En sus últimos años, el historiador Fernando Picó trabajaba en proyectos de investigación sociológica sobre delincuencia juvenil en San Juan y Guaynabo en el siglo pasado, utilizando como fuente primaria los libros de novedades de la Policía depositados en el Archivo General de Puerto Rico. 

En un segmento sin publicar de una entrevista reciente realizada por Primera Hora, el sacerdote jesuita, quien murió ayer a los 75 años de edad, reveló que tenía un nuevo libro por salir a la luz, titulado “Realengos y residentes: los menores en San Juan 1918 al 1940”.  

Picó había detallado que el libro trataba sobre el Estado ante la ley reflejado en los libros de novedades de la Policía de los menores de 16 años en el Viejo San Juan.

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“Lo que se nota es que lejos de ser un período feliz y tranquilo, es un período durísimo para los menores, especialmente para los menores ambulantes”, aseveró el historiador, quien esperaba que Ediciones Gaviota lo publicara “próximamente”. 

Autor de 29 libros, Picó expresó que la investigación le había tomado más de un año y reveló que hacía poco tiempo que había comenzado con otra investigación.

“Estoy empezando otra investigación. Todavía no tiene suficiente consistencia”, sostuvo quien fue profesor por 45 años  de la Universidad de Puerto Rico (UPR). 

“Don Fernando estaba consultando los libros de novedades de la Policía de Guaynabo. Venía aquí varias veces a la semana”, dijo Pedro Roig, archivero de la Sala de Referencia del Archivo General. 

Roig y otro empleado del Archivo, José Charón, indicaron que el sábado pasado, Picó trabajó en su última investigación.

Roig compartió que el historiador estaba utilizando una fuente de datos “que nadie había consultado”. Añadió que Picó hacía referencia al “Fondo: Policía de Puerto Rico, Serie de libros de novedades” también para sus obras “Voces de Santurce” y “Los gallos peleadores”.

Para hacer sus apuntes, “traía muchos lápices y no usaba libreta, sino tarjetas índice”.

Intelectual incansable

Fernando Picó vivió sus últimos días como siempre se mostró: un apasionado de los libros y del salón de clases. 

Así lo confirmó el padre jesuita Jorge Ambert, quien conoció a Picó hace más de tres décadas.

“Siempre fue un apasionado de los libros y de la universidad; nunca lo dejó aunque estuviera enfermo. De hecho, ayer (lunes) bajó a desayunar con el rostro desencajado. Él pensó que tenía un rebote de chikungunya, pero aun así no quería dejar de ir a dar clases. Se empeñó en irse, fue terco”, recordó uno de los 12 sacerdotes del Colegio San Ignacio de Loyola en San Juan, donde vivía. 

Ambert añadió que Picó llegó el lunes, a eso de las 5:00 de la tarde, sintiéndose mal, por lo que fue llevado a “un cuarto especial, que usamos con los enfermos”. 

“Allí se quedó dormido… y se quedó en el sueño, hasta que lo encontramos esta mañana”, indicó.

El educador, dijo Ambert, había sido operado de corazón hace varios años. 

Anticipó que actualmente se discuten los pormenores de su velatorio, el que en un principio querían realizar en la capilla del colegio, “pero no va a poder ser porque está en reconstrucción”. 

Por lo tanto, se hacen los acercamientos para efectuarlo en la UPR.