Por su extenso récord de maratones, rutas y caminos recorridos, podría decirse que a Jalil Rodríguez Pérez le apasiona recorrer largas distancias, sea caminando, corriendo o sobre una bicicleta, así que no es de extrañar que decidiera que una buena manera de rendir tributo a su madre fallecida de cáncer era con una caminata alrededor de Puerto Rico.

Y eso fue exactamente lo que hizo este atleta bayamonés de 54 años, quien completó el recorrido alrededor de la Isla en 17 días.

Según narró a Primera Hora, comenzó a caminar desde la rotonda que da acceso al Morro del Viejo San Juan el lunes que siguió al pasado Día de las Madres, de camino al oeste. Bordeó la Bahía de San Juan, primero por los muelles, luego por la avenida Kennedy, la PR-165 hacia Cataño, hasta terminar ese primer día de caminata en el Monumento al Velero, ya en la costa de Dorado.

“El primer día salí tarde, como a las 8:30 de la mañana, en ruta hacia el oeste. Los otros días salía tan temprano como las 5:15 de la mañana, o entre las 6:00 a.m. a 6:30 a.m., en cuanto veía que había claridad y no necesitaba la linterna, además que no había tanto carro a esa hora”, comentó Jalil.

Y así continuó, lo más cerca posible de la costa norte, atravesando Vega Baja, Barceloneta, Arecibo, hasta llegar a Hatillo. Y siguió de ahí hasta Guajataca, y luego hacia Isabela por la carretera del indio, la playa de Jobos, alrededor del aeropuerto de Aguadilla, hacia Rincón, de vuelta a la carretera PR-2 hacia Mayagüez, otra vez a la costa camino a Joyuda y Cabo Rojo.

Entonces al este, hacia La Parguera, Lajas, Guánica, otra vez la número 2 a Yauco, atravesando por momentos por “caminos solitarios”. Atravesó Guayanilla y otra vez retomó la PR-2 camino a Ponce. Luego sus pasos lo llevaron por la costa sur hasta Guayama, donde se le unió su esposa por un par de noches.

En Maunabo lo sorprendió “un aguacero terrible” mientras iba al norte rumbo a Yabucoa, en un día “bien difícil, con los zapatos mojados, subiendo y bajando”.

Eventualmente atravesó los pueblos del este hasta llegar a Ceiba y Fajardo, donde volvió a retomar el camino al oeste, por las costas de Luquillo, Loíza, las playas de Vacía Talega, Isla Verde y Condado, hasta acabar en la misma rotonda de la que partió.

“Fueron 17 días caminando, con mi mochila”, afirmó, recordando que justo el día del aguacero fuerte en Maunabo se cumplían los 10 años del fallecimiento de su mamá a causa del cáncer.

“Todo es en honor a mi mamá, a los pacientes de cáncer”, comentó Jalil sobre los motivos detrás de la caminata. “Para mí es algo a nivel personal. Pienso que nada se compara a todo lo que hacen las madres con uno, te crían, te educan. No importa el trabajo que pase, no es nada comparado con lo que hizo mi mamá conmigo y mis hermanos”.

Comentó que no es la primera vez que camina en honor a su mamá, pues ha participado en otros esfuerzos por crear consciencia sobre el cáncer y solidaridad hacia las personas y familias que lo han sufrido. De hecho, poco después que falleciera su mamá, se unió a una de las caminatas de Raymond Arrieta, aprovechando que estaba de vacaciones y tenía tiempo disponible.

“El año que falleció mi mamá, la hice completa (la caminata) con él, excepto el tramo de Vieques a Fajardo que él hizo en la lancha. Otros años lo he acompañado en algunos tramos, cuando el trabajo me lo ha permitido”, comentó.

Tampoco era su primera vuelta a Puerto Rico, pues ya había hecho ese recorrido alrededor de la Isla en bicicleta, en tres días, en el 2010, luego que diagnosticaran la enfermedad a su mamá, “pa’ botar el golpe”.

Jalil recordó que su mamá era “maestra, ama de casa, esposa” y además los criaba a él y sus cincos hermanos y hermanas.

“Estuvo como 32 o 33 años como maestra de escuela elemental de matemática y estudios sociales. Y de lo que yo recuerdo, todo lo hacía en la escuela, porque en la casa era mamá y ama de casa. Recuerdo que solo llegaba a casa con el maletín de maestra en diciembre o mayo”, rememoró Jalil.

Más allá del homenaje a su mamá, comentó que en el recorrido pudo apreciar aún más la belleza de Puerto Rico, aunque también se encontró, con cosas que lamenta, como la basura y los animales muertos por doquier, o personas que no están dispuestas a compartir la carretera.

“Puerto Rico s precioso, pero le tenemos que dar cariño. Lo más que me gustó fue un atardecer en Rincón, maravilloso, se lo echo a cualquiera. Pero en la carretera, pues hay 60% que reconocen que la carretera hay que compartirla, pero el otro 40% no”, explicó, recordando que ya una vez una guagua “me llevó enreda’o” mientras corría bicicleta.

“Y había mucha basura por todos lados. Pero en particular me llamó la atención, en tramos solitarios, que no había ningún negocio cerca y había basura, cajitas de papitas y todo eso. Yo me decía, ¿pero cómo llegó esto ahí? Mire no sean puercos. Recojan su basura”, lamentó. “Y también muchas iguanas muertas, y perros y gatos también. Hay que darle cariño a Puerto Rico”.

También se encontró con la falta de espacios económicos para pernoctar para quien quisiera hacer una ruta como esa, contrario a experiencias como las que tuvo haciendo el Camino Inca en Perú o el Camino de Santiago en España. De hecho, de esas previas experiencias tuvo la idea de hacer unas camisetas que leían Camino de San Juan.

“Yo soy de Bayamón, y las primeras tres noches mi hijo me fue a buscar, y dormí en casa. De Hatillo en adelante fue en hoteles, menos en Isabela, que dormí en casa de una amistad. Hubo días que caminé sobre 30 kilómetros que es un montón”, relató, comentando que algunos tramos los que tuvo que hacer más extensas para poder tener un lugar seguro en donde pasar la noche y poder descansar.

En el camino, además, no faltó gente que le alentara, situaciones simpáticas y otras emotivas, como le ocurrió en colmadito de Patillas, donde un joven que perdió a su papá por cáncer se emocionó tanto al saber el motivo de su caminata que comenzó a llorar y apenas podía decirle unas pocas palabras de aliento porque “tenía un taco en la garganta”.

De manera que, a pesar de los pies hinchados y las bolsas de agua, Jalil asegura que “fue una buena experiencia, una vivencia. Y tengo el apoyo de mis hijos, de mi esposa, y de mis hermanos, que dicen que estoy loco, pero me apoya”.