Una repentina tos seca y falta de aire le avisaron a Teresa Ortiz Matos que algo andaba mal con su salud. Media hora después ya estaba en una clínica y, tras detectarle fiebre, la aislaron. Al quinto día le indujeron un estado de coma. Este pasado lunes, a casi una semana de haber comenzado todo, la mujer de 53 años falleció a causa del COVID-19.

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Felix Bonilla Colón, su esposo, luce resignado ante la pérdida de quien fuera su compañera de vida por 15 años. La describe como una guerrera, pues hace tiempo venía luchando con condiciones de salud previas. Ahora permanece aislado en su casa, en espera de los resultados de sus análisis para detectar un posible contagio. No ha mostrado síntomas hasta el momento.

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Maritere, como todos la conocían, tuvo que enfrentar el coronavirus en desventaja, pues su sistema pulmonar estaba comprometido. Hace unos años había recibido el diagnóstico de paciente con enfermedad de obstrucción pulmonar crónica (COPD por sus siglas en inglés). Por condiciones preexistentes, su pulmón derecho funcionaba en un 25 por ciento de su capacidad.

A esto se suma el hecho de que era diabética, su hígado funcionaba en un 10 por ciento de su capacidad y, como resultado de una condición hereditaria, su nivel de plaquetas era siempre bajo. No obstante, según Bonilla, ella vivía feliz, con una frecuente sonrisa algo explosiva y buscaba siempre estar ocupada.

Durante cinco años Maritere trabajó precisamente ayudando a pacientes con problemas pulmonares, pues era terapista respiratoria. En 2015 tuvo que hacer un alto debido a lo comprometido que estaba su cuerpo. Realizó luego trabajo clerical en una oficina psiquiátrica. Allí estuvo hasta que hace dos semanas, tras la orden de distanciamiento social, permaneció en su casa junto a su esposo.

“Nunca hubo síntomas anteriores a una tos que le dio, se asfixió, y de ahí tuvimos que salir al hospital”, relató Bonilla recordando lo ocurrido la noche del pasado martes 24 de marzo. “Media hora después llegamos al Bayamon Health Center y de inmediato le detectaron fiebre. El doctor me dijo que le haría placas de pecho, que ya yo no podía estar más con ella. Ya en ese momento la comenzaron a tratar como paciente de COVID”, continuó.

La placa de pecho reveló en cuestión de minutos que Maritere tenía pulmonía. En poco tiempo la trasladaron en ambulancia al Hospital Regional de Bayamón. A Bonilla no le permitieron verla más. Se tuvo que conformar con actualizaciones que los médicos le daban cada dos horas. Fue en ese hospital donde le realizaron la prueba para detectar el coronavirus, y tres días después se supo que había arrojado un resultado positivo.

Según relató Bonilla, todo pasó muy rápido. Al día siguiente de haber llegado al Hospital Regional de Bayamón, este pasado jueves, le colapsó el pulmón que ya tenía perjudicado por las condiciones previas. Su función pulmonar total era de un 53 por ciento de la capacidad normal. El viernes, al día siguiente, le provocaron el estado de coma debido a que la paciente se rehusaba a dormir.

“Era una guerrera. Quería pelear contra el virus”, expresó Bonilla, quien tuvo unos minutos para despedirse de su esposa justo antes de que la entubaran como parte del coma inducido.

“Ella misma firmó para aceptar la inducción al coma y puso como condición que la dejaran despedirse de mí. Al enterarme se me cayó el mundo, sabiendo de sus condiciones previas. Con mis guantes y mascarilla puesta me acerqué y ella me explicó todo. Me dijo que estuviera tranquilo, que en ese hospital ya la habían salvado de todo lo que le había pasado antes. Al final, me dijo que nos veríamos en cinco días”, indicó Bonilla.

Maritere falleció al mediodía del pasado lunes, justo cinco días después de aquellas últimas palabras. Su esposo no lo toma como una derrota, por el contrario, afirma que Dios la sanó de todas sus enfermedades para que ahora descanse tranquila. “Así de grande y especial era ella. Sé que llegó al cielo en paz. Ella era muy espiritual”, enfatizó.

Ante la imposibilidad de realizar un funeral, el cuerpo de Maritere fue cremado este martes. Una sobrina recibirá las cenizas para entregarlas a Bonilla cuando él termine su cuarentena. Luego, serán sepultadas en un cementerio de Cayey. Cuando la crisis de salud pública termine, Bonilla desea hacer un acto religioso en su memoria.

Más allá de la situación que enfrentó su esposa, Bonilla se mostró preocupado porque, a su juicio, la gente no ha entendido todavía la seriedad del asunto. “Este virus mata”, recalcó.

Por otro lado, se desbordó en elogios hacia el trato tan humano que recibieron por parte del personal médico en los dos centros hospitalarios donde atendieron a la paciente. No olvida la dedicación que mostraban los doctores en el Hospital Regional de Bayamón, aun cuando realizan turnos de 24 horas sin descanso.

“Es triste lo que hace este virus. No te deja darle el último adiós a esa persona que amas”, concluyó Bonilla.