En su camión, César R. Rosario se paseaba por las calles de su pueblo de Ceiba con güiro en mano y un pito. Así pasaba sus días de trabajo, alegrando a otros y levantando el ánimo de todo aquel que se encontraba en su ruta.

El líder comunitario del barrio El Saco era muy conocido y querido por todos, ya que siempre parecía estar de fiesta. Siempre tenía una sonrisa en su rostro y un ritmo que compartir desde su camión de trabajo.

El ambiente hoy miércoles era agridulce en las calles de su pueblo, las que fueron invadidas por música, bocinas, alarmas, pitos. César ya no conduce su camión blanco y, lamentablemente, ya no toca su güiro ni su pito.

El pasado 13 de septiembre, el hombre de 55 años perdió la batalla contra el COVID-19.

Su familia, amigos y el pueblo de Ceiba se despidió hoy de quien tanta alegría les llevó por tantos años en una fiesta para celebrar su vida que estuvo amenizada por la algarabía que tanto lo caracterizaba.

A este inolvidable ceibeño le sobreviven su esposa Carmen, con quien estuvo casado por 22 años, y sus cinco hijos, dos de sangre, Waleska Rosario y Melanie Rosario, y tres hijos del corazón: Oriani Ávila, Jeidy Huertas y Christian Cruz. Ávila afirma que la muerte de su padre les tomó a todos por sorpresa a pesar de haber estado tres semanas hospitalizado.

Ceiba rindió homenaje al líder comunitario con una caravana que recorrió distintas áreas del pueblo.
Ceiba rindió homenaje al líder comunitario con una caravana que recorrió distintas áreas del pueblo. (Suministrada)

“Estaba vacunado, le pusieron la primera vacuna y estuvo una semana en la casa con los síntomas y de ahí siguió para atrás para atrás. Entendemos que eso fue lo que lo envió para el hospital. En el hospital estuvo tres semanas, dos con oxígeno y una entubado. No lo esperábamos (su muerte); como se había vacunado, pues pensamos que los síntomas no iban a ser tan fuertes si le daba. Pero, nos cogió a todos por sorpresa. No sabemos qué pasó, si era que ya lo estaba incubando o si fue la vacuna. De verdad no lo esperábamos y, aun él estando entubado, seguimos arreglándole el truck porque pensábamos que iba a ser temporero, que él iba a salir, que iba a estar bien. Pero pues… no fue así”, dijo Ávila.

Poco antes de ser hospitalizado, según sus hijas, César estaba que literalmente que bailaba de la emoción porque iba a ser parte de la sección SOMOS PR de Primera Hora, esto debido a que era una figura muy querida en su pueblo. No obstante, el virus tocó su vida y no fue posible entrevistarle en vida, más hoy Primera Hora fue testigo de cómo un pueblo dolido, pero orgulloso de haberle conocido, celebraba la vida de uno de los suyos, tal como él la vivió todos los días.

“Hoy Ceiba pierde una alegría, porque César se movía en las comunidades y fuera de Ceiba. Él representaba lo que representa al verdadero ceibeño: servicio sin esperar nada a cambio. Era una persona que se levanta todos los días en su truck con el pito y el güiro, y daba alegría a los diferentes sectores que iba. Siempre estaba pendiente a todo lo que eran las comunidades”, dijo el alcalde de Ceiba, Samuel Rivera, quien se comprometió con la familia en trabajar los próximos meses con el Centro Comunal del barrio El Saco, “para honrar su nombre y que quede en la memoria como un ceibeño que sirvió a la gente”.

¿Por qué el pito y el güiro?

Según su hija Melanie, de 18 años, César comenzó a tocar una sinfonía y luego pasó a usar el güiro y el pito para acompañar sus días de trabajo. Pero lo que nunca cambió fue su alegría.

Sus cinco hijos lo recordaron como una persona dada a ayudar a sus semejantes.
Sus cinco hijos lo recordaron como una persona dada a ayudar a sus semejantes. (Suministrada)

“El empezó con una sinfonía tocando por todos lados. Para los tiempos de María, él llegaba a la fila de la gasolina y llegaba a casa bien negrito, porque era que tocaba la sinfonía por la calle y ponía un bowl y le ponía dinero como si la gente estuviera echándole chavos. Así iba tocando todo el día. Después de la sinfonía se unió el pito y el güiro”, dijo la menor de sus hijas, quien afirmó que su papá no solo era conocido en Ceiba, ya que su ruta llegaba hasta el norte de la Isla, a donde también llevaba su alegría.

“Él iba a Dorado, San Juan, a donde él fuera a trabajar iba con el mismo ánimo todos los días. Nunca estaba molesto”, aseguró la joven.

Para Oriani, el que su papá fuese tan alegre era el reflejo de lo que había en su interior y recordó cómo tenían que estar constantemente luchando con él para que no las levantara tan temprano con su algarabía.

“No había días tristes para él. En su corazón él era un niño. Lo dejábamos ser, había que dejarlo ser. El año pasado mi esposo le regaló la música que tiene en el truck, fue un regalo de Navidad y ahí sí que se engrandeció más todavía. Ahí lo perdimos. A las 6:00 de la mañana él nos levantaba con la música. Nosotros salíamos de los cuartos a decirle: ‘¡pa’ por favor, son las 6:00 de la mañana!’ “, dijo Ávila, quien recordó que su papá era “super ñoño” con todos sus hijos.

Por su parte, Waleska, la hija mayor de fenecido, describió a su papá como un padre excelente, ya que ella perdió a su madre a los 11 años y él siempre estuvo presente. “Las conferencias de mamá e hijas, eran mamá, hijas, mi papá y yo. Todo en la escuela él siempre estuvo ahí por toditos. Y no era a nosotros nada más, el siempre ayudaba a todos. Si te veía en la esquina, te preguntaba si necesitabas ayuda”, dijo Rosario.

Y es que, además de llevar música, alegría y felicidad, César, en muchas ocasiones, llevaba comida a personas necesitadas en distintas comunidades y en esa tarea le acompañaba su inseparable amigo José Collazo, quien dijo responder al apodo de “Tosco La Maravilla”.

“Me pasaba con él siempre, todo el año. Recogíamos escombros y llevábamos compra a la gente que no podían ir (a comprarla). Él ayudaba a todo el mundo, no le importaba quién fuera. Eso hacía ese caballero”, comentó su fiel compañero.

Sus aventuras por las calles fueron muchas y según “Tosco”, un día con César “era tremendo”.

“Desde que nos montábamos era con la música y llegábamos con la música. Todavía a cada rato lo oigo. Yo llegué a tocar la clave, pero no muy bien y alborotaba, lo dañaba. Así que lo dejaba a él”, dijo Collazo entre risas, no sin dejar de expresar el vacío que le dejó la partida de quien fuera para él más que un amigo.

“Es bastante fuerte, no es fácil. Para mí es malísimo, yo siempre estaba con él. Me pasaba con él desde joven, era más que un amigo”, dijo Collazo.

Los restos de César ya descansan en paz, más su alegría continuará como un legado imborrable en su pueblo de Ceiba.