Wanda Liz Díaz Merced todavía recuerda el momento en que escuchó, por primera vez, el ruido galáctico y, desde entonces, quedó prendada de una profesión que, hasta ese instante, pensaba inalcanzable. La mujer de ciencia quedó ciega a raíz de una condición de salud.

Ese fue el motor que impulsó a la astrofísica gurabeña, de 49 años, a vencer las barreras impuestas por la sociedad, a través de una labor titánica que le ha ganado el respeto de prestigiosas instituciones científicas en Sudáfrica, Japón, Escocia, Francia, Italia y Estados Unidos, entre otros.

Y es que ha sido protagonista en experimentos que evidencian cómo el sonido ayuda a que el astrónomo profesional sea sensible a eventos que, por naturaleza, “son ciegos a los humanos”. A ello se suma su trabajo de zonificación de datos en el medio interestelar, educar sobre las ondas gravitacionales y escribir el primer libro doctoral de astronomía para personas no videntes.

La destacada científica asegura, sin embargo, que a pesar de sus logros se considera “una jibarita” criada entre la barriada Nueva, detrás del Cerro, y el sector Hato Nuevo en Gurabo. La inspiradora mujer es hija de Heriberto Díaz Sánchez, empleado de mantenimiento en una farmacéutica y Luz Eneida Merced, una trabajadora del hogar.

Desde el Centro Nacional Francés de Investigación Científica en la Universidad de París, en donde a diario va descubriendo los secretos del universo, Wanda Liz recuerda el arduo camino que atravesó para llegar allí, mientras no deja de escudriñar los diarios puertorriqueños para conocer lo que ocurre en su tierra natal.

“Siempre me gustó la ciencia. Nosotros (en familia) íbamos mucho a pescar a un muellecito en Humacao. En aquel momento, estaba muchacha (adolescente) y miré para el cielo y vi unos meteoros, unas luces que cayeron del cielo. Me acuerdo como si fuera hoy: era azul verdoso y azul más oscuro. Una cosa preciosa”, relató la también científica de computación.

Siempre que puede, la Dra. Wanda Liz Díaz Merced participa de actividades en la Isla. En esta imagen, junto al profesor Juan Villafañe, de la Sociedad de Astronomía de Puerto Rico, durante la visita y entrega de telescopios en la Escuela Adrienne Serrano de Vieques.
Siempre que puede, la Dra. Wanda Liz Díaz Merced participa de actividades en la Isla. En esta imagen, junto al profesor Juan Villafañe, de la Sociedad de Astronomía de Puerto Rico, durante la visita y entrega de telescopios en la Escuela Adrienne Serrano de Vieques. (Evelyn Díaz Pérez)

Inmediatamente, según contó, quedó fascinada con el espectáculo de luces, mientras que su padre comentó: “Eso son piedras que caen del cielo”.

“Él supo que aquel asombro era sobre el espectáculo que vi… duró poco, como dos o tres segundos. Sentí que él entendió. Yo le estaba asignando un significado místico y él me bajó a la tierra al decir: ‘Eso son piedras que caen del cielo’. Eso se me ha quedado en la cabeza toda la vida”, sostuvo al mencionar sobre el fallecimiento de su progenitor.

No obstante, su interés era estudiar medicina, pero su condición de salud deterioró y quedó ciega.

Confiesa: “Estaba en negación”

“Soy diabética desde pequeña, uso insulina, y mi salud deterioró; perdí la vista. Entonces, como a los 22 años, desarrollé retinopatía diabética proliferativa severa. No me quejaba, porque me podía orientar, pero ya tenía áreas en el ojo a través de las cuales no podía ver”, relató.

La condición, según la Clínica Mayo, “es una complicación de la diabetes que afecta los ojos. Es causada por el daño a los vasos sanguíneos del tejido sensible a la luz que se encuentran en el fondo del ojo (retina)”.

“Entre los 27 y 29 años, me hicieron varias intervenciones con láser. A esa edad, tenía que andar con bastón cuando me sentía insegura. La condición siguió progresando. A principios de los 2000, ya dependía completamente del bastón”, agregó la hermana de Sandra Liz, quien quedó en silla de ruedas por un accidente que tuvo a los seis años.

En ese tiempo, la científica hacía una maestría en la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras y, aunque sus ojos continuaban apagándose, se negaba a contar su situación.

“Estaba en negación, no se lo decía a nadie. Cuando empecé la maestría en Río Piedras, fue mucho más difícil y tuve que empezar a utilizar el bastón. Yo quería ser endocrinóloga, ayudar a la gente utilizando la medicina. Pero estaba perdiendo la vista”, acotó.

“Es un proceso con una misma. No aceptaba tampoco que estaba desarrollando un impedimento, lo cual es mi identidad en estos momentos y la cual abrazo. No veo nada. Tengo 5% de visión residual periferal en un ojo. Pero el centro del ojo está oscuro y no lo puedo usar”, acotó.

Asimismo, aseguró que, su ojo “no ha mutado” y por eso a muchas personas les cuesta creer que “yo no pueda ver”.

Enamorada de lo que hace

Fue mediante una amiga, que la gurabeña supo del NASA’s Radio JOVE Project que “traducía al audio, en tiempo real, las detecciones de un radiotelescopio”.

“Ella me llevó a su casa a escuchar el radiotelescopio y cuando entro, escucho un ruido. En aquel momento, caí profundamente enamorada del medio interestelar y pensé que había posibilidad, si esto se convierte a sonido, yo no tengo que verlo”, confesó al destacar que es practicante de la fe budista.

Wanda Liz estuvo cinco años en la Universidad de Glasgow, en Escocia, a donde hizo un doctorado en el uso del sonido para analizar datos. Su primer trabajo posdoctoral fue en el Harvard Smithsonian.

“Los resultados de mis experimentos revelaron un abismo infinito, una negligencia de parte del campo de la física, astronomía y la matemática. Y mis compañeros de trabajo comenzaron a retomar el tema de la sonorización”, sostuvo.

“De ahí salgo a Puerto Rico, donde me dieron trabajo en una fábrica de paracaídas en Mayagüez, donde le daban empleo a personas ciegas. Pero me llamaron de la Oficina de Astronomía para el Desarrollo, en Ciudad del Cabo, en Sudáfrica. Ahí estuve dos meses y me ofrecieron un trabajo por tres años, donde estaba desarrollando metodología para escuchar los datos. Escuché datos de planetas que están fuera de nuestro sistema solar”, reveló al señalar que luego trabajó en Mitaca, Japón.

Además, laboró para el Centro Gravitacional Europeo en Italia hasta que su mentor, el doctor Stavros Katsanevas, le ofreció trabajar en el Centro de Investigación Científica Francés de la Universidad de París.

Resaltó que, “mi deuda de gratitud con mis mentores es haciendo un buen trabajo”.

“Estoy aquí, en el laboratorio de Astropartículas y Cosmología, estableciendo una base sólida para que la zonificación de datos en el medio interestelar sea finalmente aceptada como un mandato, como un tratado en las misiones y en las prácticas de desempeño que se llevan a cabo en la física y la astronomía”, afirmó.

Su sueño es que “Puerto Rico se convierta en el centro mundial de prácticas multisensoriales en la investigación de la ciencia”.

Además de “continuar con nuestro proyecto familiar en la Isla, a través de la venta de plantas y jabones artesanales, Naturaluz”, el cual comparte con su hermana, madre, su cuñado Miguel y sus sobrinas, Xandra Michelle y Zarah Nicole.