Cuando Brenda Lee Torres Acevedo se enteró que cuatro de sus alumnos habían perdido el apetito a consecuencia del COVID-19, mandó a comprar sueros de vitamina C con dinero de su propio bolsillo e hizo que los enviaran en avión de San Juan a Vieques.

Sin embargo, esta no ha sido la única gestión realizada por Torres Acevedo para ayudar a la niñez viequense matriculada en la escuela elemental María M. Simmons de Rivera, un plantel escolar a donde llegó hace un año en calidad de directora, pero al ver las necesidades de los menores decidió hacer la diferencia.

“Yo me preocupo cuando mis nenes se enferman. A mí, un nene me dice que tiene COVID o micoplasma, yo llamo a ese papá todos los días a ver qué estudiante ese necesita. Entonces, al ver que mis estudiantes no estaban comiendo, llamé a mi hija que trabaja en San Juan para que me mandara sueros de vitamina C, me mandara unas líneas de suero, conseguí a una mamá que es enfermera para que canalizara a los nenes porque necesitan”, confesó la fémina de 52 años.

“Yo no quiero que mis nenes tengan necesidad y, si puedo servir de puente para ayudarlos, lo voy a hacer y no me pesa, porque están enfermitos. Eso me hace sentir bien, porque no es lo que te ganas, sino el amor que proyectes y, la dedicación no la da el dinero. ¿De qué vale que me gane $5,000 y mis estudiantes tengan alguna necesidad y yo no esté ahí? A mí me llena más ayudarlos que ganarme dinero”, afirmó.

Fue su hija que, en complicidad con el amor a sus semejantes, acudió al llamado.

“Mis estudiantes son mis estudiantes, y si tengo que volver a llamar a mi hija que para que me mande 10 líneas de suero, lo voy a hacer. Ellas las mandó por avión. No estaban comiendo. Si un niño se me enferma, si tengo que llevarle compra, lo haré. No me molesta que mi niño tenga COVID y yo tenga que ir allá, pero mi niño tiene que estar bien”, reveló.

Igualmente, resaltó que aproximadamente el 89% de su matrícula de kínder a quinto grado, vive bajo los niveles de pobreza y por eso, siempre mantiene su oficina con todo tipo de meriendas para palear un poco el hambre de estos niños.

“Me llegan estudiantes que me dicen: ‘Mi cena fue a las 5:00 de la tarde’ y eso me cala. No me molesta tenerles meriendas. Usted va a mi oficina, verá jugos, galletas, de todo, porque si el nene no tiene merienda, aquí está la merienda. Estamos llamados a servir y no a ser servidos. Yo vine a servir y mientras Dios me dé vida, yo voy a servir. El día que yo no pueda servir, me retiro”, sostuvo.

“No me importa gastar el dinero de mi bolsillo. Mi escuela se fumiga cada 20 días porque necesito que mis nenes estén seguros. Si se rompe una pluma, no llamo a la región para que resuelvan. Yo compro la pluma y busco quien la ponga. Nosotros estamos aquí para ser un enlace, no para sentarnos a que nos den. Es lo que pienso y me llena. No me molesta”, recalcó.

De otra parte, mencionó que su compromiso, más allá de dirigir las operaciones de esta escuela elemental con una matrícula de 200 estudiantes, nació desde hace muchos años pues conoce en carne propia los problemas sociales de su amada Isla Nena.

“Es una mezcla de sentimientos porque estudié toda mi vida en Vieques, soy producto de la escuela pública y dirigir ahora una escuela, pues siempre fue mi meta. Soñé siempre con ser directora porque cuanto tú tienes que aportar algo positivo, luchas por eso. Entiendo que el director es pieza clave en cualquier escuela”, manifestó.

“Pensamos que estamos perdiendo los jóvenes; no. Necesitamos directores y maestros comprometidos y con deseos de trabajar para que ese estudiante no se nos pierda y una de las cosas que me llevó a estudiar liderazgo educativo fue esa. La deserción escolar nos estaba arropando y yo dije: ‘Puedo hacer algo por rescatar a los jóvenes, porque un joven que yo rescate es un joven menos que está en un punto de droga”, lamentó.

Asimismo, resaltó la dureza de levantarse en una isla municipio a donde los maestros que aceptan el reto tienen que tomar una lancha a diario para llegar al salón de clases o mudarse pues, al finalizar la jornada, no queda la opción de montarse en un carro para guiar de vuelta a casa.

“Yo siempre he dicho que el estudiante viequense tiene las mismas características, quizás, que un estudiante de San Juan. El estudiante viequense merece lo mismo que tiene un estudiante de San Juan porque tenemos las mismas necesidades; deportivas, académicas”, admitió.

“Ahora que está finalizando el semestre, me crea ansiedad porque voy a unas convocatorias, en Vieques no hay personas preparadas, tienen que venir de la Isla Grande y es un sacrificio. A este maestro que se monta en la lancha diariamente, el estudiante viequense lo valoriza. O sea, que el estudiante viequense es bueno, pero necesitamos más”, argumentó.

Finalmente, Torres Acevedo aseguró que seguirá trabajando duro para que su escuela se convierta en modelo para todo el país.

“Yo sueño, y estamos trabajando para eso, que mi escuela va a ser una de las mejores escuelas de Puerto Rico. Llevo solo un año aquí, y dentro de dos años, saldré nuevamente en Primera Hora porque voy a lograrlo”, concluyó.