Culebra. Sentada en una silla de ruedas desde el balcón de su humilde residencia, Dolly Camareno Díaz puede contemplar el flujo de pasajeros que viaja a través del aeropuerto de Culebra; la tierra que se convirtió en su hogar a mediados de la década del 70, cuando llegó para ayudar a la comunidad tras la salida de la Marina de Guerra de Estados Unidos.

En ese tiempo, el panorama para unos 732 residentes de la isla municipio era incierto, pues no existían programas dirigidos a atender las necesidades particulares de la niñez y de los adultos mayores, que no tenían ni alumbrado eléctrico en las calles y requerían de una vivienda digna para albergarse.

Era la prioridad para la entonces joven egresada de la Universidad de Puerto Rico (UPR), quien se instaló en la llamada Isla Chiquita para construir varios proyectos sociales que aún permanecen, aunque con distintos nombres.

“Yo vine en la lancha donde vino Carlos Gallisá, la FUPI y vino mucha gente en 1971. Pero me prometí que iba a volver aquí, y volví porque estudié sociología y antropología, y pensé que aquí había mucho trabajo comunitario que hacer cuando se fuera la Marina… y eso fue lo que me trajo”, recordó la líder comunitaria de 70 años.

“La segunda vez que vine, me quedé”, agregó.

La mujer resaltó que su interés con los niños estaba inspirado en la experiencia de haber trabajado con el programa Head Start y quiso implementar algo similar para los culebrenses en etapa preescolar y luchó para conseguir los fondos.

“Lo primero que me atrajo de aquí fue que no había un servicio para los niños preescolares, y como yo venía de Head Start, dije: ‘Contra, vamos a empezar por aquí’. Había muchos nenes y diferentes situaciones sociales que no eran lo mejor y empecé a hacer propuestas a lo que era antes Acción Comunal y me concedió fondos”, sostuvo la fundadora del Centro de Cuidado Infantil, “que ahora se llama Casa de la Alegría”.

“Me propuse que todo lo que se creara siguiera. Muchas veces, los proyectos piloto llegan a Culebra y se van. Vienen y se retratan, salen en el periódico y revistas y se van. Por lo menos, la escuelita que se fundó en aquel entonces continúa, aunque con otro nombre”, acotó.

Su segundo proyecto fue dirigido a los adultos mayores a través la conceptualización de un centro de envejecientes. Luego, implementó un programa de servicios para la población con discapacidad funcional.

“Quise trabajar con los viejos que estaban desprovistos de servicios y de trato digno. Entonces, implementamos y mejoramos un centro de envejecientes que todavía está. Seguí creando proyectos y cuando se acaban los fondos de Acción Comunal, entonces, junto a unos padres y otra compañera, fundamos la Asociación Educativa para niños y familias con personas con discapacidad funcional y todavía está funcionando”, manifestó.

“Después, trabajamos con un problema de vivienda que tenían los adultos mayores y, mediante otras propuestas, se hizo el edificio Felipa Serrano, que es una égida frente al muelle y todavía está ahí, para los viejitos que no tienen a dónde vivir”, admitió.

Quizá lo que caracteriza a esta líder comunitaria adoptada por el pueblo culebrense es que su compromiso social está libre de protagonismos.

“Una cosa bien importante es que uno tiene que dejar ir, uno no puede ser la directora toda la vida. Hay gente con otras miradas, son otras generaciones, son otros nenes y ha ido cambiando, transformándose de acuerdo a las necesidades; esta Culebra de hoy no es la misma de hace 30 años”, indicó la trabajadora.