El Comedor de la Kennedy, una entidad sin fines de lucro cuyos miembros se entregan día tras día a la misión de luchar contra el hambre y la inseguridad alimentaria, está celebrando su 14 aniversario con cada vez más entregas de comida preparada y compras, para asistir a miles de personas a través de todo Puerto Rico, en especial a niños, ancianos y estudiantes universitarios.

Su fundador y bujía, el chef Iván Clemente, aseguró que, ante la creciente necesidad que padecen tantas personas, el Comedor no solo trabaja sin descanso “de lunes a sábado llueve, truene o ventee”, sino que eventualmente estará habilitando otras sedes alrededor de la Isla para atender a más personas.

“Son 14 años, 14 años ininterrumpidos, sirviendo”, afirmó Clemente, recordando en entrevista con Primera Hora que la historia del Comedor comenzó preparando alimentos para 100 niños los domingos.

Sin embargo, desde mucho antes, ya el chef tenía experiencia “investigando el hambre, buscando un bienestar en las personas, por cuarenta y pico de años”, a través de más de 100 países. Pero algo cambió “cuando 14 años atrás, estos 10 niños me enseñan que hay hambre en Puerto Rico. No viajé más. Me quedé aquí. ¡Por favor! Yo soy puertorriqueño. Había que trabajar aquí. Y me quedé”.

La organización reparte comida caliente, además de compras.
La organización reparte comida caliente, además de compras. (Xavier Garcia)

El Comedor no se limitó a alimentar a ese pequeño grupo de niños. Todo lo contrario, la cantidad de personas que atiende no ha parado de aumentar.

“Luego, cuando llega (el huracán) María (2017), que aumenta de 200 a 600 niños al mes… Y aparecieron los ancianos, 1,000 ancianos”, recordó, reflexionando que a medida que iban repartiendo más, se sumaban más personas que también necesitaban de esa asistencia.

“Y no solo iba dando más, es que venían más crisis. Porque María es una crisis, brutal. Después vinieron todos los terremotos, y aquello subió a 1,000 niños y 1,500 ancianos al mes. Y de pronto viene la pandemia… Estamos hablando de 2,000 niños a la semana y 3,500 ancianos a la semana, no al mes”, repasó. “Esto es una cosa… bueno, aquí nada más se atiende a 1,500 (personas) al frente (de la sede del Comedor, en el antiguo Museo de Vida Silvestre, en la Avenida Kennedy). Tú lo has visto, esto no es mentira. Ahí están las filas”.

El chef comentó que pensaba que, a este punto, “esto iba a tener reversa”, que “íbamos pa’ menos. Pero no, no, no. Esto va pa’ más. En estos 14 años hemos visto un incremento grande en participantes. Hay más gente necesitada, hay más gente con hambre, hay más gente que pide recursos. Y vamos a abrir ahora otros comedores en Ponce, en Arecibo y en Mayagüez, para llegar a la gente, porque de allá viene gente para acá”.

Subrayó que esa necesidad se puede ver no solo en esas personas que llegan allí desde municipios distantes, sino también entre las que arriban del mismo San Juan, pues “hay ancianitos que vienen a pie aquí, lunes, miércoles y viernes, desde la (Parada) 15, que está lejos… desde la Parada 8, vienen a pie aquí a buscar su comida y su compra. Esto es serio. Y muchos con nietos criando. Es una cosa brutal. Aquí hay un viejito que está criando seis nietos. La hija se le murió. Así que esto es una cosa bien seria”.

Lamentó que haya personas que opinen que lo que relata son mentiras o exageraciones, por lo que los invitó a que “vengan y vean”.

“Para que tengan una idea: Yo hago una compra de $80,000. Eso son dos vagones. ¿Y sabes cuánto me dura la compra? Semana y media. Eso no pare más. ¿Y sabes qué? Yo no como esa comida. ¿Quién se la come? Los niños, los ancianos, y los estudiantes de universidad, que es otro frente nuevo, otro frente grande”, expuso, agregando que, por si fuera poco, ha aumentado la cantidad de participantes que son empleados de hospitales que están sin trabajo porque los han despedido.

Pero el chef Clemente está firme en su deseo de “no detenerme. Porque mi gente no merece que me detenga. Mis viejitos no se lo merecen. Mis niños tampoco se lo merecen. Y los estudiantes de universidad menos”.

En ese momento, muestra una foto del día, con una larga fila de jóvenes universitarios, y recuerda que “vamos a 12 recintos en toda la Isla a darles comida a estudiantes. Son miles de compras que salen de aquí”.

Comentó que “allí dando comida hoy, en la IUPI (Universidad de Puerto Rico en Río Piedras), una muchacha le pregunta al que está dando comida, ‘¿y esto van a hacerlo todos los días?’ Y el muchacho le dice, ‘bueno, no sé si todos los días’. Y yo la escucho, y le digo, ‘por qué preguntas si todos los días’, y ella, los ojos se le llenan de lágrimas, y dice, ‘porque hoy están aquí, pero mañana no sé si voy a tener comida’”.

Clemente aprovechó para agradecer al grupo de personas, casi en su totalidad mujeres y voluntarias, que hacen posible el trabajo del Comedor de la Kennedy.
Clemente aprovechó para agradecer al grupo de personas, casi en su totalidad mujeres y voluntarias, que hacen posible el trabajo del Comedor de la Kennedy. (Carlos Rivera Giusti)

“¿Sabes cómo se llama eso? Inseguridad alimentaria. Y ese fue el caso de ella, pero hay quien, si es que desayuna, no sabe si va a tener cena. Y eso ocurre con miles de niños, de ancianos y estudiantes de universidad también, que están esperando que esa comida del Comedor llegue”, afirmó Clemente.

Recordó que el Comedor lleva alimentos a 80 égidas cada mes y subrayó que “muchos de esos ancianitos viven con $200 mensuales. Una pareja, un matrimonio de ancianos con $500 mensuales. Con eso no vive nadie. Hay ancianitos que tienen que dejar de pagar la luz, dejar de pagar medicamentos, o no comer. Esto es serio”.

Para atender esa creciente necesidad, Clemente ha tenido que recurrir a la solidaridad y la caridad de todo el que pueda aportar y, por fortuna, muchas personas responden a sus pedidos.

“Hay gente que me ve y ya me dicen: ‘¿qué quieres, chef?’. Ese es el saludo”, comentó entre risas. “Pero no puedo hacer más nada. Es una cosa… pues, pidiendo. Y pido, y pido, y pido. Pero gracias a Dios, mi país es un país de gente buena. Porque yo no puedo hacer esto solo, es imposible”.

Para que tenga una idea, del 100% de la comida que reparte el Comedor, “solo el 40% “lo ponemos nosotros. Pero ese 40% es mucho dinero, no es barato. Son $200,000, $250,000 al mes, lo que yo pueda conseguir”.

“Cuando más sufro es cuando no tengo para la merienda de los niños. Porque alimentamos 2,000 niños. Y esas meriendas son sagradas. Y cuando esas meriendas van sin jugo, o sin galleta, a mí el corazón se me parte. Porque ese juguito es lo que salva la vida de esos niños. Ese ‘potted meat’, que es una carne picadita que viene, eso a los niños les fascina. Y cuando no tengo pa’ comprar eso, que está caro, a mí el corazón me duele”, agregó el experto culinario.

Así que el Comedor cada día se las ingenia para buscar el peso, y para estirarlo, de manera que puedan continuar ofreciendo las comidas calientes, compras y meriendas.

“Pero mi país es un país de gente buena”, insistió Clemente. “Aquí la gente llega, trae comida. Porque la gente ha visto por 14 años la constancia nuestra. Número dos, la gente ha visto que somos una gente seria. Yo no estoy jugando. Y número tres, aquí lo que dan, se entrega. Lo que tú das, se entrega, sea que tú des un paquete de arroz, que tú des un pote de habichuelas, una lata de salchichas, un peso, aquí todo tiene su destino, que es la gente”.

“Y nuestra entidad no es como otras, que el 10% es pa’ la gente y el 90% pa’… No, no, aquí el 90% o el 95% es pa’ la gente y el 5% pa’ cubrir lo demás”, aseguró.

Clemente recordó que cuando una persona o entidad hace una entrega al Comedor de la Kennedy, recibe una carta de certificación detallando todo lo que entregó para descontarlo de su planilla, “porque somos una entidad sin fines de lucro bonafide. Estamos en ley. Tenemos la exención contributiva federal, la local, tenemos todo”.

En contraste, comentó que, aunque hay algunas empresas que ayudan, “son la minoría. Y eso me da pena en mi corazón. Porque aquí hay tanta empresa que puede dar, que ya nos conocen. Oye, por 14 años esta cara mía está en todos lados. O sea, que vengan y nos ayuden, que nos den la mano”.

“Y sabes qué, yo no quiero que me den todo regalado. Si no pueden, lo entiendo. Pero caramba, bájame los precios. Y si no puede bajar precios, pues vamos a hacer lo siguiente, yo te compro tres y tú me regalas una. Cosas así. Oye, si eso lo hacen con los comercios. Siempre se puede hacer algo”, insistió.

Por otro lado, el chef Clemente aprovechó para agradecer al grupo de personas, casi en su totalidad mujeres y voluntarias, que hacen posible el trabajo del Comedor de la Kennedy.

“Yo lo fundé, pero la batería de gente mía es grande. Y todas son mujeres, todas mujeres. Porque los hombres aquí brillan, pero por su ausencia. Así que las mujeres aquí hacen un trabajo espectacular. Yo tengo mujeres aquí que mueven paletas, que vacían vagones. Y son voluntarias”, celebró. “Sin ellas, yo no podría hacer esto”.

Mirado al futuro, asegura que “veo el Comedor creciendo cada vez más. Ya te dije, vamos pa’ Arecibo, Mayagüez y Ponce. Y después vamos a entrar a Utuado, al centro de la Isla. Hay que duplicarse, hay que crecerse, hay que hacerlo por ellos. Y mientras aquí en Puerto Rico haya un niño con hambre, un anciano con hambre y un estudiante de universidad con hambre, yo no voy a parar”.

“Así que lo que tengo es un mensaje de agradecimiento por estos 14 años. Primero gracias a Dios, y gracias a la gente que nos ha ayudado por 14 años. Y también a los que no ayudaron, porque de alguna manera han sido mi dínamo para yo no quitarme”, añadió el chef.

Mi país es un país de gente buena. Y, ¿sabes qué? Yo invito a que usted mire a su lado y examine, porque hay gente que tiene necesidad. Y la mano suya, y la mía y la de todos, hace la diferencia. Y tiéndale la mano al vecino. Aunque sea por gratitud, porque usted está muy bien, lo tiene todo, o tiene más de lo que merecemos o comoquiera tiene más que otra gente”, exhortó.