Once tiros, pero de pie.

A Ángel Luis “Pedrito” Pantojas Medina le pegaron 11 tiros y lo dejaron morirse en la orilla del caño Martín Peña vestido sólo con calzoncillos, pero en su velorio en Quintana se hizo exactamente lo que él había pedido por años: estuvo parado, sin ataúd, con su ropa favorita.

Podría ser un mensaje a sus enemigos de que, literalmente, seguirá en pie no importa qué le suceda; o podría sólo ser la fijación de un joven de 24 años que vivía en un ambiente en el que sabía que la muerte lo acecharía en cualquier momento.

De cualquier modo, el deseo final de Pantojas y su insistencia en ser “único”, como lo describió su familia ayer en el edificio 47 del residencial Juan César Cordero, acaparó la atención que no recibió su asesinato, uno de tantos que acaban con los jóvenes de Quintana y otras áreas deprimidas de la capital.

La actitud hacia la muerte en el residencial es de resignación, como si el fallecimiento de un joven de 24 años fuera lo más común del mundo. Y allí, en realidad, lo es. El 40% de los cadáveres que atiende la funeraria del barrio son de jóvenes entre los 18 y 24 años, dijeron ayer sus propietarios Moi y Damaris Marín.

Por eso Pantojas había visitado la Funeraria Marín varias veces, la última de ellas cinco días antes de su asesinato la madrugada del viernes.

“Él en su tiempo libre se iba a la Funeraria Marín y les decía que si le pasaba algo algún día, quería que lo velaran de pie”, dijo la madre de Pantojas, Myrna Medina, sentada frente a la unidad donde el cuerpo de su hijo pasó el fin de semana amarrado a la pared para que se mantuviera de pie.

La prima de Pantojas, Rosa Castellano, explicó la insistencia de “Pedrito” en ser velado de pie.

“Es como cuando los nenes son chiquitos y dicen, ‘cuando yo sea grande quiero ser maestro’, pues él decía que cuando se muriera que lo velaran parao’”, dijo.

A Pantojas, quien dejó a un niño de tres años -Ángel Jeril-, fueron a verlo miles de personas, incluso jóvenes de otros residenciales que no lo conocían pero que, según los familiares, le tomaron fotos al cadáver y comentaban fascinados lo ingeniosa que les resultaba la idea.

Los propietarios de la Funeraria Marín explicaron que el cadáver fue embalsamado en un trabajo “poco común” y que, una vez en la casa, se amarró a la pared por la cintura, el torso y se sujetó la cabeza.

El cadáver fue llevado al residencial en camilla la tarde del sábado y se removió ayer para colocarlo en un ataúd y enterrarlo en el cementerio Los Cipreses de Bayamón.

Algunos que fueron a verlo en el residencial -vestido y parado- se asustaron y otros pensaron que era un maniquí, dijo su madre, quien estaba triste por el fallecimiento de su único hijo varón, pero al mismo tiempo complacida porque el velorio de pie “era la voluntad de él y se hizo su voluntad”.

Los familiares, que lucían camisetas que decían “Pedrito, siempre estarás en nuestras mentes y nuestros corazones”, aseguraron que Pantojas no estaba metido en el trasiego de drogas y no sabían cómo explicar la muerte.

Diferentes ángulos investigativos

El teniente Eddie Hernández, director de la División de Homicidios de la Policía en San Juan, afirmó que, aunque no se descarta que la matanza esté relacionada con el narcotráfico, podrían haber otros ángulos porque la forma en que se halló el cadáver -sólo en calzoncillos marca Jockey y tirado a orillas del caño Martín Peña- podría deberse a que haya estado “en casa ajena”.

Según el informe policiaco, la matanza sucedió a las 2:37 de la madrugada del pasado viernes en la barriada Buena Vista, debajo del puente de Cantera. Tenía 11 impactos de bala, cuatro de ellas en la espalda.

Ayer, sin embargo, la madre de Pantojas y otros familiares preferían hablar del velorio y mostraban sus fotos, tanto las de vivo como las de muerto.

“Él siempre lo decía”, acotó su madre, “que quería morir así”.

Y la prima de Pantojas agregó: “Logró lo que él quería. Está muerto, pero haciendo historia”.