Su vida, tanto profesional como personal, equivale a servicio al prójimo. A través de la medicina salva vidas y mediante  las rondas en las calles  sana corazones abatidos por la soledad y la indiferencia.

Éste es su evangelio puesto en acción: alimentar, abrigar, curar  úlceras, lavar  pies y, sobre todo, escuchar a los “chicos de la calle”, como el doctor José Marrero llama a los deambulantes y adictos que atiende junto con un grupo de voluntarios.

Este médico generalista de 30 años, nacido en San Juan y criado en Arecibo, aprendió de su padre, también galeno, lo que es servir a los demás. Trabaja en el CDT de Morovis, en el  Hospital Metropolitano de la Montaña en Utuado, en el CDT de su familia y en el Hospital Dr. Cayetano Coll y Toste, estos últimos  en Arecibo. Pero ahí no acaba su labor. Las  noches  las pasa entre Arecibo, Manatí y Vega Baja para repartir  amor y hacer crecer, sin darse cuenta, una invaluable obra.

Cuando pequeño, Marrero asistía a las clínicas para niños diabéticos organizadas por su padre. Creció y quiso ser terapista físico, aunque luego terminó en la Escuela de Medicina San Juan Bautista. “Dios pone a uno donde él quiere, no donde uno quiere, y Él me puso en servicio, me dio a conocer a los chicos de la calle”, expresó Marrero durante una entrevista en Manatí, adonde acude  los jueves de 8:00 p.m. a 12:00 de la medianoche. Los martes va a Vega Baja y los miércoles a Arecibo.

Su primera experiencia curando úlceras fue con  un chico llamado  Christopher. “Eso fue lo que me tocó. Me di cuenta que yo tenía que seguir haciendo esto. Es algo que me llena, es hermoso”, compartió. Pero su primer paciente fue  Royal, a quien curaba en su casa.    “Después de él haber muerto, me retiré un poco, quizás me puse triste. Era mi primer paciente y lo perdí. Pero después empezó la ronda nocturna y ahí volví”, indicó.

Rondas de amor

En la ronda que hicimos junto a él y cuatro voluntarias en Manatí, Marrero abrazó y conversó amenamente con Ángel “Chino” Figueroa y Juan Carlos Figueroa Sánchez, a quienes les limpiaron sus úlceras y les dieron de comer. “Trato de ser su amigo y brindarle confianza, sin juicios en lo más mínimo. Si ellos deciden salir y piden ayuda, entonces entramos en ese panorama”, dijo.

Los voluntarios, además, dan medicamentos, regalan frisas  e intercambian ropa y zapatos. “A mí me gusta hacer la limpieza de pies para que se pongan las medias nuevas con los pies limpios. Y eso tiene una sencillez y un gesto bien bonito”, manifestó.

“Siempre que entro en un sitio oscuro me siento como protegido, siento que hay algo conmigo, que como estamos haciendo esto, que es para algo bueno, no me da miedo. Siempre que ha pasado algo o el sitio está malo los mismos muchachos nos dicen: 'Doctor, está caliente, váyanse', y nos vamos. No me acuerdo haber sentido miedo que no sea el miedo de no haber sacado a un chico de la calle, de ir a ver a 'Gordo' y que Gordo no se recupere porque quizás yo sé que no fui suficientemente insistente en limpiarle la úlcera de la mano porque  no se dejó. Eso es más mi miedo”, agregó.

Discípulo de “Chaco”

Marrero ha tenido un gran maestro en el doctor  José Vargas Vidot, fundador de Iniciativa Comunitaria.  “Mi mayor maestro, además de mi padre y mi madre, sería el doctor Vargas Vidot, que con él yo he aprendido la bondad, la gentileza y el amor que toda persona se merece, aunque huela, aunque sufra, aunque se vea como se vea”, comentó.

“'Chaco' -como le dicen sus allegados- me ha enseñado a darle un abrazo a quien sea y simplemente a darle amor a todo el mundo, y dejarle saber a la gente que no están solas”, agregó  con su hablar pausado.

Cuando dicen adiós

Los chicos vienen y van, Marrero lo sabe y comprende. Cuando mueren es doloroso, por supuesto. “Siempre una pérdida de un ser querido es algo que duele. Yo he perdido ya unos cuantos... pues seguir pa' alante”, reflexionó.

El Gordo que menciona Marrero era un chico de la calle a quien fue a ver al hospital el mismo día de nuestra visita. Dos días después, el Gordo falleció.

Ya  no está físicamente, pero seguramente se marchó transformado porque fue escuchado, abrigado, alimentado, curado y tratado con la dignidad que merece todo ser humano.

El doctor Marrero no acepta dinero en efectivo, pero para tramitar cualquier donación puede llamar al 787-878-5534 o escribir a rondas.del.norte@gmail.com.