Edificio histórico con un pasado turbulento

Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 18 años.
PUBLICIDAD
“Odia el delito y compadece al delincuente”.
La cita de la penalista y socióloga española Concepción Arenal en la entrada principal de la Penitenciaría Estatal de Río Piedras, mejor conocida como “Oso Blanco”, se distanció de un sistema penal que mantenía a los prisioneros en calabozos bajo el régimen español y los primeros años del gobierno de encargo de Estados Unidos.
La única instalación carcelaria para finales del siglo XIX era La Princesa, construida en 1833 fuera de las murallas de San Juan. Ante el hacinamiento en esta cárcel, el gobernador Horace M. Towner decidió encomendar la construcción de otra cárcel.
En 1926, el arquitecto puertorriqueño Francisco Roldán fue contratado para el trabajo.
Un año más tarde, se comenzó la construcción del penal a un costo de $779,822. Reportes de la época estiman que unos 200 reos trabajaron día y noche para terminar la obra mientras cultivaban en las tierras aledañas.
No fue hasta el 1933 que se inauguró el penal en una actividad en que el gobernador James R. Beverly resaltó que el complejo representaba un cambio en el modelo carcelario de la Isla.
A pesar del trabajo forzoso a que fueron sometidos los confinados para construir el complejo, el Oso Blanco significó un hito en el sistema carcelario.
“Se inculcarán hábitos de sana moral y se proporcionará instrucción escolar, industrial y agrícola a los que la necesiten”, dijo el entonces gobernador durante la ceremonia.
El diseño de la obra se clasifica como una mezcla de elementos de art deco y el neomudéjar. Por su valor histórico, la penitenciaría fue incorporada en el Registro Nacional de Lugares Históricos de Estados Unidos.
Pero, el Oso Blanco también fue conocido por su peligrosidad y las rencillas entre pandillas que culminaron en sangrientas matanzas, particularmente durante la década del 70.
En medio de la violencia que imperaba en la cárcel surgió la figura de Carlos Torres Iriarte, alias “La Sombra”, fundador de la pandilla Los Ñeta, que exigía protecciones para los ancianos y menores.
Se cree que el sobrenombre de “Oso Blanco” provino de la marca del cemento que se utilizó para la construcción del complejo y que provenía de Venezuela.