Barceloneta.  Malherido y al borde de un colapso, José Manuel Vázquez Aponte sobrevivió durante varias horas para salvarles la vida a otros.

El joven puertorriqueño de 15 años  fue uno de los cuatro sobrevivientes de un accidente aéreo ocurrido el pasado mes de julio entre las ciudades de Juneau y Hoonah en Alaska.

José Manuel había ido a visitar a su padrino, Humberto Hernández Aponte, quien reside permanentemente en Juneau.

El 17 de julio, ambos abordaron el vuelo 202 de la aerolínea Wings of Alaska, con destino a Hoonah,  acompañados por Sandra Herrera López, madrina de José Manuel, y una cuarta pasajera; iban a la boda de un amigo de la familia.

“Ese día llegamos al aeropuerto bien temprano, como a las 7:00 de la mañana, porque el vuelo salía a las 8:00 a.m.”, comentó el adolescente, al tiempo que recordaba que las condiciones climáticas ese día no eran apropiadas para volar por lo que el  viaje fue retrasado por unas cuantas horas.

“Ya como al mediodía aclaró un poco y salimos. Como a los cinco o seis minutos de haber despegado tuvimos el accidente”, recordó, detallando en plena calma lo ocurrido.

El viaje tomaría 20 minutos,  pero un giro inesperado convirtió la travesía en el día más largo en la vida de José Manuel.

“Chocamos con un pino. Había mucha neblina y mucha turbulencia, pero en la avioneta no se sintió nada raro (previo al accidente)”, explicó.

Según reportes de prensa de Alaska, el accidente ocurrió cuando la avioneta, una Cessna 207, dirigida por la piloto Fariah Peterson, impactó el imponente árbol  en una zona boscosa cerca de Point Howard.

Con el  choque, José Manuel se golpeó la cabeza contra la ventanilla de la avioneta y quedó inconsciente. 

La nave se estrelló desde una altura de más de 1,300 pies sobre el nivel del mar.

Ejecutó su instinto de supervivencia

Tras caer en un terreno cubierto de árboles  y luego de recuperar el conocimiento, el joven se levantó como pudo de entre los restos de chatarra y comenzó a buscar a los demás pasajeros en el denso bosque.

“Estaba aturdido, todavía estaba amarrado al asiento, la avioneta estaba al revés, yo estaba guindando”, indicó.

“Me miré… estaba botando sangre, me dolían las costillas y casi no podía respirar”, dijo.

No obstante, José Manuel se armó de valor y emprendió una heroica gesta en la que socorrió al resto de los sobrevivientes.

“Vi a mi tía (su madrina) en el suelo, estaba debajo del ala. Cogí su pulso”, señaló, al destacar que levantó las piernas de la mujer “para que la sangre fluyera más rápido hasta la cabeza”.

Asimismo, rescató de entre una pila de cargamentos a la otra pasajera, identificada como Ernestine Hanlon-Abel, de 64 años. 

Desgraciadamente, la  piloto  murió al instante de la colisión.

Luego de estabilizar a los demás pasajeros, José Manuel buscó entre las pertenencias los teléfonos celulares y marcó el 9-1-1 en cada uno de ellos. 

La lógica era lograr hacer la conexión desde los distintos dispositivos por si alguno de ellos fallaba mientras esperaban por la ayuda.

Desconociendo la ubicación exacta del accidente, el muchacho  recurrió a una aplicación instalada en el teléfono de su padrino para poder dictar las coordenadas aproximadas a la coordinadora del sistema de emergencias.

Pero la ayuda no llegó de inmediato; durante cuatro largas horas, José Manuel luchó por sobrevivir con cuatro de sus costillas fracturadas y un pulmón perforado.

“Se me hacía difícil respirar, me dolía… pero me quedé dando los primeros auxilios y pendiente a que mi tío (su padrino) ni nadie se durmiera porque pudieron haber recibido algún daño en la cabeza”, sostuvo.

Finalmente, un helicóptero de la Guardia Costera pudo localizar los restos de la avioneta y los sobrevivientes.

Al escuchar al helicóptero aproximarse a la zona, José Manuel llamó la atención del grupo de rescatistas mediante el uso de señales de humo.

En otro momento, utilizó una manta térmica que permitió ser localizado por un segundo equipo de rescate.

Aplicó sus conocimientos

Sin dudas, el adolescente mostró un alto grado de disciplina en momentos de incertidumbre.

Pero los conocimientos empleados por este joven mientras se debatía entre la vida y la muerte  son el resultado de la experiencia adquirida como escucha de la Tropa 24 de los Boy Scouts.

José Manuel lleva tres años como miembro del grupo  y ha sido a través de esta experiencia que ha aprendido las destrezas necesarias para actuar como un héroe en momentos de peligro.

“Él es un chico bien ejemplar. Siempre ha sido bien maduro. Nosotros aquí decimos que tiene 15 pa’ 20”, dijo su madre, Milagros Aponte Navarro.

“Él es mi guerrero porque siempre estuvo en pie de lucha y no se dejó vencer. Es importante que los padres involucren a sus hijos en deportes y en actividades como el escutismo, porque fue eso y la ayuda de Dios  las claves para que se salvara”, manifestó Milagros, tras señalar que su hijo también se destaca como atleta en su tiempo libre.

Le rinden homenaje

Entretanto, el Senado de Puerto Rico le rindió    un homenaje a José Manuel en una actividad que se llevó a cabo en el salón Leopoldo Figueroa del Capitolio.

El senador del Distrito de Arecibo, Ángel “Chayanne” Martínez Santiago, es el autor de la resolución que reconoció el valiente acto de este jovencito, quien también fue proclamado por la Guardia Costera de los Estados Unidos como héroe nacional.

“José aplicó todo lo que aprendió en los Boy Scouts y actuó valientemente ante una situación tan difícil como la que le tocó vivir. Es una verdadero milagro que haya podido sobrevivir por tanto tiempo y que encima de eso haya podido ayudar a los demás aun estando lastimado”, manifestó el senador.

“Para mi es un orgullo poder reconocer lo que hizo este joven. Mientras hayan jóvenes como José, tenemos todavía la esperanza de un mejor Puerto Rico”, concluyó Santiago Martínez.