Un grupo de vecinos del barrio Piedras Blancas de San Sebastián rescató un plantel escolar que estaba abandonado, con el propósito de establecer un centro de resiliencia comunitaria para enfrentar futuras emergencias.

Allí desarrollaron un abarcador proyecto al que llamaron Centro de Apoyo Mutuo Pepinianos Unidos (Campu) que, desde el 2022, brinda esperanza a decenas de personas de todas las edades que viven en el humilde sector.

Según la líder comunitaria Amarilys Ortiz Muñiz, “esto surgió a raíz del paso del huracán Fiona porque nuestra comunidad estuvo 18 días sin luz y, teníamos a dos personas que se estaban dando hemodiálisis y sus vidas peligraban ante la falta de energía eléctrica”.

“Entonces, empezamos a convocar a la comunidad para organizarnos y a pedir ayuda a las agencias pertinentes en este momento. Luego de eso, comenzamos a reunirnos en mi casa. Así estuvimos casi seis meses, pero éramos como 50 vecinos y necesitábamos un espacio más grande para atender estos asuntos”, relató.

Parte de la tarea que realizaron, de acuerdo con la fémina de 57 años, fue “un censo vivo a la comunidad, yendo casa por casa. Ya tenemos 130 casas censadas y lo que hemos visto es que los estados de vulnerabilidad son, mayormente, en los adultos mayores con crasas condiciones de salud”.

Así las cosas, los vecinos tomaron el control de la antigua escuela elemental Agustín Acevedo Hernández, que estaba en desuso desde el paso del huracán María en 2017.

“La escuela estaba destruida y era algo muy triste para nosotros, porque aquí estudiaron nuestros hijos. Esto parecía una jungla, mucho palo y mucha basura. Entonces, logramos rescatar cinco salones, que utilizamos como punto de reunión. De hecho, nos reunimos los sábados para seguir pintando el plantel y rescatándolo”, recordó.

Entre las prioridades de la comunidad está la capacitación a personas de todas las edades, en respuesta a futuras emergencias.

“Estamos preparando parte del equipo para que, en alguna otra emergencia poder responder como comunidad, lo que muchas veces el estado no puede responder. Tenemos cinco personas certificadas con el curso de CERT (Community Emergency Response Team), y en radiocomunicaciones, que es bien importante”, apuntó.

“Algo que sucedió cuando pasaron los huracanes María y Fiona fue que no teníamos comunicación. Siendo vecinos, no sabíamos qué necesidades tenían de una calle a otra. Pues ya, a través de la radiofrecuencia podemos comunicarnos y nos estamos preparando para eso”, sostuvo.

Hasta el momento, según la líder comunitaria, “hemos dado cerca de 20 talleres donde se impacta directamente la comunidad en diferentes renglones: socioeconómico, cultural, siembra, entre otros. Además, tenemos un huerto comunitario”.

Continúa la labor de aprendizaje

Para la artesana Irene Cardona Morales, quien brinda talleres de confección de hamacas, la experiencia de compartir sus conocimientos con los vecinos ha sido gratificante.

“Yo aprendí a los ocho años con mi mamá, esto ha pasado de generación en generación: mi bisabuela, mi abuela, mi madre y ahora yo que, estoy enseñándole a los demás lo que es nuestra cultura, nuestro arte”, expresó la hamaquera certificada.

“Quiero que ellos mismos aprendan y que puedan tener un medio de aprendizaje que se sientan útiles y que no tengan que ir a otro lado a buscarlo, porque aquí se les enseña gratuitamente, lo que es nuestra cultura y el arte de nuestro país”, insistió Cardona de 57 años.

Por su parte, Miguel Mercado Ramos, de 17 años, confesó que, “para mí, esto representa algo que es digno de admirar, que las personas no se vayan para otro lado”.

Uno de los proyectos comunitarios es el taller de confección de hamacas.
Uno de los proyectos comunitarios es el taller de confección de hamacas. (Xavier Garcia)

“Aquí tenemos las puertas abiertas para recibirlos y ayudarlos, como comunidad activa. Mi deseo es que podamos serle útil. Aquí he aprendido que en familia podemos lograr nuestras metas”, recalcó.

Mientras que Aurora Muñoz Crespo, una estudiante de décimo grado, coincidió en que “la experiencia ha sido buena”.

“He estado ayudando a pintar y poner la escuela bonita. Yo estudié aquí y estoy feliz, porque ahora la escuela está abierta para que la gente venga a ayudar”, señaló.

Entretanto, Ortiz Muñiz destacó que, su deseo es concretar un acuerdo de colaboración con el gobierno para arrendar la estructura, con el objetivo de darle continuidad a los servicios comunitarios.

Lo más gratificante es que todos somos diferentes, pero estamos trabajando sobre lo que nos une, que es el amor comunitario, el sentirnos cuidados y protegidos unos por otros y saber que estamos haciendo algo para que las cosas cambien”, admitió.

Yo no quiero que esos nenes se me vayan para Nueva York a trabajar a una fábrica. Yo quiero crear un ambiente aquí sano, que ellos digan: ‘Me quedo en mi país, produzco para mi país y voy a ser alguien importante para mi familia, cerca de los míos’, insistió.

La meta común, destacó, es convertirse en una organización comunitaria autosustentable, “que podamos tener aquí los recursos que necesita la comunidad”.

“Además, queremos que, eventualmente, la escuela sea un centro de acopio, un centro de fortaleza, un centro de compartir y desarrollarnos como comunidad. Que no estemos solos”, concluyó.