Cuando hace cuatro años le entregaron las llaves de la que sería su casa y subió hasta la terraza desde donde se contemplan el mar y El Morro, la primera dama Luisa Gándara grabó la imagen que se llevará el 31 de diciembre.

Su estadía en el Palacio de Santa Catalina ha estado llena de momentos inolvidables. Algunos por maravillosos y otros por extremadamente dolorosos. De todos aprendió.

“Los primeros meses no te sientes que es tuyo y extrañas tu hogar. Mi hijo (Juan Carlos) ni se atrevía a invitar a nadie porque sientes que tienes una responsabilidad tan grande y lo tienes que tratar con mucho cuidado”, contó la Primera Dama mientras dirigía un recorrido por áreas de La Fortaleza a las que generalmente no se tiene acceso.

Con pasos firmes que evidenciaban que sabía por dónde caminaba, Piti, como la conocen sus allegados, mostró varios espacios del piso tres de La Fortaleza, el destinado para la residencia del Gobernador.

“En esta terraza desayunamos y leemos los periódicos en la mañana. Es un lugar muy especial para el Gobernador y la Primera Dama porque aquí comenzamos el día”, confesó mientras sus ojos se llenaban del azul de un mar en calma.

“Siempre abrimos las puertas de esta terraza. No hay cosa más hermosa que ver la vista hacia la bahía y El Morro”, comentó mientras Nala, la sata que rescató Juan Carlos en Humacao, movía la cola como si confirmara la afirmación.

La sala de la primera familia tiene un aire poco personal, excepto por algunas fotos familiares que descansan sobre una mesa.

“La mayor parte de los muebles estaban aquí”, aclaró y aseguró que no son las paredes las que constituyen un hogar.

“Yo creo que lo que más le da el toque personal es uno, la familia, el calor de la familia y los valores que has fomentado”, observó.

Aunque ya está muy cerca de su última noche en La Fortaleza, la Primera Dama todavía recuerda la primera que pasó en la estructura de 468 años.

“Esa noche fue bien especial. El Gobernador nos sentó a los tres a hablarnos sobre este lugar. Nos dijo que era un lugar que íbamos a tener mientras el pueblo de Puerto Rico decidiera que íbamos a estar sirviendo y que teníamos la responsabilidad de cuidarlo. Y obviamente, para cuidarlo bien hay que amarlo”, recordó.

Una de las cosas a las que más atención les prestó fue a la crianza de Gabriela y Juan Carlos. No quería que ellos perdieran su identidad por ser parte de la primera familia del país.

“Siempre tratamos de que ellos tuvieran su espacio de adolescentes, que no fueran el hijo o la hija del Gobernador, sino que fueran los mismos de siempre con los mismos amigos”, manifestó.

Y cree que lo logró.

Juan Carlos, quien cumplió 18 años y los festejó en el palacio, siempre ha luchado por mantener una vida fuera del ojo público.

“Ha batallado para mantener su identidad, incluso en la fiestecita del viernes la consigna de todos ellos (los amigos de Juan Carlos) era que estaría libre de escoltas desde el 31 de diciembre. Y él está bien feliz”, aseguró sobre el hijo que quiere una vida “como familia común y corriente”.

Además del día en que le dieron la llave de La Fortaleza, Gándara recuerda con mucha alegría la celebración del cumpleaños 18 de Gabriela.

“Aunque fue sumamente sencillo, fue muy especial porque ellas (las amigas de Gabriela) se vistieron de diferentes artistas y pusieron una alfombra roja para desfilar. Después tuvieron un pijama party y se quedaron en sleeping bags en el Salón de los Espejos”, narró.

Una de las ventajas de vivir en el mismo lugar donde se trabaja es, según la Primera Dama, la proximidad de los hijos.

“En un trabajo con tantas responsabilidades donde los días son largos y los fines de semana extensos; estar aquí nos facilita estar con los nenes. Ellos siempre se sintieron cómodos de interrumpirnos sin importar el tipo de reunión en la que estuviéramos”, mencionó sobre las ocasiones en que Gabriela y Juan Carlos entraban para pedirles, por ejemplo, dinero para el cine.

Entre los espacios que más ha disfrutado en Santa Catalina, el Salón Informal es uno de sus favoritos. “Es que tiene el ambiente majestuoso de un palacio, pero a la vez es acogedor como la sala de un hogar”.

Una de las zonas que mostró con mucho orgullo fue un pequeño huerto casero que empezó hace unos meses. Lo que era un área de desperdicios se convirtió en una finquita donde se consigue berenjena, orégano brujo, albahaca, cilantro y hasta unos tomatitos.

A una semana de abandonar lo que fue su hogar durante cuatro años, Piti aconsejó a Lucé Velá, quien se convertirá en primera dama el 2 de enero, amar el Palacio de Santa Catalina porque “tiene mucha de nuestra historia”.

Satisfecha con la manera en que protegió La Fortaleza, Gándara agradeció la oportunidad de servir.

Aunque no tendrá la vista de la terraza donde los últimos años ha recargado baterías, está lista para disfrutar “las ventajas y las maravillas de las nuevas etapas”.