Arecibo. Una veintena de personas, entre amigos y familiares, esperaba ansiosa en la arena de la playa Caza y Pesca mirando hacia las nubes aceradas, cargadas de lluvia.

El tiempo amenazaba con aguar el evento, mientras fuertes vientos alborotaban el oleaje del Océano Atlántico.

Y en eso pasó un avión, y nada. La gente estaba impaciente. Un helicóptero voló bajito y concluyeron que no, esa aeronave tampoco podía ser. 

De pronto, gritos. “¿Son esos? ¡Mira, ahí vienen!”, se escuchó. 

A miles de pies de altura se veían nueve puntitos. De pronto comenzaron a tomar forma, y se distinguían los paracaídas. Abajo, la familia no paraba de llamar y sacar fotos y vídeos.

“¡Wepa, es por aquí!”, gritó un hombre alborozado. El mar rugía y uno de los paracaidistas se acercó peligrosamente al agua para luego dar un viraje brusco y, finalmente, aterrizar en la orilla ante aplausos de varios bañistas que aprovechaban la poca luz de la tarde.

Pero al aterrizar la gente, faltaban los más importantes: los novios. Media hora antes, en el aeropuerto Antonio “Nery” Juarbe, Jasmín Pérez rogaba por un espacio en un avión para cumplir su sueño y, tras intensas negociaciones, logró que los “colaran” pese al mal tiempo. 

Se enfundó en un jumper rojo, sobre el que puso su mochila con un paracaídas rosita. Juan Manuel Ochoa se puso un gabán y luego su mochila, y se encaminaron al avión.

Ya en la playa, al aterrizar, Jasmín se deshizo en lágrimas. Y es que el grupo llevaba las cenizas de quien sería el padrino de la boda que se celebraría horas más tarde, quien falleció hace unos meses. Además, al tocar tierra cayó lejos del grupo, provocando que su hijo corriera desesperado a buscarla. 

Cuando finalmente vio a su prometido, se lanzó en sus brazos y se besaron, provocando aplausos.

“Estoy sin palabras, fue algo precioso”, dijo Juan Manuel a Primera Hora. “Pude compartir el aire y el mar con ella, que es lo más bonito que hay. El salto salió perfecto”, agregó sin aire, pero sonriente, cargando el pesado paracaídas.

“Aterrizamos y estamos vivos”, destacó Jasmín riéndose. “El paracaidismo se lo recomendamos a todo el mundo, te abre el cerebro y te pone bien creativo”, añadió.

De la playa, el grupo se movió al restaurante Salitre en Arecibo, para la ceremonia nupcial, en un día que, para todos, fue inolvidable.

Nervioso, Juan Manuel esperaba porque Jasmín terminará de arreglarse. Vestido de crema y con una orquídea en el ojal, contó que conoció a su amada en el Pozo de Jacinto, en Isabela, hace tres años.

“Yo surfeaba y ella también”, rememoró. “Un día llegó con sus amigos y yo estaba con los míos y le mostré el lugar; te tiras y luego nadas de vuelta o escalas”, explicó.

El destino conspiró a su favor. “Yo subí la piedra porque me gusta, y de pronto oigo ‘¡Juanma, Juanma!’ y era Jasmín, que no podía subir. Ese día se convirtió en mi todo”, recordó con una mirada brillante.

“Es mi amiga, mi roommate, mi amante... y ahora compartimos el cielo”, confió a Primera Hora. “Es una pajarita, empezó a saltar conmigo hace poco y yo llevo 13 años. Tanto que le dije que la convencí”, sonrió.

Y ayer dieron el salto más alto: el del matrimonio, frente al mar bravío y más enamorados que nunca.