra, que ahora incluye ají dulce, pimiento verde, recao, cilantrillo y calabaza. Y para vender la cosecha, han establecido un pequeño mercado frente a la finca -en la carretera 901- que está abierta los sábados desde las 10:00 a.m. hasta que se acabe la mercancía. Todas estas movidas han rendido frutos, literalmente.

“Ahora estamos en un momento en el que se vende toda la cosecha. Eso es un aliciente para nosotros. Al puertorriqueño le fascina el plátano de Puerto Rico. Del producto que viene de afuera no conocemos los terrenos, ni los químicos que utilizan para que el plátano se mantenga verde, y se congelan para transportarlos. Todos esos factores no los tiene el plátano de aquí. No usamos preservativos. Por eso, no hay competencia para el producto local”, afirma Nitzi con notable orgullo.

Según explica la agricultora, el alza en el precio del plátano, no solo se debe a la falta de mano de obra, sino al aumento en el costo de los productos que se utilizan para la siembra, como abonos y yerbicidas, algunos de los cuales han duplicado su precio. En la Finca Guzmán solo trabajan Nitzi, su hermano, su papá “y alguna otra mano que cae de bendición y nos ayuda”. En su mercadito sabatino venden el plátano al detal, acabado de picar de la mata, a 50 centavos c/u, un precio mucho más bajo del que se consigue en los supermercados.

Afortunadamente, la prueba más reciente que ha tenido que superar Nitzi como agricultora es mucho más tierna que las anteriores. Hace ocho meses dio a luz a una niña que la alejó un tiempo de la tierra, pero le ha dado nuevas razones para seguir trabajando. Aunque admite que este es solo uno de los retos adicionales que enfrentan las mujeres en esta industria.

“Ser agricultora en un mundo de hombres es complicado, pero el ver más mujeres frecuentemente dentro de este campo y que nos podamos apoyar, ya sea con información o con intercambio de productos, nos ayuda mucho. Es bueno que sigan entrando y que se arriesguen… La solidaridad entre nosotras facilita los procesos”, dice al mencionar, por ejemplo, el apoyo que ha encontrado a través del grupo Agroempresarias de Puerto Rico.

Al mirar al horizonte, Nitzi no solo ve un futuro prometedor para las agriculturas, sino para la industria agrícola local, en general.

“Sí, porque tenemos que seguir comiendo”, explica con simpleza y entre risas, antes de profundizar en su respuesta. “Como país necesitamos tener una agricultura resiliente, que permita que, en caso de situaciones extremas donde el producto de afuera no puede llegar, el agricultor del país pueda responder. La agricultura es algo que toma tiempo, no es de hoy para mañana, tenemos que tener gente que cultive los diferentes productos todo el año y para eso necesitamos tener consumidores dispuestos a apoyar a ese agricultor. Si queremos tener alimentos los 365 días del año, fresco y de calidad, hay que apoyar al agricultor local”.