Conducta de niño difícil de descifrar

Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 16 años.
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El pirómano es una persona que siente unos deseos incontrolables por provocar incendios. Ver cómo poco a poco las llamas van aumentando y consumiendo el objeto que ha incendiado le provoca fascinación y placer.
Usualmente, se trata de personas en edades adultas que ya han hecho de esta conducta una práctica común. Los provocan, lo mismo en estructuras cerradas que en pastizales, por aquello de no levantar sospechas.
El psicólogo Alfonso Martínez Taboas establece que el pirómano “sabe lo que hace y lo disfruta”, así que diagnosticar a un niño de tres años con este trastorno podría ser algo innecesario, dijo.
El experto en la conducta humana sostuvo que hay que ir mucho más allá y profundizar en las características que rodean el hogar del infante que el martes en la noche presuntamente incendió la cama cuna donde dormía su hermana de tres años, quien convalece en el Centro Médico de las quemaduras recibidas.
“Un niño que hace eso puede venir de un hogar donde hay un ambiente disfuncional de pareja o un mal manejo de la disciplina”, señaló.
Como psicólogo, dijo, auscultaría también en la relación que tiene el niño con su hermana, ya que la probabilidad de que el varoncito sienta celos o rivalidad hacia su hermana, puede provocar en éste conductas peligrosas, como la ocurrida.
“Existe la rivalidad de hermanos y eso es natural, pero hay que ver la intensidad de esa rivalidad”, señaló.
Martínez Taboas sostuvo que un niño que presenta una conducta tan peligrosa, sin duda tiene problemas de “impulsividad y agresividad”. “Los niños pequeños descontrolados hacen cosas, como herir a otros niños o matar animalitos”, explicó el profesional.
La respuesta del pequeño a las autoridades de que sería capaz de provocar otro incendio, es un reflejo de que éste necesita orientación o intervención psiquiátrica de inmediato. “Es un niño que puede presentar un peligro para él mismo y para otros”, comentó.
El inspector del Cuerpo de Bomberos, Miguel Cartagena, quien ha estudiado el perfil del pirómano, destacó que éste puede alcanzar el punto en que comience a desarrollar incendios con el interés particular de causar daño humano.
Ése puede haber sido el caso de los dos hombres que incendiaron la planta de reciclaje de gomas REMA, en Caguas, caso que “aún estamos tratando de descifrar”.
“Ellos no fueron a robar, ellos fueron simple y sencillamente a quemar”, explicó el también director interino de los Fire Marshalls en Puerto Rico.
“Cuando comienzan a hacer este tipo de prácticas, las comienzan a hacer en áreas pequeñas y a las que puedan tener fácil acceso. Usualmente, son lugares que no les pertenecen, cuestión de que no los puedan identificar”, señaló el inspector, quien ayer evaluó la escena del incendio provocado por el niño.
Al perfil del pirómano se añade que éste no busca remediar el daño provocado. Lo que sí se ha comprobado es que usualmente consume alcohol antes de cometer la fechoría, probablemente para evitar el miedo que le pueda ocasionar lo que está por hacer.
Como regla principal para evitar incidentes lamentables, como los incendios, Cartagena les recomendó a los padres siempre supervisar las actividades de juego de los niños en y fuera del hogar.
Los pequeños, por su inmadurez y falta de malicia, pueden ver la práctica de encender cerillos, comúnmente utilizada para prender cigarillos u hornillas, como un juego e imitarla dentro de su ingenuidad.
“Los niños ven como un juego cuando uno prende un cerillo. Ese efecto de combustión que se desarrolla en el palillo y se sostiene, a los niños de tres años o menos le llama mucho la atención”, explicó.
Es también meritorio cerciorarse de que las cajetillas de fósforos nunca estén al alcance de los niños. “Los niños de esa edad que logran prender un fósforo, regularmente al sentir el calor, lo sueltan y es ahí donde está el peligro y viene este tipo de situación como la ocurrida”, señaló.
Agregó que es importante que cada habitación del hogar tenga detectores de humo y que éstos no sean de baterías, pues éstas pueden perder la carga y no servir de nada. “Aquí la clave es la supervisión y estar monitoreando a los niños”, sostuvo el experto.