Descubre este rincón escondido en las montañas de Lares donde encontrarás paz y buen café
Para la Naturaleza ofrece un recorrido educativo por el lugar, donde aprenderás de historia y te conectarás con el ambiente.
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Lares. Si la paz fuera personificada, habitaría en las montañas de Lares, justo en el corazón del barrio Río Prieto. Su morada perdura en la Cordillera Central, pese a las amenazas de un mundo industrializado, gracias a un compromiso genuino con su protección y al esmero por cuidar ese ambiente.
Y es que la organización sin fines de lucro Para la Naturaleza protege, desde el 2018, 1,441 cuerdas de tierra de lo que, durante más de 150 años, se conocieron como la antigua Hacienda Margarita.
Conocer esta serenidad, así como los esfuerzos de la entidad para conservar esta área, es posible durante el recorrido “Conecta con el paisaje entre la agricultura y la naturaleza”, un evento educativo que resalta la conexión íntima entre el café y la práctica regenerativa, destacando las técnicas sustentables que se han utilizado para la conservación ambiental.
Así es el recorrido
A son de los zorzales, y pausando periódicamente para sentarse en mantas colocadas bajo las sombras de árboles que allí sembraron los voluntarios de Para la Naturaleza, los visitantes disfrutarán de estas tierras que acaparan una comunidad entera no limitada a humanos. Es una sinergia de los muchos árboles endémicos— como el guabá, yagrumo y guamá— aves, el suelo y el agua de ese río cuyo nace el nombre del barrio y que desemboca en Añasco.
En la Hacienda. se han reportado 29 especies de aves, que incluyen migratorias, nativas y 16 endémicas, como la calandria, comeñame y el juí. Mientras, se han reportado 164 especies de plantas, tanto no nativas, nativas como endémicas.
Este es el resultado de un ciclo regenerativo que convierte el área en un pulmón vivo. Los árboles le brindan nitrógeno al suelo. Eso, con los nutrientes que los voluntarios de Para la Naturaleza le brindan, cuida la tierra que, sucesivamente, crea un ambiente para bacterias buenas que les dan salud a las plantas. Los árboles crecen frondosos y les proveen hogar a las aves, hojas para abonar la tierra, sombra para las piezas de café de arábigo y limaní y, sobre todo, una serenidad y frescura envidiable.

“La forma en que Para la Naturaleza ve todas estas comunidades es de una manera en que todos estamos integrados. Diariamente tenemos interacciones con cada una de estas comunidades y la particularidad de esta comunidad es que tenemos un proyecto agrícola activo: se siembra café, se trabaja con los caficultores locales, se brindan talleres y lo que tratamos es que lo que se comprenda de que esa interacción diaria no limita a una buena producción agrícola, sino que da una mejor calidad y un mejor producto final. Es una práctica más sostenible y el hecho de que nos veamos como parte de esa interacción nos ayuda a tener más sensibilidad a cada una de esas comunidades y su bienestar, porque su bienestar es nuestro bienestar. Si no tenemos esta sombra maravillosa, no estaríamos aquí tan tranquilos”, dijo la guía Laura Aponte.
Durante el trayecto, la guía identificará árboles, especificando cuáles son nativos, cuáles no, y les dará nombre a los cánticos de los pájaros, quienes desde las ramas altísimas vigilan a los visitantes.
También, describirá la estrategia que ha empleado la entidad al sembrar arbustos de café y cómo van evolucionando el suelo arcilloso, que tiene una saturación extrema que evita la reproducción de cualquier semilla, a un suelo limoso, fértil y fácil de trabajar. Demorará cerca de una década para llegar a este estado, sobre todo porque Para la Naturaleza no está utilizando enmiendas químicas ni pesticidas para fertilizar la tierra, dijo Aponte.

La guía informará la práctica antigua de sembrar café bajo sombra, como lo “hacían nuestros antepasados” para aprovechar el material orgánico que generan los árboles.
“Es un proceso que nuestros abuelos que ya se lo sabían y aprovechaban la sombra y sembraban a sombra y hacían la disposición de todo este material orgánica y ese suelo tremendo, pero nosotros estamos volviendo para atrás, como quien dice. (En un momento dado se cortaron) todos esos árboles, (quitaron) el bosque, (sembraron) sin bosque. Ahora, estamos volviendo atrás y hay que pensar también que el café es un arbusto que le gusta crecer bajo sombra naturalmente”, comentó.
Al finalizar, puede darse la vuelta por el beneficiado de café que se usa para apoyar a caficultores locales, como la Cooperativa de Mujeres Caficultoras de Puerto Rico.
¿La única advertencia? Cuidado donde pisas, que las hormigas protegerán, ferozmente, los muchos hormigueros que caracterizan el monte.
La Hacienda
En el recorrido que ofrece la entidad, los visitantes recorrerán unas 84 cuerdas de la parte más elevada de la Hacienda, erguida en el 1874 por el español Damián Magraner. Por el momento, no podrán visitar la casona donde varias familias, hasta la última— la bayamonés Levy que traspasó el área a la entidad después del paso del huracán María en el 2017—, operó.
Actualmente, la estructura de la antigua Hacienda ubica a 45 minutos caminando, por intensas cuestas, y está en ruinas, por lo que está pendiente su restauración. Por ende, Aponte mostró imágenes laminados de cómo era ese lugar y cómo producían el café allí, además de la historia del lugar. Visitar el antiguo edificio, sin embargo, es algo que se aún está en el tintero.

“Esta Hacienda llegó a operar en esta área del 1920 al 2017. Cuando viene el 2017, las personas que lo tenían a cargo es la familia Levy, y pasa el huracán María, así que con el huracán María e Irma, esto quedó en un estado tan detrimental que no pudieron volver a la finca a su estado. Entonces, decidieron donarla a Para la Naturaleza y ahí es que Para la Naturaleza la adquiere en el 2018. Se reserva como un área protegida”, explicó Aponte al recontar que la Hacienda pasó de las manos de varios propietarios, como Magraner, Juan Colón, Juan Ballester hasta, finalmente, la familia Levy.
Date la vuelta
“Conecta con el paisaje entre la agricultura y la naturaleza” se califica como un recorrido de nivel 2, o de dificultad moderada, en la que se requiere una condición física para caminar, por cerca de dos horas, por lugares poco accesibles. Además, si participan menores de 18 años, deberán estar bajo la supervisión de sus padres o encargados.
Para unirse, es importante reservar un espacio a través de reservaciones@pln.org, llamando al 787-722-5882. El precio es de $15 por persona y $11 para adultos mayores o estudiantes.
Se recomienda cargar con una botella reusable, una capa de lluvia y untarse protector solar. Además, es preferible usar gafas, un sombrero o gorra y calzado cómodo y cerrado.