“La Virgen del Carmen va al mar de Aguadilla porque han de pasearla por toda la orilla. De los pescadores es la protectora y ellos la declaran su reina señora. La colman de velas, la llenan de flores y con un paseo le rinden honores” (Neftalí Álvarez).

Así como este fragmento del poeta aguadillano, ayer se cumplió un año más del Paseo a la Virgen del Carmen, tradición que data –según registros de la historiadora Haydeé Reichard- desde 1917, cuando los pescadores empezaron a cargar una virgen rodeada de embarcaciones por toda la costa del Jardín del Atlántico.

Desde sus 5 años, Francisco García Concepción fue monaguillo. A su corta edad ansiaba montarse en una de las lanchas para pasear a la Virgen.

“Pero como a los monaguillos pequeños no les permiten ir por mar, por razones de seguridad, me dejaban en la orilla y mi hermano –que ahora es sacerdote– era el que la llevaba y me contaba de la travesía”, narró.

Francisco hoy tiene 24 años y recuerda que logró montarse por primera vez en una lancha para seguir la Virgen en esta procesión marítima, a la edad de 10 años. Desde entonces todos los años lo hace con escapularios en mano para repartir a los creyentes.

Y es que esta tradición que celebra la Iglesia Católica de San Carlos Borromeo en Aguadilla, da inicio la noche antes a la procesión, con la bendición de escapularios para repartir a los fieles que desean garantizar su salida del purgatorio cuando mueran.

Cuenta la historia, que al fraile Simón Stock, superior general de la orden Carmelita en el Monte Carmelo de Israel, se le apareció la Virgen el 16 de julio de 1251. En su afán, este le entregó a la Madona sus hábitos y un escapulario.

Según las creencias de esta fe, la Virgen prometió liberar del Purgatorio a todas las almas que hayan vestido el escapulario durante su vida, el sábado después de su muerte, para llevarlos al cielo.

En la misa –que se ofrece el domingo en la mañana– el párroco reparte los escapularios y da comienzo a la procesión terrestre por toda la calle Marina, hasta llegar al muelle frente al Parque Colón, donde los pescadores se hacen cargo de la Virgen para abordarla en una lancha y pasearla por la costa, lanzando flores al mar.

A lo largo de la ruta se puede observar gente en la orilla. Algunos rezan y otros solo sirven de espectadores en la comitiva, donde los navegantes se detienen a recoger las flores arrojadas al mar desde las embarcaciones más pequeñas.

“Mucha gente viene a cumplir promesa”, señaló Rafael Boglio, a quien su padre le dejó a cargo la promesa a la virgen, pues cerca de cuarenta años atrás salió a pescar con sus amigos y se perdieron. Entonces le rogaron a la virgen para que los trajera de vuelta a puerto seguro “y así fue”.

Uno de los pescadores que acompañaba a Boglio, es precisamente el capitán de la lancha Frances, donde por cuatro décadas la virgen de vestir ha viajado en este tradicional evento.

Salvador Recio, es un general retirado de la Guardia Nacional. A sus 72 años, mantiene viva su promesa y no vacila en montar la imagen en su lancha, donde hasta el alcalde Carlos Méndez aprovechó para sumarse a la concurrida procesión.

“Éramos un grupo de pescadores y nos fuimos fuera de rumbo por el mal tiempo y el oleaje”, recordó el general Recio, señalando que por dos días estuvieron a la deriva “y gracias a la virgencita Del Carmen fuimos localizados y pudimos regresar”.

Otras dos grandes embarcaciones custodian a la lancha Frances, donde va la Virgen. Estas son la lancha Adamaris, del capitán Ángel Varela y la WishingWell del empresario y capitán Gil Pérez y su esposa Cristina Ferrari. En esta última va montado Francisco el monaguillo, quien acompañado de la hermana Dina, una Misionera de la Caridad oriunda de Kenya en África, ofrecen su devoción en el trayecto y reparten escapularios.

“Nosotros, teniendo devoción a la virgen, ella nos ayuda a llegar hacia su hijo Jesús”, sostuvo la misionera keniana.

Varios milagros fueron profesados ayer durante los actos. Entre ellos, Jazmín Figueroa Ruiz, quien lleva seis años caminando descalza con la imagen de la virgen a cuestas, porque “yo quería otro bebé y me lo dio. Yo no podía (tener otro hijo) y ella me lo cumplió. Hay que tener fe, porque ella cumple”, sostuvo.

Asimismo, doña Carmen Hernández lleva años largos rezándole a su patrona.

“Hace poco me rompí dos costillas y la cadera. El doctor me mandó a la cama y que me estuviera quieta. Mírenme aquí hoy. Ella me sanó”, concluyó la mujer de 92 años.