Brenda Martínez siempre ha prestado el oído a aquellos que sufren de acoso. Máxime, cuando se trata de personas que, como ella, tienen algún tipo de enanismo.

No fue hasta que se acogió al retiro en el 2017, tras laborar 37 años en la industria farmacéutica, que decidió plasmar sus experiencias mediante un blog con la intención de que sus vivencias- ya sean jocosas, abrumadoras o alegres- sirvieran como fuente de aliento e inspiración a los demás. Y no se quedó ahí, pues recopiló estos relatos autobiográficos en un libro que recién publicó, titulado “Mirando hacia arriba”.

“Quise que el libro, además de contar mi vida, llevara un mensaje y tengo citas propias, pensamientos míos y tengo reflexiones también. ¿Por qué? Porque el libro no es solamente para personas con mi condición. El libro puede ayudar a cualquier persona que esté atravesando alguna situación (de acoso), que esté deprimida, porque le dicen gordita, porque le dicen cuatro ojos, porque (le critiquen) …el pelo. Tantas cosas hoy en día con el ‘bullying’ y yo pretendo, pues, tratar de ayudar de alguna manera. Esas reflexiones pueden ayudar a alguna persona que esté pasando por alguna situación a decir ‘yo puedo, yo puedo manejar esto, yo puedo salir de esto, yo puedo salir adelante’”, describió a Primera Hora.

Brenda Martínez espera que su libro, "Mirando hacia arriba", pueda continuar aportando a disminuir opiniones arcaicas sobre personas con enanismo y acabar con las actitudes que menoscaban la dignidad de estos individuos.
Brenda Martínez espera que su libro, "Mirando hacia arriba", pueda continuar aportando a disminuir opiniones arcaicas sobre personas con enanismo y acabar con las actitudes que menoscaban la dignidad de estos individuos. (Carlos Rivera Giusti)

Su activismo por personas con enanismo y su empeño por erradicar los prejuicios sociales contra esta población no es nada nuevo. Hasta hace cinco años, presidió el capítulo de Puerto Rico de la asociación de Little People of America (LPA), ya que también le sirvió como fuente de información, por cuanto fue ahí que conoció que tenía displasia espondiloepifisaria, unos de los 400 tipos de enanismo que existen.

“Desde que comencé ahí empecé a aprender mucho. Algo clave es que cuando yo nacía hacen 62 años atrás no había tanta información médica, no había tanta tecnología, obviamente, y había mucho desconocimiento sobre la condición. No fue hasta que yo tenía 26 años que asisto a una conferencia de LPA y ahí los médicos del LPA me diagnostican el tipo de enanismo que tengo”, relató.

A través de la asociación y ahora con su libro, espera continuar aportando a disminuir opiniones arcaicas sobre personas con enanismo y acabar con las actitudes que menoscaban la dignidad de estos individuos.

“Lamentablemente, en pleno siglo 21, cuando estamos tan adelantados para unas cosas, para otras seguimos súper atrasados. Este es un tema que todavía nos falta mucho como sociedad y la misma sociedad ha sido la causante que sea así”, destacó la bayamonesa quien ahora vive en Orlando, Florida, junto a su hija, Klaudia.

A romper estigmas

Pese a que Martínez aseguró que, a través de los años, la percepción hacia las personas con enanismo ha mejorado, salir todos los días a la calle le garantizará alguna mirada, un comentario y varias burlas. En el campo laboral, también, se palpa este discrimen.

Klaudia, quien también tiene enanismo, es una de las muchas personas que ha sido juzgada por su estatura en vez de sus aptitudes y dotes. Su resumé luego de estudiar técnica de veterinaria le consiguió una entrevista en una clínica, pero fue rechazada porque supuestamente “no iba a poder trabajar con un animal grande”.

"Muchas veces, tenemos que demostrar mucho más que otra persona de estatura promedio que somos capaces que podemos realizar alguna tarea, porque piensan porque somos pequeños no podemos y todo es cuestión de hacer alguna modificación”, reiteró Brenda Martínez, autora del libro "Mirando hacia arriba".
"Muchas veces, tenemos que demostrar mucho más que otra persona de estatura promedio que somos capaces que podemos realizar alguna tarea, porque piensan porque somos pequeños no podemos y todo es cuestión de hacer alguna modificación”, reiteró Brenda Martínez, autora del libro "Mirando hacia arriba". (Carlos Rivera Giusti)

“No era un zoológico donde hay leones y tigres y elefantes, animales grandes. Era una clínica veterinaria regular. Perros y gatos. Y yo digo ¿cómo es posible que ni tan siquiera le dieron la oportunidad de demostrar que sí, que ella podía? Así que, son situaciones que se dan todavía. Ahí es que te digo que uno tiene que demostrar más allá que cualquier otra persona que sí somos capaces”, comentó Martínez.

“La misma sociedad ha llevado al punto en el que se vea la persona con enanismo como algo gracioso. No se nos ve con seriedad, con respeto. Así es que, esa yo te diría es el principal estigma que hay que romper. Muchas veces, tenemos que demostrar mucho más que otra persona de estatura promedio que somos capaces que podemos realizar alguna tarea, porque piensan porque somos pequeños no podemos y todo es cuestión de hacer alguna modificación”, reiteró.

Es precisamente por esto que la lucha de Martínez continúa, pues visualiza una sociedad con mayor aceptación, sensibilidad y conocimiento de las diferencias que nos unen.

“Yo quisiera pensar que sí, que todo este esfuerzo va a crear un cambio rápido. Pero, yo sé que la realidad no es esa. Hay que cogerlo con calma y yo he visto, a través de toda mi vida, ese cambio paulatino”, manifestó.

“Mientras yo pueda llevar un poquito de información y a alguien le sirva, pues estamos haciendo bien”, agregó.

Entre las páginas de “Mirando hacia arriba”, el lector conocerá de los retos que han enfrentado durante su vida, desde la falta de educación sobre el tema, los prejuicios sociales hacia las personas de pequeña estatura, el acoso y las barreras arquitectónicas.

También, el texto resalta la travesía que pasó Martínez por encontrar a Klaudia, que adoptó cuando tenía 11 años. Sin hablar ni una palabra de inglés o español y únicamente dominar el húngaro, ambas forjaron una familia y un hogar, construido con paciencia y mucho, mucho amor.

“Desde joven yo sabía que, si no podía tener hijos biológicos, por la razón que fuera, yo iba a adoptar. Eso siempre estuvo claro. Y, siempre estuvo claro en mí que el niño o niña que yo adoptara tenía que tener la condición también. No era nada fácil. Fue un proceso de, aproximadamente, tres años”, recordó Martínez al asegurar que hoy día son “mejores amigas” y que Klaudia ahora es “más boricua” que ella.