¡Celos, malditos celos!
La celotipia o celos patológicos es más común de lo que se cree y, según especialistas, el “victimario” no busca ayuda porque asegura que el que está mal es el otro y no él

Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 9 años.
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“Él se inventaba cosas, me prohibía tener amigos varones; las veces que salía tarde de mi trabajo se iba al estacionamiento a velarme. Era una tortura constante”.
Ana Paola, nombre ficticio para proteger su identidad, narró a Primera Hora el infierno que vivió con su pareja por sus celos enfermizos.
La mujer de 30 años confesó que estuvo prisionera durante el año y medio de relación.
“Me cuestionaba hasta las conversaciones que tenía con familiares e incluso entraba al email de mi trabajo a verificar si las veces que no respondía el teléfono era porque realmente estaba trabajando. Lo mismo hacía con los mensajes de textos”, rememora la joven al mencionar que llegó a tener hasta 30 llamadas de su pareja cuando estaba en reuniones.
Ana Paola no podía dar un paso sin su permiso.
“Él nunca me golpeó, aunque sí hubo amenazas; pero las agresiones verbales no cesaban. Luego de cada insulto, la norma era que él empezaba a llorar y a pedir perdón; decía que me amaba, que no me quería perder”, relató.
Las flores luego de cada discusión no faltaban.
“Era un ciclo del que quería salir, pero sentía terror y, fíjate, ni siquiera era tanto miedo por mi vida, era más por la de mi familia, que él sabía que es lo más que me importa”, confesó.
La fémina logró salir de esa relación cuando el individuo la llevó en su carro hasta un área oscura donde la amenazó con golpearla tras asegurar que la vio mirar a otro hombre.
“Ahí me dije: ‘No, tienes que salir de aquí’. Él me tenía anulada, lejos de amistades. Busqué ayuda de gente que me quiere, me desaparecí, cambié mi rutina, bloqueé sus números y lo amenacé con reportarlo a la Policía. No fue necesario porque al cabo de unos días dejó de insistir”, indicó al instar a mujeres que pasan por lo mismo a no subestimar a su agresor.
“No lo creía capaz de asesinar a alguien, pero siempre tuve presente que sus celos podían desencadenar en un delito como ese porque él se cegaba, no razonaba. Gracias a Dios, con lo que hice pude salir de esa relación y recuperar mi paz y mi vida”, manifestó.
Casos por montones
La situación descrita por Ana Paola es más común de lo que se piensa.
Muchos de los pacientes que llegan al Hospital San Juan Capestrano lo primero que le dicen al médico es que no pueden controlar los celos, “sienten que eso se apodera de ellos; es angustia, una preocupación en todo momento”.
Son muchos los síntomas que presentan los que padecen de celos enfermizos, ya sean hombres, mujeres, adolescentes o envejecientes.
Sin embargo, por lo general aceptan que no pueden vivir en paz y que están en un infierno constante.
El doctor Mario R. González Torres, director médico de la Unidad de Adolescentes del Hospital San Juan Capestrano en Trujillo Alto, define los celos como una emoción que ante una amenaza, real o no real de posible abandono, provoca múltiples reacciones.
Cuando se habla de celotipia o celos patológicos, la persona se desvía de lo que se considera “normal” y entra en una conducta disfuncional.
El psiquiatra dice que desafortunadamente no hay datos estadísticos que reflejen cuán frecuentemente ocurren problemas de salud mental relacionados a los celos y que estos no se documentan como un diagnóstico como tal, pero la experiencia clínica sí muestra que es un problema real.
Los celos, que crean unos patrones de conducta o síntomas que provocan dificultades, afectan no solo a quien los siente, sino a quien es celado.
La persona puede tener “pensamientos que están consistentemente en la mente, que le causan una gran angustia y ansiedad... y cuando vamos a ver, este es un patrón patológico”, señaló el médico.
González Torres indicó que los celos tienden a estar presentes de alguna forma u otra en el diario vivir.
Sin embargo, muchos de los que los padecen sufren “de insomnio, depresión; tengan o no base… los celos traen casi hasta unos pensamientos paranoides, donde la persona está en constante observación para ver qué hace el otro, para dónde va, con quién habla; cada vez que suena el teléfono, que hay un mensaje de texto, pues ya están haciéndose imágenes de qué es lo que está pasando, si estará con otra persona, qué le estará diciendo”, sostuvo el psiquiatra de adultos con subespecialidad en niños y adolescentes.
“Se convierte en algo básicamente obsesivo, que en ocasiones genera hasta deseos de muerte: dicen: ‘Para qué estar vivo, prefiero no vivir que estar con este tipo de angustia’. A veces recurren al alcohol o drogas para bajar esos niveles de preocupación”, agregó.
Aclaró que “las preocupaciones tienden a ser un poco distintas entre hombres y mujeres. El hombre usualmente está más preocupado sobre infidelidad, desde el punto de vista sexual, y las mujeres más desde el punto de vista emocional, en términos de los sentimientos, de que esté enamorado realmente (de la otra persona)”.
Pero el impacto de los celos patológicos no solo se refleja en la parte física y emocional de la persona, sino que también puede traerle problemas en el trabajo, en su familia, en cómo manejan a sus hijos; también aplica para la víctima de los celos.
“O sea, que puede tener una secuela bien seria en ambas partes… ”, puntualizó González Torres.
En cuanto a las personas que sufren el impacto de los celos enfermizos, también experimentan “grados de ansiedad generalizada siempre porque sienten que las están viendo, las están persiguiendo, les están buscando información”, sostuvo el experto.
Abre los ojos
González Torres destacó que “la persona (celosa) no necesariamente va a buscar ayuda por sí sola”, ya que en su mayoría los pacientes no aceptan que están mal.
“Lo que hace que quizás vengan es porque la condición se ha vuelto lo suficientemente severa… y cuando existe la posibilidad de un rompimiento real de la relación”.
Otro factor que incide en estas relaciones son las redes sociales.
“También ahí podemos ver todo tipo de conducta asfixiante. Las redes usualmente causan dificultades porque van a estar investigando en todo momento; hay personas que no se atreven a poner fotos ni comentarios porque pueden sentirse que están siendo acosados…”, agregó.
González Torres sostuvo que la diferencia estriba en buscar ayuda a tiempo.
Dijo que es el paciente “el que tiene que decidir salir del ciclo... muchas veces conlleva muchos años de preparación para que una víctima salga de este patrón, de los resultados de estos celos patológicos”.
Por su parte, la educadora para la Salud Pública del Hospital San Juan Capestrano, Ixza Casillas, explicó que “este es un comportamiento, un sufrimiento, una enfermedad que está atada a otra y que no se presentó de la noche a la mañana… Le puedes decir a esa persona: ‘Mira, tú no tienes paz, te pasas llamándola o llamándolo’. La familia, los amigos tenemos la obligación de observar y decir: ‘Esto es lo que está pasando’. Alertar a la persona a que busque ayuda”.