Juncos. Sentirse seguro siempre será prioridad para todos, en especial para las poblaciones vulnerables. Pero en estos días en que la mayoría estamos inmersos en celebraciones en las que abunda el calor de allegados, jóvenes en desventaja recibirán el abrazo de la familia extendida que les ayuda a salir adelante en organizaciones como el Centro de Alternativas Casa Ramón.

Instalado en una escuela recuperada en Juncos, Casa Ramón es un multifacético proyecto de la Red por los Derechos de la Niñez y la Juventud, organización sin fines de lucro que lleva 10 años trabajando para “atender, prevenir y erradicar la violencia”, a través de “servicios, abogacía y capacitación y asistencia técnica”.

Casa Ramón -que opera un albergue de emergencia para jóvenes sin hogar-

se originó, según explicó Marcos Santana Andújar, presidente de la Red, luego de los huracanes Irma y María (2017), cuando “empezamos a recibir jóvenes que fueron atendidos en los albergues para sobrevivientes de violencia, y que tenían 18, 19 años y no tenían donde vivir, y habían quedado en la calle”. Otras situaciones posteriores, como el cierre de hospedajes durante la pandemia, exacerbaron la situación, “y nosotros empezamos a documentar el problema. Y así surge Casa Ramón, para atender un problema de jóvenes que no tenían hogar y que son invisibles, porque no están debajo del puente de la 65 de Infantería, no están en la luz. Están invisibles”.

“Al no tener datos, era muy difícil armar un proyecto, conseguir recursos, y los primeros años los dedicamos a documentar ese servicio a través de una línea de apoyo que fue creada en la pandemia. Los jóvenes podían textearnos por WhatsApp, por texto, por Instagram o por llamada. Y así empezamos a recoger datos y fuimos elaborando este proyecto, que para nosotros es una promesa de amor para los y las jóvenes, y creando los servicios a medida de sus necesidades”, comentó Marcos, agregando que se trata del “primero y único proyecto especializado para esta población en Puerto Rico.

Explicó que el perfil que encontraron fue de jóvenes, mayormente de 18 a 24 años, “jóvenes LGBT que sacaban de sus casas; jóvenes que salían del Departamento de la Familia, jóvenes que estuvieron en contacto con el sistema correccional, era custodia de Familia, se buscó un lío legal, estuvo seis meses en Corrección y cuando salió de Corrección, ni le tocaba familia ni le tocaba Corrección; jóvenes embarazadas que sacan de sus casas. Ese era el perfil”.

Además, detectaron que en las zonas rurales “se comportaban bien diferentes” a las zonas urbanas e identificaron que, “donde hay una universidad cerca, hay jóvenes durmiendo en la calle. Eso lo tenemos evidenciado”.

Emibell Chong Trinidad, trabajadora social y directora de programas, junto a Marcos Santana Andújar, director y fundador de la Red Por los Derechos de la Niñez y la Juventud.
Emibell Chong Trinidad, trabajadora social y directora de programas, junto a Marcos Santana Andújar, director y fundador de la Red Por los Derechos de la Niñez y la Juventud. (Josian Bruno/GFR MEDIA)

“Así que empezamos a ver que los jóvenes estaban, muchos de ellos trabajando y estudiando, pero durmiendo en un carro; muchos saliendo del Departamento de la Familia, pero durmiendo de sofá en sofá. Y la gente decía, ‘bueno, pero no están en la calle’, porque están un día aquí y otro allá. Ese es el patrón”, indicó Marcos, agregando que el principal reto es que esos jóvenes no se identificaban como personas sin hogar.

“Decían, tengo donde bañarme, tengo donde dormir, estoy durmiendo en mi carro. Y eso era un gran reto, porque los servicios de personas sin hogar se mercadean como la persona que duerme encima de una caja, en el puente. Así que eso lo identificamos, y por eso es que Casa Ramón tiene todos los servicios que damos”, explicó.

Para la sede de Casa Ramón, pusieron la mira en la antigua escuela Agustín Dueño, una de las primeras que cerraron en la ola de cierres de hace algunos años.

“Aquí encontramos de todo, desde los caballos comunitarios, las mascotas. No obstante, empezamos a habilitar espacio por espacio, con todos los recursos de nosotros. Ahí se unieron fundaciones como la Hispanic Federation, que pudieron invertir, que creyeron en nuestro plan y en las necesidades de la juventud, y pudimos habilitar estos espacios”, comentó Emibell Chong Trinidad, directora de Programas de Casa Ramón.

Y poco a poco la estructura resurgió y ahora cuenta con “un comedor comunitario, un programa de ‘after school’, los cuartos para los jóvenes, un centro de terapias, enfermeros, trabajadores sociales”.

“Lo que tenemos aquí, además de los jóvenes, es un ecosistema de servicios que ha permitido disminuir la violencia en comunidad. Arreglamos la cancha, tenemos deporte, talleres de arte, etcétera. Así que es una sede, un espacio vivo de servicios para prevenir la violencia y para apoyar a los jóvenes, pero también las familias”, agregó Marcos.

Casa Ramón tiene un modelo de servicio voluntario, es decir, no se le impone nada al participante.
Casa Ramón tiene un modelo de servicio voluntario, es decir, no se le impone nada al participante. (Josian Bruno/GFR MEDIA)

Como lugar de alternativas, Casa Ramón, al igual que el centro que tiene la Red en Río Piedras, es un lugar donde los jóvenes pueden ir a bañarse, buscar condones, toallas sanitarias, coordinar pruebas de enfermedades de transmisión sexual, acceder a servicios sicológicos, servicios médicos, trabajadores sociales, y mucho más. Además, tiene el albergue de emergencias, que es para cuando ese joven dice “necesito dormir en un lugar seguro, porque estoy cansada, porque hacen trabajo sexual toda la noche y no tiene donde dormir, en entonces entran al albergue”.

Casa Ramón tiene un modelo de servicio voluntario, es decir, no se le impone nada al participante. “Tú quieres ser atendido por el sicólogo, lo atiende; quieres ser atendido por el trabajador social, te atiende. Y hemos tenido muchos casos buenos, que logran culminar sus estudios, muchos casos que incluso retornan y trabajan con nosotros como pares, como facilitadores pares”.

Sin embargo, no se trata de un proceso fácil, pues a veces el mismo joven, aunque le ofrezcan un techo seguro, no identifica que tenga esa necesidad.

“Pero hay que respetar ese proceso de que, si ellos hoy no quieren dormir en la habitación, yo desde mi posición privilegiada no puedo pensar este joven es un malagradecido que le estoy dando una habitación y prefiere estar en el parking durmiendo en el carro. No, no, es que todo este tiempo su mente ha identificado que ese es su espacio seguro. Yo tengo que respetar ese proceso”, Emibell.

Gracias a ese esfuerzo y dedicación, explicaron, en la línea de apoyo recibieron, tan solo el año pasado, 565 solicitudes de ayuda de jóvenes. De esa cantidad, ubicaron 42 jóvenes en viviendas permanentes, 36 estuvieron en los albergues de emergencia de Juncos y San Juan, y el resto “querían otros servicios aun estando en la calle; quiero hablar con una sicóloga, quiero ir a bañarme, quiero comida”.

Actualmente, a la línea entran en promedio 18 o 19 solicitudes, sea de “vivienda, transportación, estoy en riesgo, alimentos, citas médicas, no sé si estoy embarazada, me agredieron sexualmente y no tengo donde ir, me sacaron de mi casa, ideas suicidas. Eso sucede a diario a través de la mensajería y las llamadas, 18 o 19 llamadas. No damos abasto”.

Por si fuera poco, en fechas como el reciente Día de Acción de Gracias y en el mes de diciembre, “se exacerban las llamadas” y “mientras la gente está de vacaciones, para nosotros se nos triplican las solicitudes de ayuda”. Así que el equipo de trabajo tiene que estar listo para lidiar con ese torrente de emociones.

“Nosotros tenemos un programa de bienestar y autocuidado para nuestros talentos. Hacemos unos retiros donde sacamos a todo el personal de servicio directo para trabajar desde talleres, desarrollo profesional, autocuidado. A todos se nos brindan herramientas para nosotros tener también nuestros procesos de contención, de poder ventilar, de poder manejarnos”, explicó Emibell.

Para Acción de Gracias, en Casa Ramón, tuvieron una actividad de confraternización con almuerzo, “y además de la comida caliente que se brinda, entregamos compras, estamos entregando pavos a los jóvenes y también a las familias”.

“Además de ser un encuentro, es un espacio también para que los jóvenes sigan construyendo esa familia. Queremos que esa vida dura que han tenido, que esa vida en la calle que han tenido, no sea la norma. No queremos que se normalice ese trauma. Lo que queremos que se normalice es la esperanza”, afirmó Marcos.

“La gratitud en Casa Ramón es una acción diaria. Todos los días compartimos la mesa y compartimos la vida también. Y hoy queremos seguir resignificando ese compartirla mesa desde otro lugar, y también integrar a los jóvenes de nuestro programa con las familias de la comunidad, y que sean las familias y los jóvenes que construyan entre ellos nuevas familias”.

Y no debería sorprender que este proyecto se desborde en gratitud, pues, después de todo, su génesis es un gesto de agradecimiento a don Ramón, el papá adoptivo de Marcos, y quien les sirve de inspiración para trabajar “así, como los papás adoptivos, dando amor, dando amor, dando amor, y que, no importa las veces que ese joven lo necesite, nosotros vamos a repetirlo”.

“Siempre vamos a hacer un poquito más, con amor, con alegría, desde la esperanza. Y claro, tenemos que cuidarnos. A veces la gente me dice, tienes que descansar, que se yo qué. Pero para mí esto es una misión de vida que yo no puedo separar de mí. No puedo. Es parte de una promesa. Yo recibí tanto amor de mi papá adoptivo. Y quiero que ese amor que yo tuve de mi papá adoptivo se multiplique”, sostuvo Marcos

“Para nosotros, esto es mucho más que un trabajo. Este servicio que nosotros hacemos en Casa Ramón es una misión que nosotros creemos que es más grande que nosotros. Nosotros creemos que somos un instrumento para que los jóvenes tengan opciones de vida”, insistió.