Un reciente estudio de la organización ABRE Puerto Rico sobre el rendimiento académico de escuelas arrojó unos resultados que podrían considerarse, cuando menos, curiosos, pues más que las condiciones físicas del plantel, su localización o la disponibilidad de recursos como la tecnología, serían otras las piezas claves para que demuestren un mejor desempeño como, por ejemplo, la capacidad y compromiso del director escolar para dar “la milla extra” o el grado de participación de los padres.

Para este estudio, ABRE seleccionó siete pares de escuelas, con condiciones similares en cuanto a localización, tamaño, población a la que atienden y otros factores, con una de ellas calificada como una escuela de bajo rendimiento y la otra como de alto rendimiento tomando como base sus resultados en las pruebas META.

Aunque se trata de un estudio diferente en su enfoque, no es la primera vez que ABRE analiza las escuelas, pues por años la organización promotora de transparencia ha estado investigando y emitiendo un informe sobre el desempeño académico, en base a las pruebas estandarizadas, cuya información está disponible al público en el portal de “ABRE Tu Escuela”.

Sin embargo, explicó Kevin González, director ejecutivo de ABRE, ese informe de desempeño académico se limita a los resultados en las pruebas estandarizadas y no toma en cuenta otros de los muchos factores que pueden incidir en la escuela. Así las cosas, ABRE decidió investigar “por qué hay escuelas que tienen A y otras que tienen F, aunque tienen las mismas circunstancias”.

“Una respuesta típica es que esta escuela está mala o sacó F, porque está en un área pobre o porque los niños que sirve son de una comunidad de alto conflicto y violencia. Queríamos entender si eso genuinamente era así”, comentó González.

ABRE buscó entonces escuelas a través de todo Puerto Rico, con excepción de la zona sur, por la situación atípica que provocó la secuencia de terremotos del año pasado, y planteles “con las mismas condiciones socioeconómicas, del mismo nivel de ingreso, la misma área geográfica, que no estén muy lejos (una de otra), y asegurarme que una tiene A y la otra F” en términos del desempeño con las pruebas meta. Asimismo, se tomó en cuenta que fueran grados similares, matrícula similar, entre otros factores, de manera que se pudiera “comparar chinas con chinas”. Finalmente identificaron siete parejas de escuelas elementales que cumplían con todos esos requisitos en Aguadilla, Arecibo, Barranquitas, Caguas, Carolina, Humacao y Loíza.

ABRE preparó cuestionarios específicos para directores, maestros y padres, con miras a “cubrir toda la población o grupos de personas que inciden sobre la escuela”, tomando en cuenta además que la escuela también ofrece otros servicios para la comunidad, como proveer alimentos, servir de centro de acopio y refugio en momentos de desastres o centros de votación en elecciones.

Y aunque se trata de un estudio de caso y no del universo de las más de 800 escuelas, en opinión de González, los resultados levantan dudas sobre muchas de las ideas prevalecientes en torno a qué determina el buen o mal desempeño de una escuela y ofrecen unas tendencias que ameritarían explorar el asunto más a fondo.

Por ejemplo, el asunto de la pobreza e infraestructura no parecen ser tan determinantes como se creía e, incluso, podría invertirse mucho dinero y poner salones nuevos con la tecnología más moderna, “y la escuela probablemente va a continuar con un desempeño igual al que tenía previo a esa inversión si se mantienen el resto de las circunstancias constantes”. En contraste, un elemento que sí parece ser “medular en lograr mucho del cambio o la mejoría que se percibe en muchas escuelas” es el desempeño del director o directora de la escuela.

Una figura clave

“El director escolar es esa figura que el estudio destaca; las escuelas de mejor desempeño tienen directores altamente proactivos. No quiero usar la palabra mejor o peor, sino que son directores bien proactivos”, comentó González.

Un ejemplo bastante claro de esto es la pareja de escuelas de Carolina, según detalló Vanesa Torres, directora de operaciones de ABRE.

“Esas las pudimos visitar las dos, justo antes de la pandemia. Puedes ir caminando de una a otra. Reciben estudiantes de cuatro caseríos, dos barriadas y una urbanización; son las mismas barriadas, los mismos caseríos y la misma urbanización. Y una (escuela) está entre las primeras y la otra entre las últimas. Y el factor diferenciador es el director o directora”, explicó.

Según pudieron observar, en aquella escuela cuyo director que se limita a cumplir lo que indica el Departamento de Educación (DE), el desempeño tiende a ser más bajo que en aquella escuela cuyo director “va mucho más allá”.

“Hay directores que hacen fund raisers para levantar dinero; hay directores que sacaron hasta préstamos personales para arreglar circunstancias de las escuelas; hay directores que utilizaban recursos de su familia y los ponían a trabajar; hay directores que se encargaban activamente de decir, ‘yo quiero un enlace con la comunidad y búscame al líder de la comunidad y tráemelo a la escuela y dile que nos ayude a construir esta verja porque nos tenemos que enlazar’. Eso no es algo que se lo exige el DE. Pero esos directores que demuestran esas características proactivas, consistentemente sus estudiantes salen muchísimo mejor que aquellos que se limitan a un rol un poco más fácil”, explicó.

Entonces, tomando en cuenta que para efectos de política pública es prudente encontrar “la solución que con la inversión más baja me deja el mayor retorno”, pues “esos directores pueden ser ese baluarte, que hasta cierto punto han estado bien rezagados en la discusión pública”.

“Hay una percepción de que el director es esta figura administrativa que se dedica a cumplir con procesos burocráticos, a manejar el día a día de los estudiantes y los maestros, cuando toda la experiencia que hemos recogido en este estudio demuestra exactamente lo contrario”, detalló.

En ese punto, señalan, surge otro tema no menos relevante, que es el grado de autonomía con la que opera la escuela. Y una vez más, sostienen, aquellas escuelas en que el director ejerce esa autonomía -sea con una actividad de recaudación de fondos, una tiendita que es una cooperativa para recaudar fondos y sufragar proyectos como puede ser la construcción de un gazebo- consistentemente arrojan un mejor desempeño escolar.

Y aunque algunos quizás no vean la relación directa de un director proactivo y los resultados en una prueba, “la realidad es que esos directores cuando tienen esas características, también le dan mucho énfasis a las pruebas y también desarrollan sistemas para que los nenes salgan bien”.

Al momento, sin embargo, esos esfuerzos proactivos ocurren “en la informalidad”, no están documentados y “no son uniformes”, pues se trata de “inventos creativos” que en su contexto funcionan.

Tomando en cuenta esa revelación del director como figura central, el estudio miró a las experiencias en otras jurisdicciones y notaron que en muchos lugares, el director cuenta con un asistente o subdirector que le apoya para poder ejecutar mejor. De hecho, esa figura de asistente es una de las recomendaciones del estudio y podría ser mejor si se trata de alguien con más experiencia administrativa que magisterial.

Paradójicamente, en el estudio se reveló que en la actualidad prácticamente no hay incentivos para el director por su buen desempeño y, por el contrario, si la escuela sale mal en las pruebas, el DE otorga más fondos a esa escuela para que mejore.

El estudio también reveló que aquellos directores con más tiempo en el DE, con más tiempo dentro de la escuela y con mayor grado de educación en términos de su formación, sus escuelas tienden a tener mejores notas en términos del desempeño académico de sus estudiantes. Con todo eso en cuenta, se podría modificar el perfil de reclutamiento del director y producir cambios positivos para las escuelas.

“Tenemos un ‘COVID’, que es el mal desempeño del sistema de educación, y la vacuna parecería ser los directores”, insistió González.

Más allá del director, el estudio observó que aquellos maestros que tienen una mejor educación o grado de formación más alto, y que también tienen más tiempo dentro del DE tienden a tener mejor desempeño en la escuela.

“Hay conformismo”

En cuanto a los padres, el estudio observa que, como era de esperarse, el nivel educativo de los padres “afecta muchísimo”. Sin embargo, no menos relevante es el nivel de involucramiento de los padres en la educación del niño o niña y su relación con la escuela.

“Tu papá o mamá puede ser un genio, pero si no se envuelve en el tema educativo, no se logra mucho. Y ahí nos sorprendimos porque hay un alto grado de conformismo. Los padres, de los análisis que hicimos, se sienten en términos generales bastante satisfechos con el desempeño académico de sus hijos, a pesar de que el desempeño en las pruebas es bajo. Eso llama muchísimo la atención, pero lo que te dice es que los papás se sienten cómodos con pensar que llevan a sus hijos a la escuela, los recogen, y que allí están aprendiendo algo. Hay un conformismo, un muy bajo nivel de expectativa y de exigencia al DE”, detalló González, resaltando que eso ocurre incluso cuando Puerto Rico tiene la peculiaridad de que un padre puede elegir la escuela a la que envía a sus hijos.

No obstante, el estudio indica que en la medida que los padres se involucran más en la educación de sus hijos, “mejora sustancialmente el desempeño” de éstos.

“Al final, lo que estamos hablando es que aquellas escuelas que en combinación con los padres, los directores y los maestros dan la milla extra por todos lados, van a garantizarle el mejor futuro académico a esos muchachos. No es solo un buen maestro con un buen libro, no es solo tecnología, pizarras bonitas e infraestructura perfecta, es mucho más complejo. Está probado que, aunque estés en condiciones de infraestructura no perfecta, si tienes estos buenos sistemas de apoyo y tienes buenos directores, la escuela de todas formas puede salir bien en su desempeño”, resumió González.

Este estudio de ABRE fue posible gracias a la colaboración de la Fundación Colibrí y la Walton Family Foundation.