Ha embalsamado a más de 5,000 personas, incluyendo a los famosos muertos en motora, en la ambulancia y el sentao. Algunos de esos tantos casos han representado un reto profesional para él, incluyendo la responsabilidad que sintió cuando tuvo que preparar el cuerpo del líder del Ejército Popular Boricua-Macheteros, Filiberto Ojeda Ríos. Pero, tal vez, el caso más difícil que ha tenido que enfrentar fue preparar el cadáver de su pequeña hija, quien murió a la semana de nacida.

Aunque la muerte de su bebita ocurrió hace una década, el embalsamador Víctor Díaz Carmona tiene el recuerdo intacto de aquel momento en el que desinfectó, preservó y restauró el cuerpo inerte de su pequeña Karla Michell, quien murió de causas naturales. De hecho, lo recuerda mejor que el primer cadáver que ayudó a embalsamar hace más de 15 años.

“Perdí a mi niña... era gemela con otro de mis hijos. Tenía sólo siete días de nacida y yo mismo la preparé”, dejó escapar Víctor, quien admite haber perdido sensibilidad a través de los años.

“Siempre a uno le da pena, pero los niños... los niños son angelitos y a veces uno se pregunta por qué. Pero son cosas que con los años uno aprende a manejar porque son tantos los cuerpos que preparo a diario que, como quien dice, casi estoy con uno quitao y uno puesto. Claro, en mi caso, son pocos los niños que he tenido que embalsamar”, aseguró quien trabaja de forma independiente para una decena de funerarias del área metro y prepara unos 80 cadáveres al mes.

Aunque han sido pocos los menores que ha trabajado, hubo un chiquillo que le arrancó el alma.

“Fue el caso de la primera embarazada que recibí. La muchacha tenía casi nueve meses (de gestación) y tuve que extraerle al bebé”, contó el embalsamador licenciado, que llamó al Instituto de Ciencias Forenses para que lo orientaran sobre cómo hacer la incisión para sacar a la criatura.

“Prácticamente le realicé una cesárea. El bebé, un varoncito, estaba grandecito, se veía saludable”, agregó el experto que mandó a comprar una ropita de bebé para el varoncito. Al final, dijo, el bebé quedó “bien lindo” y lo puso en el regazo de su madre.

Y es que, contrario a muchos que pudieran pensar, que el trabajo del embalsamador es macabro, repugnante o morboso, para Víctor es una tarea artística. Prácticamente pasa todo su tiempo embelleciendo cadáveres, tratando de que luzcan lo más parecido a como eran en vida.

“Lo que me interesa es dar lo mejor de mí para que cada familiar o persona que visita el funeral se lleve un bonito recuerdo de ese ser querido que falleció, en ese último momento de la despedida”, expresó.

Y ese proceso artístico, explicó, comienza bañando al difunto con jabón antibacterial. Luego de desinfectar, se hace un preanálisis del caso para ver qué tipo de soluciones químicas se utilizarán para preservar el cuerpo. En esta fase se hace una especie de drenaje en el que prácticamente se sustituye la sangre por un químico llamado formalina.

“(Con una cuchilla quirúrgica) se levantan la carótida y la vena yugular... es por ahí que se extrae la sangre. Entonces, se inyecta el químico por el sistema arterial”, explicó, al agregar que inmediatamente después, se succiona el área de las vísceras y se pone una solución en esa cavidad.

“Todo esto se hace para evitar la descomposición de ese cuerpo y preservarlo... esa preservación puede durar más de una semana”, dijo quien admite que, durante este proceso, pudieran escucharse ruidos raros provenientes del muerto. “Pero son los gases que a veces se les salen”, dijo.

Luego, al cadáver se le debe bañar nuevamente y se le deben tapar todos los orificios para evitar que vaya a salir cualquier tipo de fluido.

Finalmente, se pasa a la etapa final del embalsamamiento -el maquillaje-, una de las fases más importantes en el proceso, según Víctor. De hecho, como parte de su preparación académica como embalsamador, tuvo que coger cursos básicos de cosmetología y barbería.

“El maquillaje se hace cuando el cuerpo ya está vestido y en el ataúd. En mi caso, prefiero utilizar base y pintalabios en las mujeres. Claro, si la familia quiere algo más, se les respeta”, alega quien, en ocasiones, ha tenido que preparar difuntos que parecen salidos de beauty.

Es precisamente en la etapa del maquillaje que se puede determinar el verdadero arte de embalsamar, sobre todo con aquellos casos que requieren reconstrucción.

“En mi caso, atiendo muchos casos violentos y llegan con heridas grandes. En esos casos utilizo algodón para rellenar el área y luego voy cubriendo con una cera especial”, explica quien luego da los toques finales con una base y maquillaje para que luzca como si fuera piel.

“Uno hace lo humanamente posible, pero cuando hay un rostro desfigurado, nunca, pero nunca, va a quedar idéntico a como era esa persona en vida. Eso algunos familiares no lo entienden”, dijo al explicar que los costos de embalsamamiento varían: $125 por muerte natural, $150 por cuerpo con autopsia y $250 si el fallecimiento fue por una enfermedad contagiosa.