La historia de Alan Álvarez Ríos es contraria a la de un puñado de puertorriqueños que han denunciado públicamente a través de diversos medios haber sido víctimas de explotación laboral, humillaciones y hasta abusos por parte de supervisores en empresas estadounidenses que reclutan gente en la isla para trabajar por temporadas en diversas fábricas, casi todas de procesamiento de alimentos.

Alan quiso contar su historia “preocupado” por la impresión pública que pudiera haber a raíz de las denuncias que, según cuenta, generaron mucha tensión en su familia en las pasadas semanas. Esto a pesar de que era el segundo año que laboraba en Alaska y que su hermano mayor lo acompañaba. 

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“Cuando empezaron a salir las historias mis papás me llamaron bien nerviosos y tuve que decirles que no se preocuparan porque yo estaba bien. Y la mayoría de nosotros estábamos bien”, dice quien consiguió la oferta de empleo a través de una orientación que recibió por parte de otro estudiante de la Universidad Interamericana, en Arecibo, donde cursa estudios de enfermería.

Según cuenta, su primera experiencia en Alaska fue en el 2016 cuando trabajó para las empresas Inletfish (Kenai) y Red Salmon (Naknek). Allí, recuerda, laboró en varias áreas incluyendo desde ayudar a equipar las embarcaciones de pescadores que salían en busca de salmón hasta en el proceso de limpieza y empaque del pescado.

“Al principio fue difícil adaptarme porque son entre 12 a 16 horas de trabajo y, si a eso le sumas que son cuatro horas de retraso comparado con el horario de Puerto Rico, pues era un poco fuerte lograr el descanso. Pero yo sabía que me enfrentaría a eso y estaba mentalizado. Ellos siempre nos advirtieron cuál era el ritmo de trabajo y que sería sólo por una temporada”, cuenta el joven que también cursa estudios de aviación. De hecho, recaudar dinero para pagar las licencias de aviación -las cuales fluctúan entre $10 y $22 mil- fue lo que lo motivó a aceptar el contrato de empleo.

En el 2016, su estadía en Alaska fue de par de meses y logró ganar “limpio” $3,000.

 Alan esperaba un poco más de ganancias pero, según relata, el año pasado -a diferencia de este- no hubo buena pesca de salmón pues las temperaturas del mar eran más calientes. “El salmón sale mientras más fría está el agua... este año nos fue mejor”, destaca sobre la racha de pesca que hubo el pasado mes cuando regresó a Alaska; en esta ocasión a trabajar para la empresa Peterpan Seafood (Dilligham).

“Este año estuve un mes (regresó el pasado sábado) y llegué con $5,000 limpios”, expresa satisfecho sobre el cheque que recibió luego de las deducciones tradicionales y de que le hayan descontado del sueldo el costo de los pasajes a Alaska, los gastos de lavado de ropa y los incurridos en comida. “Todos esos descuentos también fueron advertidos cuando nos contrataron. Ellos nos hablaron claro que sería así”, asegura al agregar que vivía en una habitación con otras tres personas “pero me sentía cómodo”. 

Según el joven, en las dos ocasiones que ha viajado han ocurrido bajas de la matrícula que firma contratación.

“Muchas de las personas que regresan antes de tiempo es porque van con la idea en mente de tener descanso como el que se tiene en un trabajo normal de 40 horas semanales. Y no pueden con el ritmo de trabajo. Otras, simplemente, no se encuentran con lo que esperaban. Y eso se respeta. Y tienen el derecho de regresar cuando quieren porque es un trabajo completamente voluntario”, reitera.

“También quiero aclarar que, en mi caso, en los edificios donde vivíamos habían guardias con armas largas. Pero en ningún momento es para amedrentarnos -como leí en algún lado. Ellos llevan armas porque en esas zonas salen muchos osos. Y ellos lo hacen por seguridad. De hecho, yo vi 15 en este último viaje. Y esos osos se acercan mucho a nuestra área de vivienda”, aseveró al mostrar un vídeo de un oso que encontró un día cerca de la basura de su complejo.