El sol ardía en la piel y los meteorólogos advertían que las altas temperaturas romperían récord de calor. Y allí estaba Evelyn Santiago, buscando sombra debajo de un árbol en una plaza pública de la capital. Bebía buchecitos de una botella de agua que le regalaron para tratar de calmar la sed. Pero lo que más deseaba en ese momento era un lugar digno para bañarse.

La mujer está rondando los 60 años y cuenta que fue expulsada por su casero hace más de 18 meses, pues el sujeto no quiso renovar el contrato de renta que tenía hace seis años y que se pagaba a través de ayudas de vivienda provistas para personas en riesgo de estar en la calle. El último mecanismo del casero para obligarla a irse -aun cuando ella asegura que fue advertido por el tribunal a que no podía lanzarla a la calle- fue cortarle el agua y la luz. Pese a las condiciones del lugar, la señora sigue allí encomendada a “lo que Dios quiera”.

Evelyn es parte del grupo de mujeres sin hogar que hay en Puerto Rico, una población dentro del extenso colectivo de personas que carecen de un techo seguro, pero que por razón de su género resultan más vulnerables en una sociedad que ni se voltea a mirarlas.

Y es que las definiciones generales que da la sociedad a las personas sin hogar deja muchas veces fuera del radar las situaciones de las mujeres que no tienen donde dormir, pero en lugar de pernoctar en un espacio público comparten habitación temporeramente con amistades o familiares o viven en una covacha en la que no tienen agua o luz. Otras, ante la ausencia de una red de apoyo cercana, recurren a los albergues. El escenario se complica para las mujeres con estatus migratorio no definido, quienes llevan la peor parte por miedo a una deportación o separación de familias (en caso de las que tienen hijos) y optan por no buscar ayuda.

“Si afuera está en 100 grados, allá adentro (donde pernocta) se siente de 150 grados y no es fácil. Te lo juro. Es cruel... no tengo acceso al baño. Hago mis necesidades en un periódico y lo deshecho. No sé lo que es darme un buen baño. Y ya mi cuerpo dice: ‘no más’ ”, narró ahogada en llanto quien perdió comunicación con sus hijos y luce atormentada, pues la situación ha exacerbado una depresión y un síndrome de estrés post traumático que desarrolló tras haber presenciado en el 1996 la tragedia de la explosión de la tienda Humberto Vidal, en Río Piedras.

El sinhogarismo en el caso de las féminas va más allá de la imagen que se tiene de una persona desorientada y deambulando en las calles, explican el trabajador social Alexander Mercado y la manejadora de casos Jeanette Ramírez de la organización Solo Por Hoy, cuya misión es asistir familias o personas sin hogar o en riesgo de perder sus viviendas en 24 municipios de la región norte de la isla.

En Puerto Rico, el Departamento de la Familia (DF) realiza cada dos años, durante una noche, un conteo de personas sin hogar para intentar reflejar la realidad de esta población, quiénes son, las circunstancias en las que quedaron sin techo, entre otros factores de índole psicosocial. Aunque la última encuesta se realizó a inicios de este año, los datos todavía no son públicos. En cambio, en el análisis realizado en el 2019 se contabilizaron 2,535 personas sin hogar. De estas el 21% (533) eran mujeres, cuya mediana de edad era 43 años.

Belinda Hill, directora ejecutiva de Solo Por Hoy,  destaca que de acuerdo a cifras de la organización, el 30% de las mujeres sin hogar han sido atacadas.
Belinda Hill, directora ejecutiva de Solo Por Hoy, destaca que de acuerdo a cifras de la organización, el 30% de las mujeres sin hogar han sido atacadas. (teresa.canino@gfrmedia.com)

La experiencia de Mercado y Ramírez los lleva a describir que la mayoría son madres y, aunque piensan constantemente en sus hijos, ha pasado mucho tiempo desde la última vez que los vieron. Muchísimas cargan en cada centímetro de la piel haber sido víctimas de violencia de género o de abusos en su infancia o adolescencia. Los problemas financieros también abundan entre las razones para estar en el abismo. A otra parte del grupo las arrastran condiciones de salud mental que en algunas instancias están acompañadas de abuso de alcohol o sustancias controladas.

Según los expertos, gran parte del sinhogarismo femenino está oculto porque muchas de las afectadas -particularmente las víctimas de violencia de género- buscan agotar toda una red de apoyo antes de estar en una situación de calle con sus hijos. En ese sentido acuden a amistades o familiares para refugiarse, mientras evitan verse expuestas a dormir en un auto o en algún otro lugar público que les pone en peligro. Por eso muchas también aceptan vivir en un hogar transitorio o permanente a través de programas disponibles a través del gobierno, municipios y organizaciones comunitarias o de fe.

Aparentemente, a Evelyn se le otorgó un voucher de emergencia para que buscara una nueva vivienda, pero las condiciones generadas por la pandemia y el hecho de que no tiene vehículo, limitaron las posibilidades de hacer las gestiones por cuenta propia en un país donde cada día se reduce el inventario de viviendas de interés social. A eso se suma que fue víctima de robo de identidad, lo que ha entorpecido la búsqueda de documentos para agilizar los servicios.

Mientras tanto, la señora sigue pernoctando en un lugar indigno y sin servicios esenciales, contrario a lo que dicta la Ley 130 de 2007 que establece 10 derechos fundamentales de las personas sin hogar, entre estas “recibir albergue adecuado y apto para la habitación humana, con las facilidades higiénicas y sanitarias apropiadas, dentro de un ambiente de seguridad, dignidad y respeto”.

Yajaira: “A nadie le gusta estar así”

En otro lado de este trágico escenario de las mujeres sin hogar, pero sumergida en un deambulismo crónico, está Yajaira Peña, quien lleva más de la mitad de sus 41 años de vida pernoctando en lugares pocos seguros. ¿Su última guarida? Unos apartamentos abandonados ubicados en el sector Las Peñas, en Río Piedras. Allí viven cerca de una treintena de personas sin hogar, entre estas unas 10 mujeres.

De las mujeres entrevistadas en el conteo, el 54.6% dijo deambular por primera vez; mientras el 28.7% expresó haberlo hecho cuatro veces o más. Del grupo, el 22.7% eran deambulantes crónicas como Yajaira.

La mujer es bajita, flaquita, camina encorvada y tratando de buscar balance. “Llevo mucho tiempo (en la calle). Yo le pongo 23 o 24 años por acá jangueando, pero en cuestión de vicio, pues ya a eso de los 16 o 17 años estaba con la porquería”, dijo en referencia a su condición de salud mental con el abuso de sustancias.

Narró que su atadura a las drogas comenzó “por curiosidad” en la adolescencia. Aunque hubo otros factores de su entorno socioemocional que también influyeron.

“Fíjate que cuando uno vive en los caseríos y se cría entre to’ ese ambiente a la mayoría le da curiosidad esas cosas. O cuando uno se siente como solo o que a nadie le importa, pues uno se va por donde no debe”, relató quien es oriunda de Humacao.

Juanita Reyes Guadalupe (sentada) se abraza con Carmen Romero Dones, quien vivió hace años en la calle y ahora asiste a mujeres que están sin hogar. Gracias al apoyo de Carmen, Juanita logró recientemente estabilizar su situación en una vivienda permanente.
Juanita Reyes Guadalupe (sentada) se abraza con Carmen Romero Dones, quien vivió hace años en la calle y ahora asiste a mujeres que están sin hogar. Gracias al apoyo de Carmen, Juanita logró recientemente estabilizar su situación en una vivienda permanente. (teresa.canino@gfrmedia.com)

Como muchas otras mujeres en su condición, Yajaira ha intentado salir del abismo en el que se encuentra hace más de dos décadas. Ha ido a centros de rehabilitación, pero algo ocurre en el ínterin que regresa a las calles. Hace unos meses quiso darse la oportunidad, nuevamente, de transformar su vida.

Pero, todo ha quedado ahí. Necesita un “empujoncito”, pero se siente en un torbellino. Nadie mejor que ella para explicarlo: “No sé si es una excusa o algo así, pero no he podido irme. He estado más embalá que nunca, escocotándome, metiéndome droga a to’ lo que da y no importándome na’. No sé si es la misma depresión que le da a uno. Cada cual como que escoge cosas diferentes para desahogarse, y no es la manera adecuada... pero si uno no tiene algo más para que motive a uno y no tiene a nadie que te dé el empujoncito, pues, uno sigue escocotándose”.

Desde Solo Por Hoy han intentado estrechar lazos de rescate con Yajaira, pero la mujer está frustrada. Se le nota en la mirada triste y en el tono de su voz. Ha perdido mucho en los pasados años, incluido el contacto con un hijo que quedó bajo custodia del gobierno debido a su condición de salud física y mental. Con su familia tampoco se relaciona pues dice que se avergüenza que vean su aspecto.

“A nadie le gusta estar así... yo sufro callá, pero no le lloro delante de nadie ni na’ de eso. Pero na’, yo creo en un Dios vivo que está conmigo todo el tiempo. Pidiéndole a Papá Dios que me cambie y me ayude”, expresa tratando de buscar consuelo en sus propias palabras.

Según Mercado, quien lleva un año visitando las comunidades por donde deambulan las personas sin techo del área metropolitana y pueblos adyacentes, si bien es cierto que las mujeres sin techo son minoría en la calle, también lo es que son más difíciles de rescatar.

“En muchas ocasiones acceden a entrar a los programas, pero ya una vez están ubicadas, como que no pueden aguantar el empuje y deciden abandonar los servicios y, tristemente, las vemos otra vez en la calle. En el caso de Yajaira, tratamos de ayudarla a través del Hogar Ruth”, dijo el trabajador social.

En el perfil de las mujeres sin hogar que se realizó a través del conteo se destaca que el 47.3% de esta población demográfica tiene un diagnóstico de alguna condición crónica y de estas el 43.4% indicó que esas condiciones le impiden tener un trabajo o vivienda estable, siendo la principal causa los problemas de salud mental. Los datos también señalan que un 22.3% consume alcohol y solo un 36.7% dijo que no usa drogas ilegales.

“Estos son factores que hacen a la mujer en la calle más vulnerable. En ese contexto, una mujer en la calle es muy probable que sea atacada. De hecho, tenemos datos de que el 30% de las mujeres en la calle han sido agredidas de alguna forma”, explica por su parte Belinda Hill, directora ejecutiva de Solo Por Hoy, entidad que desde el 2012 hasta el presente ha logrado impactar a través de diversos servicios a unas 2,694 mujeres de la isla, incluyendo mujeres trans y de estatus migratorio no definido.

Sobre este escenario de agresiones que atraviesan las féminas versus los varones sin hogar, puede dar fe Yajaira, quien recientemente vio como una de sus compañeras fue montada a la brava dentro de un auto por un hombre que luego la agredió físicamente.

“Le dio una pela, y estaba embarazada, chica... hasta un diente le partió ese desgraciado. Menos mal que no me le dio en la barriguita... pero le dio una pela, mami, que llegó con ese ojo hincha’o y yo me bebía las lágrimas cuando vi a esa muchacha. Esas son cosas que nos pasan a nosotras y a los hombres en la calle, no. Claro, yo te estoy hablando por otra muchacha. Porque yo no soy mujer de pararme en las esquinas a esperar por un hombre ni na’ de eso... pero, nosotras pasamos muchos corajes y hay que estar pendiente porque hay mucho hombre maltratando a las mujeres”, sostuvo quien prefiere buscar “el pesito” vendiendo latas de aluminio.

Juanita: La calle fue su peor condena tras salir de la cárcel

Tras pasar dos años tras barrotes -por un delito del que no quiso abundar- Juanita Reyes Guadalupe fue liberada de la institución correccional de mujeres en Bayamón. Y lo que suponía ser un nuevo renacer y reinserción a sociedad se convirtió en una pesadilla que describe como “la cárcel, después de la cárcel”.

Fue para enero del 2021 cuando extinguió su condena y ante su situación de indigente -por no encontrar un patrono que le ofreciera trabajo sin considerar su pasado delictivo- ingresó en un hogar ubicado en la zona este de la isla.

“Pero aquello no salió como yo pensaba, por equis situaciones que estaban sucediendo... allá fui víctima de violencia de género”, aseveró dejando expuesto que muchas mujeres no se sienten seguras en los albergues mixtos.

Posteriormente, según explicó, buscó refugio en casa de un familiar. “Pero me sentía incómoda, porque a pesar de que es como un hijo, yo sentía que estaba invadiendo la privacidad de él y de su esposa. Ellos me adoran y quisieran que yo estuviera allí, pero como entenderás soy una mujer adulta, de 52 años, y no me sentía bien. Ahí fue cuando decidí irme a la calle”, narra quien tiene dos hijos, incluida una joven universitaria que también intentó socorrerla.

Desde entonces, transcurrieron más de ocho meses en los que Juanita recorrió lugares públicos en Santurce y Río Piedras para pernoctar. Cuenta que lo peor son las noches. No solo por el frío que trata de calmar con cartones y los edredones que le han regalado organizaciones comunitarias, sino por los riesgos que llegan a través de personas violentas que buscan propasarse. “Esto nos pasa a las mujeres, a un varón no le intentan hacer lo que a nosotras... el peligro más grande es de noche y más porque uno no sabe si ese hombre está bajo los efectos de alguna sustancia”, comenta.

“Conmigo eso no va. Cada cual tiene sus circunstancias en la calle y eso se respeta. Pero conmigo no. Y en Santurce la vida de noche es otra cosa, por eso me vine para acá”, cuenta en referencia a la plaza de la Convalecencia.

Allí ha hecho amistades con otras personas sin hogar, igual que ella. Entre estos se encuentra Mario, quien por el día hace “chivos” para ganarse par de pesos, y cuando cae el sol pernocta en un área cerca de ella y de esta manera la protege. “Pero él allá, y yo acá”, dice aclarando que no son pareja.

Además, ha conseguido aliados en la policía municipal, donde le permiten utilizar el baño; o en un hospital que queda a pocos metros donde logra asearse y cambiarse de ropa; y en organizaciones comunitarias que diariamente se acercan para ofrecerle alimentos y artículos de primera necesidad.

Fue así que conoció a Carmen Romero, quien labora como oficial de alcance comunitario de Solo Por Hoy y con quien estrechó un lazo de amistad que cogió fuerzas cuando supo que la persona que acudía diariamente a ofrecerle ayuda estuvo hace unos años en su misma posición de vulnerabilidad como persona sin hogar.

“Esta mujer es bien especial... y ella más que nadie sabe lo que yo estoy pasando. Ella ha sido un angelito”, comenta Juanita, quien gracias al ímpetu de Carmen, y días después del encuentro con Primera Hora, logró estabilizarse en una vivienda permanente a través de la ayuda ofrecida en otra organización conocida como La Fondita de Jesús.

Carmen: “La mother” de las personas en la calle

Carmen, una mujer de 59 años, estuvo en condición de deambulismo durante más de una década precisamente en la misma plaza donde llegó Juanita hace unos meses. En su caso, los problemas iniciaron con el uso de sustancias controladas en plena adolescencia cuando quiso escapar de los problemas que ocasionaba el alcoholismo de su progenitor en su entorno familiar.

“Papá llevaba provisiones a mi hogar, pero era alcohólico y maltrataba a mami... emocionalmente, eso a mí me afectaba. En el caso de mis dos hermanos mayores, ellos se fueron de mi casa desde los 12 o 14 años para huir de eso. Y ahí yo quedé encargada de mis dos hermanos menores. Llegó el momento que yo no aguantaba más y opté por empezar a cortar clases y fumar marihuana”, explica.

Con el pasar del tiempo, a eso de los 16 años, decidió irse a vivir con un hombre mayor que ella, quien es el padre de sus tres hijos.

“Con él me fue peor porque entonces él se puso a hacer negocios ilícitos y ahí caigo yo en el uso de heroína. Para ese entonces, tenía 25 años y así estuve hasta los 47 años. En ese periodo me quitaron a los nenes y estuve en instituciones correccionales porque yo extraía mercancía de las tiendas y me cogían. Todo eso lo hacía para mantener el uso de sustancias”, rememora.

No fue hasta que tenía unos 36 años que comenzó a deambular. Y así estuvo hasta los 47 años cuando intentó por séptima ocasión rehabilitarse a través de la organización Solo Por Hoy, donde actualmente se gana el sustento.

“Yo salgo todos los días a la calle a decirles a ellos, y a personas como Juanita, que la recuperación sí es real. Que lo que tienen es que enamorarse de ella y buscar un enfoque. Yo estuve ahí. Yo sé lo que es tener un vicio. Yo sé lo que es dormir en banquitos y muchos de ellos lo saben porque me vieron. Así que yo hoy llevo ese mensaje de esperanza para rescatar a otros, como lo hicieron conmigo”, cuenta a quien las personas sin hogar llaman “La mother”.

¿Cómo se ayuda en Puerto Rico a las personas sin hogar?

Un espacio donde dormir no es equivalente a tener un hogar si las facilidades no cubren necesidades básicas como tener los servicios de energía eléctrica y de agua potable.

Los que viven ausentes de estas condiciones -aun teniendo un techo para guarecerse en las noches son consideradas personas sin techo, igual que los que pernoctan literalmente en la calle.

Así lo dictan los parámetros establecidos por el Departamento de la Vivienda Federal (HUD, por su siglas en inglés), agencia que aporta anualmente $22 millones a Puerto Rico para impactar el sinhogarismo a través de una respuesta coordinada y multisectorial.

Según HUD, los individuos o familias que carecen de un lugar fijo o adecuado para dormir (incluyendo los que viven en albergues temporeros pagados por organizaciones caritativas o programas federales o estatales) también son personas sin hogar, junto a los que se encuentran en inminente riesgo de perder su residencia nocturna principal en los próximos 14 días.

Según la agencia federal, también forman parte del grupo los que están huyendo o intentar huir de la violencia y que carecen de recursos o redes de apoyo para obtener una vivienda permanente. Precisamente, este renglón ocupa el primer lugar en incidencia para las mujeres sin hogar. Afortunadamente, muchas logran estabilidad a través de albergues y otras atenciones dirigidas a víctimas de violencia de género, aunque algunas voces advierten que el inventario de viviendas para este sector está disminuyendo dramáticamente.

Los fondos de HUD están enfocados a ofrecer: albergues de emergencia, proyectos de vivienda transitoria, proyectos de vivienda permanente y proyectos de realojamiento rápido. El enlace para lograr esta encomienda son los dos Programas de Cuidado Continuo (CoC, por su siglas en inglés) que hay en la isla. El CoC-502 agrupa los proyectos en 24 municipios del norte, incluyendo el área metropolitana de San Juan; y el CoC-503 cubre un área geográfica de 54 municipios del sur, este, oeste y Vieques y Culebra. Cada CoC trabaja en alianza con organizaciones sin fines de lucro y de base de fe, agencias gubernamentales estatales y municipales y entidades privadas, entre otros.

Liz Mónica Lamboy, directora del CoC-502, cuyos servicios se coordinan a través del Departamento de la Familia, explicó que de manera separada esta agencia gubernamental también recibe $3.5 millones en fondos federales conocidos como Emergency Solution Grant (ESG) los cuales reparten a través de propuestas a subrecipientes que pueden ser organizaciones sin fines de lucro o gobiernos locales. Entre los servicios que se proveen con estos fondos se incluye: prevención, alcance, albergue de emergencia, asistencia de renta para reubicación rápida (RRH), y HMIS (sistema computadorizado de manejo de data).

Además de los fondos ordinarios para atender a la población sin hogar, Puerto Rico recibió a través de la Ley Cares Act $39.3 millones adicionales del ESG, pero como parte de la respuesta federal a la emergencia del COVID. De estos fondos, conocidos como ESG-CV, $27 millones fueron a través del Departamento de la Familia y el resto lo recibieron los cinco municipios (San Juan, Ponce, Arecibo, Caguas y Mayagüez) con mayor población de personas sin techo.

Pero, ¿cuál ha sido el impacto de todos estos fondos y programas a las mujeres sin hogar?

Según datos ofrecidos por Lamboy a Primera Hora, las únicas entidades que atienden exclusivamente mujeres bajo el CoC de la región norte son: Hogar Ruth, Casa Protegida Julia de Burgos, IPVI, ODIM (Municipio de San Juan) y Hogar Crea.

De otra parte, de las 41 entidades alrededor de la isla que reciben fondos ESG, apenas cinco atienden únicamente a mujeres víctimas de violencia doméstica. En cuanto a los fondos millonarios de ESG-CV se especificó que se otorgaron fondos a nueve organizaciones que atienden a la población de sobrevivientes de violencia de género.

Esta falta de espacios para ubicar a las mujeres víctimas de violencia doméstica preocupa a Sandra Jiménez, de la Coordinadora Moriviví del CoC-503 que responde a 54 pueblos, muchos ubicados en zonas montañosas o turísticas.

“No es lo mismo una mujer sin hogar en San Sebastián que en San Juan. En el área metropolitana hay más servicios. Pero, por ejemplo, una sobreviviente de violencia doméstica de un pueblo distante es más difícil de reubicar porque siempre se busca protegerla dentro de la misma área geográfica y, realmente, se nos está haciendo complicado porque no hay inventario de viviendas y los albergues están a manos llenas. Y todo esto ha sido más difícil después de los terremotos”, sostuvo.

Indicó que el fenómeno de alquileres a corto plazo ha impactado negativamente los contratos que se hacían con caseros ubicados en pueblos de la costa, donde han proliferado las rentas en plataformas como Airbnb.

“Todo depende del municipio. Por ejemplo, el programa de renta provee para que se pueda dar un voucher de $369 a un participante que viva en Adjuntas para una vivienda de una habitación, pero ese costo tiene que incluir agua y luz. En San Juan, un voucher para una vivienda de dos cuartos, con servicios esenciales incluidos, es de $531. Y, lamentablemente los caseros no están dispuestos a recibir esa paga. Principalmente, en la costa donde por el turismo hemos perdido miles de unidades que antes teníamos disponibles para esta población. Pero todo esto requiere que se haga peticiones a nivel del gobierno federal para que aumenten el valor de esos vouchers”, acotó al anunciar que a través de fondos federales ESG-CV se está diseñando una plataforma en línea llamada “Land Lord Engagement” en la que se busca crear un inventario de viviendas disponibles para los programas del CoC de manera que las organizaciones puedan enlazar rápido a un dueño de propiedad dispuesto a hacer contratos con las agencias colaboradoras.

Otro grupo que necesita atención, según Jiménez, son las mujeres trans. “Está población es bien difícil de captar pero las estamos viendo sin hogar. Usualmente, pasan una noche aquí y otra allá, en casa de amistades, lo que de todos modos equivale a estar sin hogar. Pero hay otras que no tienen donde dormir y las vemos en un banquito. La situación con ellas es que se enfrentan a otros prejuicios y se aíslan... no buscan ayuda. En ese sentido hay que buscar altenrativas y diseñar proyectos exclusivos para ellas y la comunidad LGBTTIQ”, sugirió.

Por su parte, Belinda Hill, de la coordinadora de servicios Solo Por Hoy, en el área metropolitana, dijo estar preocupada por la crisis económica que se avecina y que recrudecerá los niveles de pobreza que hay en la isla y que lanzará a muchas “jefas de familia al desahucio”.

“Lo que hay de vivir en la extrema pobreza a estar sin hogar es un brinquito y la indiferencia social lo agrava”, subrayó Hill.

Datos analizados por Ayuda Legal Puerto Rico - organización que busca promover el acceso a la justicia mediante educación y apoyo legal, gratuito y accesible a comunidades de bajos y medianos recursos- indican que el 60% de los hogares bajo el nivel de pobreza en la isla tiene como jefa de familia a una mujer. El ingreso anual promedio en estos hogares es de $9,007. Además, se establece que en 36 de los 78 municipios de la isla, el 50% o más de la población vive bajo el nivel de pobreza. Estos municipios se encuentran en la zona interior (Maricao, Adjuntas, Jayuya y Comerío) y en el área suroeste (Lajas y Guánica).

¿Qué pasó con el Concilio Multisectorial en Apoyo a la Población Sin Hogar?

Aunque en Puerto Rico se creó en 2016 a través de enmiendas a la Ley 130 un Concilio Multisectorial en Apoyo a la Población Sin Hogar, adscrita a la Administración de Servicios de Salud y Contra la Adicción (Assmca), lo cierto es que este cuerpo -al que se le delegó la responsabilidad de coordinación y fiscalización de la gestión efectiva y oportuna de los servicios y derechos de esta población- estuvo inexplicablemente inoperante hasta finales del año pasado y, apenas, ha logrado arrancar.

Así lo admitió en entrevista con Primera Hora, el administrador de Assmca, Carlos Rodríguez Mateo, al señalar que las labores de reactivación del Concilio se encuentran “en la primera etapa”.

“El Concilio estuvo varios años inoperando porque no se le asignó presupuesto y se reactivó ahoa en este año fiscal... estamos reorganizando y tuvimos la primera reunión el 28 de septiembre del año pasado”, sostuvo el funcionario sobre el componente que recibe $250,000 del Fondo General.

De hecho, el administrador admitió que el componente cuenta solo con 20 designaciones de los 26 miembros que deben constituirlo. Faltan dos designaciones en representación del sector gubernamental, tres representantes municipales y un representante de sectores interesados. Asimismo, solo se han identificado 57 de 78 oficiales de enlace municipal.

Pero el principal problema que confronta el Concilio para poder arrancar es que el gobernador Pedro Pierluisi no ha confirmado a ninguna de las personas nominadas para constituir el componente, lo que imposibilita su operación formal.

La ley dice que El Concilio será responsable de la coordinación y fiscalización de la gestión efectiva y oportuna de los servicios, y de los derechos de la población sin hogar, en conjunto con los municipios de Puerto Rico, a través del Enlace Municipal de Ayuda Interagencial a la Persona sin Hogar.

Agrega que sus miembros serán responsables de gestionar y desarrollar nuevas opciones de servicios y vivienda que aborden necesidades no atendidas y que anticipen otras necesidades previsibles entre las personas sin hogar. Además, promoverá la búsqueda, asignación y adjudicación de fondos para facilitar las actividades y servicios que necesita la población, así como orientará sobre la disponibilidad de los mismos.

En ese sentido se le preguntó a Rodríguez Mateo cuáles son los planes puntuales que tiene para atender a la subpoblación de mujeres sin hogar, esto tomando como base que entre los hallazgos y sugerencias expuestas en los Conteos de Personas Sin Hogar efectuados desde el 2011 se hace hincapié en atender al colectivo de féminas con programas individualizados.

“En Assmca y en el Concilio Multisectorial sabemos de los vacíos de servicios que existen para la población de féminas sin hogar que no caen bajo servicios a víctimas de violencia de género. Sin embargo, estamos trabajando arduamente de manera colaborativa con el tercer sector para lograr erradicarlos”, acotó.

Por su parte, Yesenia Mojica, Gerente de Área de Alcance y Apoyo Comunitaria de Assmca, dijo que desde esa agencia se atienden a mujeres sin hogar con algún problema de salud mental o de adicción.

“Estos servicios incluyen a muchas mujeres que fueron víctimas de violencia intrafamiliar y que tienen problemas de depresión, ansiedad, alcoholismo... Hemos visto también en este grupo un aumento en mujeres de la comunidad LGBTTQI que no son aceptadas en sus familias y terminan en la calle o en riesgo de estar sin hogar”, sostuvo Mojica.

En total, a través de Assmca se atendieron el año pasado 606 hombres y 211 mujeres sin hogar, incluyendo a dos mujeres trans.