De Vega Alta a Melbourne, así es la vida de esta boricua en Australia
Descubre cómo Mariela Soto ha mantenido viva su puertorriqueñidad al otro lado del mundo.
PUBLICIDAD
Nota del editor: La serie Boricuas en la Luna destaca las historias de los puertorriqueños que han extendido las fronteras de la Isla al establecerse por el mundo, cargando con nuestra bandera, cultura y tradiciones.
---
Recién graduada y con el deseo de explorar el mundo, una boricua del barrio Cerro Gordo, en Vega Alta, emprendió en 2002 un viaje que la llevaría a cruzar el océano Pacífico. Su destino: Australia. Un país que, con el tiempo, la cautivó de tal manera que terminó convirtiéndose en su hogar durante los últimos 23 años.
En una entrevista videotelefónica con Primera Hora, Mariela Soto compartió, desde la ciudad de Melbourne, en el estado de Victoria, su experiencia de adaptación en una cultura tan diferente a la de su Puerto Rico natal. Además, reveló cómo ha logrado mantener viva su conexión con la Isla y cómo sus hijos han desarrollado un profundo amor por la tierra que ella nunca ha dejado de llevar en su corazón.
Un viaje inesperado
“Ya había vivido en Arizona, a lo mejor eso me estaba preparando para irme más lejos. Pensaba que Arizona estaba lejos de Puerto Rico, pero Arizona no es nada comparado con Australia”, comentó Soto sobre su experiencia. “Me quedé impresionada y fascinada por la diferencia: la vegetación, la fauna, la sociedad, una mezcla que nunca había visto. Yo he ido backpacking en Europa, pero aquí es tan diferente”, agregó sobre su llegada al sexto país más grande del mundo, situado a más de 16,000 kilómetros de Puerto Rico.
Soto realizó su bachillerato en Humanidades en la Universidad de Puerto Rico, recinto de Río Piedras, y luego continuó sus estudios de posgrado en la Arizona State University, en Tempe, Arizona. Fue en ese estado donde conoció a su compañero de vida, el arqueólogo Ilya Berelov, padre de sus dos hijos, Nicolás (nacido en Australia) y Augusto (nacido en Arizona), de 21 y 18 años, respectivamente.
“En el 2002, terminé mi maestría en Arizona. Fue entonces cuando conocí a Ilya, quien vino por tres meses a trabajar con un supervisor, y su esposa era profesora mía. Empezamos a salir rápido y, un día, él me dijo: ‘¿Por qué no vienes a Australia y pides una visa de turista?’. Y eso fue lo que pasó, llegué y conseguí una compañía que me auspició y empecé a trabajar", recordó Mariela.
En 2002 se mudó a Australia, pero entre 2004 y 2008 vivieron en Arizona, donde ella realizó su doctorado. Desde 2008, ha vivido en Australia sin haber vuelto a mudarse a otro lugar.
“No fue hasta que regresé en el 2008 que me tomó como dos años engranar completamente. Primero me sentía como una observadora, pero poco a poco me fui sintiendo con más confianza, más integrada”, comentó.
La vida en Melbourne
Mariela destaca varias características positivas de su estancia en Australia, como la calidad de vida, la seguridad, el transporte público accesible y la actitud relajada de los australianos.
“Es una ciudad grande, y sí, tiene sus momentos de ‘rush hour’, pero el ritmo de vida es más lento. Cuando la familia nos visita, se quedan impresionados por lo fácil que es moverse de un sitio a otro. La gente es ‘chill’, relax, y eso nos encanta”, señaló.
Aunque Melbourne es conocida por su clima impredecible —con las cuatro estaciones en un solo día—, Soto disfruta del contraste que ofrece el país. " Melborne es una ciudad que hace frío, puede el mismo día llover, calor… No tiene nada que ver con el Outback que dicen y toda esa imagen que uno se pinta con Australia. Por eso mismo nos encanta hacer camping e irnos de roadtrip para conocer y ver los paisajes diferentes que tiene Australia", comentó.
Profesora en RMIT
Desde 2014, Mariela trabaja como profesora en el Royal Melbourne Institute of Technology (RMIT University), en Melbourne, donde imparte clases de ciencias. “Doy una clase de teledetección, remote sensing, usando satélites para mapear cambios que ocurren en la superficie terrestre, como, por ejemplo, mapear fuegos que están ocurriendo, deforestación, reforestación y cosas así. También doy una clase a estudiantes que están empezando a estudiar ciencias. Tengo 500 estudiantes y ahora estoy poniendo las notas porque el semestre se termina aquí. Aquí el año calendario empieza en febrero y terminamos en octubre. Así que ahora estamos terminando el primer semestre”, compartió.
El dolor de la distancia
Uno de los aspectos más difíciles de vivir tan lejos de su tierra natal es la distancia con su familia. Mariela recuerda con dolor cómo, durante la pandemia, perdió a su padre a causa del cáncer. “Aquí tuvimos el lockdown más grande después de China. Estuvimos casi un año completamente encerrados”, relató.
“Durante ese tiempo, a mi papá le dio cáncer, vivía en Puerto Rico y falleció. No pudimos ir. Ese fue de los momentos más difíciles, que me he sentido más lejos, aislada, que me he sentido: ‘wow, no puedo hacer nada’”, agregó.
Ese dolor hizo que cada oportunidad de viajar a Puerto Rico tenga un valor aún mayor. “Fuimos a Puerto Rico estas navidades y ellos [sus hijos] no habían ido hace siete años, por todo lo del COVID. Fue un viaje bien lindo porque los nenes ya cuando fuimos ahora tenían 18 y 21 años y los nenes fue como para ellos descubrir, redescubrir sus raíces. Ahora están hablando español, ahora solo me hablan en español, ahora es como que el amor de Puerto Rico y quieren irse a Puerto Rico, fue bien chévere en ese aspecto y de hecho el chiquito decía: ‘ay, ahora yo entiendo más a mi mamá y ahora yo entiendo por qué es como es’“.
Un pedazo de Puerto Rico en Australia
Como muchas familias caribeñas, los Berelov-Soto disfrutan de la gastronomía y la música, pero también de las actividades al aire libre, como acampar, correr bicicleta, esquiar y surfear. “Es algo que me encanta, estudié geografía, me encanta viajar y conocer cómo vive la gente en diferentes sitios y a los nenes le gusta eso”, explicó Mariela.
El amor por la naturaleza también se refleja en su decisión de comprar un apartamento en Queensland, en el norte de Australia, una zona que le recuerda a Puerto Rico. “Honestamente se parece tanto a Puerto Rico, tiene cañaverales y flamboyanes. Eso es algo que a mí me fascina y extraño, es como un pedacito de Puerto Rico, pero en Australia”, contó.
¿Un chinchorro en Queensland?
Aunque no hay restaurantes puertorriqueños en Melbourne, Mariela se asegura de que los sabores de su tierra siempre estén presentes en su cocina. “Aquí se come súper bien, pero no consigo nada que tiene que ver con la comida puertorriqueña. De hecho, uno de mis sueños es, cuando me retire, abrir un quiosquito en Queensland y vender ensalada de pulpo, porque no hay nada como eso, no se consigue nada así aquí. Todo lo que hacen es fish and chips”, comentó entre risas.
Además, encontró una pequeña satisfacción al conseguir semillas de acerola, su fruta favorita. “Llevo tiempo buscando aquí, a ver si puedo sembrar un palito de acerola para ver si puedo tener mis acerolas. Voy a hacer ese experimento a ver si crecen. Eso sería increíble”, agregó.
La familia también ha podido disfrutar de conciertos de música latina, aprovechando la creciente popularidad de este género en Australia. “A los australianos les encanta la música latina. Hemos visto a El Gran Combo dos veces, hemos visto a Juan Luis Guerra, a Willie Colón”, entre otros más, dijo.
¿Eres o conoces de algún boricua que vive fuera de la isla y quiere contar su historia? Escribe a historiasph@gfrmedia.com.